Si analizamos el 
resultado de las últimas elecciones realizadas en Venezuela en 2013, en 
Brasil en 2014 y en Argentina este año, encontraremos elementos comunes 
para analizar con respecto a las fuerzas progresistas que están en el 
poder. Más allá de cuál sea el resultado de la elección del 22 de 
noviembre en Argentina, podemos ver que en los tres países las fuerzas 
progresistas han reducido su caudal electoral. ¿Que ha sucedido? Por un 
lado, el bajo o nulo crecimiento económico de estos países ha sido 
determinante, al provocar una restricción en los márgenes de estos 
gobiernos para ejecutar políticas redistributivas, lo cual está 
afectando sus bases sociales de sustento. Por otro lado, a la vez que 
los nuevos liderazgos (Maduro, Dilma y Scioli) han revelado mayores 
dificultades para mantener la cohesión de antaño en sus fuerzas 
políticas, parece haberse manifestado en las urnas un cuestionamiento 
hacia una forma “tradicional” de hacer política realizada por los 
ejecutivos de los distintos países. En este sentido, el surgimiento de 
las redes sociales y el crecimiento redistributivo de los últimos años 
ha configurado ciudadanías más exigentes frente a las dirigencias 
políticas.
 Como ha señalado Aloizio Mercadante para Brasil, aunque 
esto resulta extensible a otros países, los brasileños han mejorado su 
vida de la casa para adentro pero no de la casa para afuera. Hacia 
afuera, la calle y el espacio público, los estados latinoamericanos 
todavía presentan deficiencias múltiples, como niveles importantes de 
inseguridad en las grandes ciudades, niveles de inflación significativos
 (en este punto Venezuela lidera el ranking seguida por Argentina), y 
deficiencias en servicios públicos como la salud. Este voto castigo que 
ha sido emitido en estos distintos países por porciones significativas 
del electorado hacia los gobiernos progresistas no debería ser leído 
mecánicamente como una “derechización”. 
 En los tres países, 
estos gobiernos, con sus diferencias, construyeron su base de 
sustentación sobre la base de liderazgos carismáticos fuertes (Lula, 
Nestor-Cristina y Chávez) y a la redistribución desde arriba (desde el 
Estado) hacia una ciudadanía que debería apoyar sus políticas o 
rechazarlas. Lo que parece haber surgido actualmente en los tres países 
es una crítica a la gestión tradicional y a la emanación verticalista 
del poder. Se reclaman relaciones entre gobernantes y gobernados mas 
horizontales, abiertas y transparentes, a tono con la democratización 
relativa de las relaciones que suponen las redes sociales, donde la red 
es un espacio que pretende una horizontalidad que habilita el 
cuestionamiento a las visiones que buscan imponerse desde arriba. 
 En este sentido, vemos un debilitamiento de las formas de la política 
jerárquica tradicional, y esto puede ser capitalizado desde el discurso 
“contra el poder” que realizan las oposiciones políticas. Las redes 
sociales, entre otras formas de interacción colectiva horizontal, al 
habilitar movilizaciones contrarias al formato unidireccional propio de 
los medios tradicionales, permiten una crítica al poder en tiempo real 
que se va retroalimentando, y suele hacer estragos en los oficialismos 
que no adoptan un estilo de gestión de “momento a momento”, abierta a un
 vínculo más horizontal con los ciudadanos. Es decir, acompañado de la 
permanencia de liderazgos carismáticos en la región, ha comenzado una 
crisis de la autoridad jerárquica de los liderazgos políticos, vinculada
 a aquello que Rosanvallon llamaba la “contrademocracia”, la búsqueda de
 la ciudadanía de ejercer un control cada vez más minucioso y permanente
 sobre la acción de los gobiernos. 
 Esto no significa un auge 
participativo en el sentido tradicional, sino una búsqueda mas limitada 
desde lo proyectual, pero una ciudadanía mas atenta a las 
arbitrariedades del poder político y dispuesta a exigir una relación de 
mayor igualdad con los políticos. Los políticos del campo progresista 
podrían incorporar este dato que surge de las últimas contiendas 
electorales y también de las proclamas esgrimidas en protestas, 
cacerolazos y manifestaciones que se produjeron en los últimos años en 
los distintos países latinoamericanos. Las derechas latinoamericanas ya 
han comenzado a entender el valor de estas nuevas demandas ciudadanas y 
lograrán capitalizarlas aún más si las fuerzas progresistas no le dan su
 debida importancia.  
 Ariel Goldstein. Sociólogo, Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, UBA. 
 @goldsariel
 

 
 
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