Una corte federal de  Maryland
 dictaminó ayer que el gobierno de Donald Trump está obligado a 
restaurar en su totalidad el programa Acción Diferida para los Llegados 
en la Infancia (DACA, por su siglas en inglés). Este fallo significa 
que, por primera vez en tres años, se abrirá a nuevos solicitantes el 
esquema implementado en 2012 por el ex presidente demócrata Barack Obama
 para proteger contra la deportación y dar permisos laborales a los 
denominados dreamers, jóvenes que llegaron al país de manera irregular cuando eran menores de edad y que encarnan el sueño americano de superación mediante el esfuerzo personal.
Al inicio de su gobierno, Trump pretendió poner fin al DACA y dejar 
expuestos a la deportación a los 700 mil beneficiarios del programa, una
 maniobra en consonancia con su agresiva agenda antimigrante, así co-mo 
con su explícito afán de desmantelar cualquier medida legada por su 
antecesor. Después de una prolongada batalla legal, el pasado 18 de 
junio la Corte Suprema de Estados Unidos resolvió que el mandatario no 
justificó con apego a la ley procesal la cancelación del programa, por 
lo que ésta resultaba 
caprichosay
arbitraria. El restablecimiento del DACA fue visto como un duro revés para el magnate, y un triunfo importante en la defensa de los derechos humanos de los cientos de miles de jóvenes que estudian y trabajan gracias a este esquema de protección jurídica.
El fallo de la Corte Suprema dio alivio a los  dreamers 
después de tres años de incertidumbre, pero no puso fin a la 
arbitrariedad que ha sido el sello de la Casa Blanca durante la actual 
administración. Así, el gobierno federal no sólo anunció su intención de
 buscar nuevas vías para poner fin al DACA, sino que en los hechos 
continuó saboteándolo, al negarse a recibir y procesar nuevas 
solicitudes de protección, un beneficio al que tienen derecho más de 60 
mil jóvenes aún no registrados.
La resolución de la corte de Maryland debería poner fin al desacato 
de Trump y ser un nuevo motivo de optimismo para los jóvenes amparados 
bajo este esquema. Debe recordarse que DACA no resuelve el tema de 
fondo: que los dreamers, como muchos otros migrantes que no 
cubren los estrictos requisitos de este programa, son estadunidenses por
 cultura, por identidad a todo efecto práctico, pues crecieron en este 
país y se encuentran completamente integrados en esa sociedad. Por ello,
 es imperativo transitar de una protección temporal, al reconocimiento 
pleno de sus derechos ciudadanos, pues sólo así se encontrarán a salvo 
del limbo jurídico que los hace rehenes de las necesidades electorales 
de los políticos xenófobos o simplemente faltos de escrúpulos, de los 
que Trump es el ejemplo más notorio, pero no el único.
 

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