
Este
 1º de mayo, Día Internacional de los trabajadores y las trabajadoras, 
nos encuentra en un contexto sumamente complejo en el cual, a la crisis 
que viene atravesando el sistema capitalista, se suman los efectos de la
 lucha contra el coronavirus, que asume en todo el mundo políticas de 
cuarentena y distanciamiento social.
La puja entre quienes
 priorizan la salud de la población y la batalla contra el virus, frente
 a las derechas que presionan constantemente para levantar la cuarentena
 y volver a la “normalidad” para no afectar la economía y la producción,
 es decir sus ganancias, es cotidiana.
En Argentina, estas
 presiones ante las medidas tomadas por el gobierno, toman la forma de 
campañas en los grandes medios de comunicación, despidos, rebajas 
salariales y la feroz oposición a que se vote en el Congreso un impuesto
 excepcional a las grandes riquezas de entre el 2% y el 3,5% (a quienes 
tengan patrimonios por encima de los U$S 3 millones) que alcanzaría al 
1,1% de la población, para enfrentar la situación de emergencia.
Es
 bien sabido que, en todo momento, y con mayor impulso durante las 
crisis, el capitalismo experimenta nuevas estrategias para subsistir y 
recrearse, buscando imponer diversas y “modernas” formas de explotación 
que, perfeccionan y profundizan las existentes. Y esta no es la 
excepción.
El marco de la pandemia es utilizado por el 
sistema para viralizar, expandir y profundizar las políticas de 
precarización laboral que vienen pregonando e implementando de hecho 
desde hace años, buscando barrer bajo la alfombra los logros de las 
lucha obreras que, por ejemplo, dieron origen a la conmemoración del 1º 
de mayo, las ocho horas de trabajo y demás derechos laborales.
Reinstalar
 la formas más crudas de explotación laboral, o lo que es lo mismo, ir 
desmontando los derechos ganados por los trabajadores y trabajadoras en 
innumerables y heroicas luchas, es un objetivo permanente del capital, 
basado en el discurso de la necesidad de bajar los “costos laborales”, 
es decir, los salarios, para fomentar la producción y el desarrollo.
La
 fuerza de trabajo es considerada como cualquier otra mercancía, se 
cuestionan frontalmente los derechos de los trabajadores, sus 
organizaciones, cualquier intervención estatal en la regulación de estos
 derechos los que son vistos como una “traba” para la generación de 
empleos, buscando desregular y remover estos “obstáculos” para lograr un
 eficiente funcionamiento del mercado laboral, basado únicamente en la 
oferta y la demanda.
A fin de imponer nuevas formas de 
asegurar e incrementar sus ganancias, buscan, a la vez,  imponer de 
hecho e ir ganando consenso para la precarización laboral, llevando 
adelante un sistemático trabajo de construcción ideológica y política 
para establecer un consenso social sobre estas formas de explotación, 
una “naturalización” de las mismas, que le permitan lograr sus objetivos
 y garantizar la reproducción del sistema.
Como olvidar en
 este sentido las declaraciones de quien fuera ministro de Educación del
 macrismo, Esteban Bullrich: "El problema es que nosotros tenemos que 
educar a los niños y niñas del sistema educativo argentino para que 
hagan dos cosas: O sean los que crean esos empleos, que le aportan al 
mundo esos empleos, generan, que crean empleos... crear Marcos Galperin 
(fundador de Mercado Libre) o crear argentinos que sean capaces de vivir
 en la incertidumbre y disfrutarla.”[1]
Esa
 es la filosofía presente en los impulsores de la precarización laboral,
 un mundo de individuos con la “libertad” de vender su fuerza de trabajo
 sin trabas en el mercado, “libres” de toda legislación, de toda 
organización que los represente, y que sean capaces de “disfrutar” de 
esta incertidumbre.
Para sostener e imponer estas 
propuestas, se instalan valorativamente conceptos que buscan embellecer y
 justificar estas “novedosas” formas de apropiación y explotación del 
trabajo, “La economía del trabajo temporal”, “la economía compartida”, 
“los emprendedores”, son algunas de ellas.
En la búsqueda 
de nuevos caminos para la supervivencia del sistema, la precarización 
laboral, eje de los proyectos de flexibilización, no solo no modifican 
en nada su carácter depredador, represivo y concentrador de la riqueza, 
sino que lo multiplican, esgrimiendo discursos que busca la construcción
 de una realidad falsa en la conciencia colectiva que genere 
expectativas o bien, oriente a soluciones falsas.
De esta 
manera, las condiciones ideales del trabajo que deberían generalizarse 
se basan en la inseguridad del empleo, remuneraciones bajas e inciertas,
 degradación de las condiciones de trabajo e insuficiencia del sistema 
de protección social, generando incertidumbre, vulnerabilidad y 
dependencia de los trabajadores. (Cano 2004).[2]
Un
 claro ejemplo de esto es lo que hoy se conoce como “Capitalismo de las 
aplicaciones” (APP), que están ganando mayor protagonismo en el contexto
 de la pandemia, basado en la enorme acumulación de capital financiero 
producto de ganancias exorbitantes en transacciones financieras, en la 
creciente fuga de divisas y la evasión impositiva, particularmente en 
los países llamados “emergentes”, que se acumula principalmente en los 
paraísos fiscales y en él también acelerado desarrollo tecnológico de 
las comunicaciones y la información. 
Esos capitales se 
han concentrado, en una parte importante, en nuevas empresas 
multinacionales que no se orientan centralmente a la extracción de 
materia prima y/o producción de mercancía sino a la acumulación de datos
 y su utilización, particularmente en el comercio a gran escala dentro 
de los países y a nivel mundial, en los servicios, el transporte, etc.
Su
 poder no de basa en ser dueños solo de la producción sino cada vez más 
de la información. El uso de los datos en la producción de mercancías no
 es nuevo, lo nuevo es el surgimiento de: “industrias para extraer esos 
datos y utilizarlos de manera tal de optimizar los procesos de 
producción, llevar a un conocimiento interno de la preferencia de los 
consumidores, controlar a los trabajadores, brindar los cimientos para 
nuevos productos y servicios que vender a los anunciantes (…) Habiendo 
comenzado como un aspecto secundario de los negocios se volvieron cada 
vez más en un recurso central” (Srnicek 2018).[3]
Para ello han construido plataformas que actúan como intermediarias entre consumidores y proveedores de servicios y productores.
En
 Argentina ya operan, y se están potenciando fuertemente en el contexto 
de la pandemia, varias de empresas de este tipo como Mercado Libre, 
UBER,  Cabify, Pedidos Ya y Globo entre otras, en las cuales sus 
trabajadores y trabajadoras carecen de muchos de los derechos laborales 
básicos.
Ante la creciente desocupación, estas empresas se
 han presentado como una salida “moderna” para acceder al mercado 
laboral, destruyendo el empleo registrado y los derechos laborales para 
reemplazarlos por la precarización laboral. Buscan disimular esto 
denominando “socios”  a sus trabajadores e impulsando el concepto de 
“emprendedores”, resaltando los dos principios de la teoría neoliberal, 
el individualismo y la desigualdad como valores positivos que favorecen 
la libertad y la vitalidad de la competencia, necesaria para la 
prosperidad de todos, elevando el mercado capitalista, a la categoría de
 dogma, considerándolo como el único instrumento apto para la 
distribución de los recursos: “Esas empresas, amparándose en 
la “libertad de mercado”, y en la “economía colaborativa” son
 un ejemplo de la política del capitalismo del siglo XXI, del 
neoliberalismo. Inversión mínima, costos operativos mínimos, riesgo 
mínimo, responsabilidad mínima, ganancia máxima” (Rodríguez A. 2019).[4]
Una
 clara política de clase, en favor de los grupos concentrados y el 
bloque de poder dominante y en detrimento de los trabajadores y 
trabajadoras, que se propone retrotraer su situación a las condiciones 
que tenían en el siglo XIX, cuando una de las reivindicaciones básicas 
era la jornada de 8 horas, reclamando “ocho horas para el trabajo, ocho 
horas para el sueño y ocho horas para la casa”.
Fue en el 
marco de esa lucha, que trabajadores organizados en la Federación 
Americana del Trabajo en la ciudad de Chicago, resolvieron en un 
congreso que, desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada
 de trabajo debería ser de ocho horas, y que, de no cumplirse con esto, 
marcharían a la huelga.
Al no ser oídas sus demandas, el 1
 de mayo de 1886 se inicio la huelga que tuvo su momento más duro el 4 
de mayo, con la masacre de Haymarket, donde se reprimió violentamente a 
quienes participaban de una serie de protestas en respaldo a los obreros
 en huelga. Cinco trabajadores fueron condenados a muerte y asesinados 
el 11 de noviembre de 1887 y tres fueron privados de su libertad. Ellos 
son los Mártires de Chicago.
Hoy, a 134 años de esa 
emblemática lucha, recordamos las palabras de uno de esos obreros, 
George Engel, ante el tribunal que lo juzgó: “¿En qué consiste mi 
crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social 
donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en 
la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para 
todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben 
ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición 
con las de la naturaleza y mediante ellas robáis a las masas el derecho a
 la vida, a la libertad y al bienestar (...)”.
Marcelo F. Rodríguez
Sociólogo. Director del CEFMA
[1] Declaraciones en el panel "La Construcción del Capital Humano para el Futuro" en el Foro de Inversiones y Negocios, más conocido como Mini Davos, en septiembre de 2016. https://www.eldestapeweb.com/nota/bullrich-polemico-debemos-crear-argentinos-capaces-de-vivir-en-la-incertidumbre-y-disfrutarla--2017-2-16-12-59-0
[2]
 Cano, Ernest (2004) Formas, percepciones y consecuencias de la 
precariedad En revista Mientras Tanto Nº 93 Invierno de 2004, 
Barcelona,  Icaria Editorial
[3] Srnicek, Nick (2018) Capitalismo de Plataformas, Buenos Aires, Caja Negra Editora.
[4]
 Rodríguez, Alberto (2019) Capitalismo de APP: Uberización de la 
economía. Cuadernos Marxistas Nº 16, Buenos Aires. Cuadernos Marxistas.
    https://www.alainet.org/es/articulo/206272  
 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario