La existencia y persistencia de la esclavitud o de
 condiciones análogas a la esclavitud constituye un desafío humanístico,
 filosófico, ético y teológico hasta los días actuales. ¿Por qué hay 
humanos que esclavizan a otros humanos, sus co-iguales?
La más 
antigua codificación de leyes, el Código de Hammurabi, escrito hacia 
1772 a.C. en Irán, se refiere ya a la clase de los esclavos. Y así a lo 
largo de toda la historia hasta los días actuales. La Walk free Foundation, que
 se ocupa de la esclavitud a nivel mundial, calcula que hoy día hay 
cerca de 40,3 millones de personas en régimen de esclavitud, debido a 
tráfico de personas, deudas, trabajos o casamientos forzados etc. La 
India lidera la lista, con 7,99 millones de esclavizados. Los datos de 
Brasil en 2018 apuntaban a 369 mil personas en condiciones análogas a la
 esclavitud o esclavizados. 
Las mentes más brillantes de 
Occidente la vieron como natural y hasta poseían esclavos. Así 
Aristóteles, David Hume, Immanuel Kant, Friedrich Hegel. El propio 
Thomas Jefferson, formulador de la Declaración de Independencia de 
Estados Unidos, en la cual se afirmaba que todos los seres humanos nacen
 libres y con iguales derechos, tenía esclavos, así como nuestro 
Tiradentes, que tenía por lo menos seis. El famoso Padre Antônio Vieira 
predicaba a los esclavos en un ingenio azucarero: “Sois imitadores 
de Cristo crucificado porque padecéis de un modo muy semejante a lo que 
el Señor mismo padeció en su cruz y en toda su pasión” , llegando a llamarlos por eso “bienaventurados” . Una piadosa y, al mismo tiempo, cruel justificación. 
Resumiendo:
 El gran especialista en esclavitud, el jamaicano Orlando Petterson, 
profesor de Harvard, afirma: “La esclavitud ha existido desde el 
principio de la historia de la humanidad hasta el siglo XX (XXI), en las
 sociedades más primitivas y también en las más avanzadas” (cf. L. 
Gomes, Escravidão, p.65). ¿Qué razones llevaron a la esclavitud? 
Hasta hoy ninguna explicación se ha revelado convincente. Pero podemos tantear algunas razones, si bien todas precarias. 
La primera habría
 sido el patriarcado. Hace 10-12 mil años el hombre-macho se impuso a 
todos, a la mujer, a los hijos, a la naturaleza. Se sobrepuso al otro, 
haciéndolo su siervo y esclavo. La esclavitud sería hija del patriarcado
 aún vigente en nuestros días. 
La segunda razón, de 
naturaleza filosófica, sustenta que el ser humano es un ser decadente. 
No en un sentido ético sino ontológico. Es decir, su naturaleza es tal 
que nunca consigue ser lo que debería o desearía ser. Hay en él una 
amarra interna que le impide dar el salto necesario: controlar e 
integrar sus impulsos, que no son en sí malos, sino naturales: la 
cólera, el uso de la fuerza, el poder como capacidad de dominación. El 
ser humano decae en el sentido de dar rienda suelta a estos impulsos y 
así se torna inhumano. ¿De dónde le viene esa incapacidad? ¿De la 
contradicción entre el deseo infinito y la realidad finita? Bien podría 
convivir jovialmente con el infinito, acogiendo su ser finito. Pero no 
lo hizo y no lo hace. La herida sigue sangrando y haciendo sangrar. 
Tengo para mí que la sabiduría judeocristiana, tan ancestral, nos trae alguna luz. Habla de pecado original.
 El término no es bíblico, pues ahí se usa “pecado del mundo”, o “el ser
 humano es inclinado al mal desde su juventud”. Pecado original es un 
término creado por San Agustín (354-430) en su intenso intercambio de 
cartas con San Jerónimo y en polémica con el teólogo Pelagio. 
Pecado original,
 según él, no tiene la connotación temporal de “desde los orígenes”. 
Original concierne al núcleo originario, primero y esencial del ser 
humano. En su interior más profundo existe una ruptura: con la 
naturaleza, no respetando sus ritmos, con el otro, odiándolo, y con el 
Definitivamente Importante. Él se considera el más importante por estar 
dotado de razón. Por ella imagina que puede dar cuenta de sí mismo, como
 si él mismo se hubiese dado la existencia y no Alguien que lo hace 
venir a este mundo. Pecado original es esa hybris y arrogancia. Significa: magnificar su yo hasta el punto de excluir a los otros y al Gran Otro que lo creó. 
La consecuencia primera es la instauración de la dictadura de la razón.
 Ella pretende explicar todo y por ella dominar todo. Propósito vano. El
 ser humano no es sólo razón. Es principalmente corazón, sensibilidad y 
amor. Bastante antes de la razón, el logos, en términos de la antropogénesis, vino el sentimiento, el pathos.
 Esta dimensión ha sido reprimida y hasta negada. Con eso dejó de sentir
 al otro, de ponerse en su lugar, de alegrarse y sufrir con él. Lo 
objetivó, es decir, lo hizo objeto de uso y abuso. Surgió la dominación 
del otro. Comenzó la esclavización de un humano sobre otro humano. 
No
 sentir a los otros como nuestros semejantes y no tener empatía con 
ellos es “nuestro pecado original”, origen de la esclavitud de ayer y de
 hoy y del sistema de explotación sistemática de las personas en función
 de la acumulación privada, del yo sin los otros. Sin abrazar al otro 
como co-igual y sin oír el grito de la Tierra, se sigue reproduciendo el
 pecado original. Pero no habrá futuro para nuestro tipo de mundo y de civilización. Otro mundo vendrá de libres y de fraternos conviviendo alegremente en el corto tiempo que nos es concedido.
2020-01-25
 

 
 
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