El viernes pasado sintetizaba las razones por las cuales creo 
indispensable votar por las candidaturas presidenciales de Evo Morales, 
Daniel Martínez y Alberto Fernández. Y en el caso del primero por lista 
completa más allá de la posibilidad de desdoblar las candidaturas a los 
poderes ejecutivo y legislativo. La mayoría parlamentaria adquiere tanta
 o más importancia ahora que antes. Tal elección ya tuvo lugar el pasado
 domingo y al momento de escribir estas líneas el resultado es incierto y
 comienzan a desarrollarse manifestaciones y expresiones de violencia 
ante las suspensiones de conteos o informaciones parciales que los 
Tribunales Electorales Departamentales (TED) vienen dando. Lo que menos 
puede favorecer al inmenso proceso de cambio boliviano es que se 
profundice la sospecha de ilegitimidad, luego del ominoso 
desconocimiento del referéndum de 2016. Aún si el MAS se hubiera 
impuesto por décimas en primera vuelta, son muchas las preguntas que 
deben hacerse ante la evidente pérdida de base electoral y caída de la 
legitimidad contrariando hasta el propio éxito de las políticas sociales
 que pueden quedar en riesgo por una concepción política acrítica, 
personalista y conservadora frente al poder.
En las elecciones 
del próximo domingo en ambas orillas del Río de la Plata, habiendo 
definido ya las opciones para los poderes ejecutivos nacionales, habrá 
que diferenciar los márgenes de opciones de cada sistema electoral. Por 
un lado, en Uruguay, pervive la elección por lemas luego de la reforma 
constitucional que introdujo las elecciones internas eliminando las 
candidaturas múltiples en cada lema para el presidente pero permitiendo 
la multiplicidad de sublemas. De la opción explicitada el domingo pasado
 surge ineludiblemente que debería optar por alguno de los sublemas del 
Frente Amplio (FA). Haré referencias a la candidatura a senador que es 
la que puede votarse desde cualquier departamento, ya que es una 
representación nacional y no departamental como los llamados diputados, 
no sin dificultad ante la opacidad de la totalidad de las opciones en 
páginas oficiales, la distancia, ni tampoco las dudas frente a tan 
brillantes alternativas. Personalmente votaría a Oscar “boca” Andrade, 
secundado por Carolina Cosse. Quien encabeza tal lista es precisamente 
aquel que llamé a votar en las internas presidenciales. No dejo por ello
 de simpatizar por -y alentar- la candidatura de Roberto Conde, a quien 
apoyé en la interna a la presidencia del FA, o la de Constanza Moreira 
que fue mi candidata en la interna anterior, todos ellos presentándose 
en espacios que están plagados de amigos personales. No dejaría tampoco 
de destacar otra alternativa sobresaliente como la de Daniel Olesker. En
 suma, en Uruguay es indispensable votar por el FA escogiendo el sublema
 que mejor represente a cada ciudadano en esta coyuntura, algo tan 
importante como no votar por la reforma sometida a referéndum, aquella 
propuesta por un sector de la derecha que militariza la seguridad.
En
 Argentina el mecanismo difiere ya que está expresamente permitido el 
corte de boleta optando por partidos y candidatos rivales según cada 
cargo electivo. Como ya sostuve que a nivel presidencial votaré por 
Fernández a fin de que se imponga en primera vuelta (con idéntico 
cálculo que en Bolivia) las opciones que expondré serán para el resto de
 los cargos. Personalmente voto en la capital, pero en cada provincia 
estas opciones pueden diferir significativamente. Señalaré mi opción 
concreta aunque también, por la magnitud demográfica, diré que haría si 
estuviera en la provincia de Buenos Aires. En la capital, además de la 
presidencia se elige Jefe de Gobierno de la ciudad (con ballotage si no 
alcanza el 50%) senadores nacionales, diputados nacionales, legisladores
 de la ciudad y miembros de junta comunal. Votaré la única opción de 
izquierda, el FIT, allí donde tenga chances o no facilite un triunfo 
macrista. Concretamente, para diputados nacionales, legisladores y a 
junta comunal ya que podrían lograr un representante. No así para 
senadores (2 por la mayoría y 1 por la minoría) porque se dirime entre 
el macrismo y el peronismo. En capital, no obstante, lo haré para Jefe 
de Gobierno porque si bien la izquierda no tiene ninguna chance, 
cualquier voto que no vaya a la reelección del actual macrista lo 
conduce al ballotage donde la decisión en mi caso, ya no será la misma, 
sino por la alternativa al macrismo que ingrese al ballotage. Si votara 
en la provincia diferiría en la opción de Gobernador ya que no hay 
ballotage y si bien el desafío de derrotar a la actual gobernadora del 
macrismo es idéntico, la única chance de lograrlo es el peronismo en la 
única vuelta. En suma, votar al peronismo, sólo si es indispensable.
No
 se me escapan las limitaciones de la única izquierda que pudo erigirse 
electoralmente en Argentina producto fundamentalmente de la necesidad de
 articulación frentista que la nueva exigencia del 1,5% del electorado 
en las internas impuso la reforma electoral de hace 8 años. Es tan sólo 
un frente electoral de pequeñas organizaciones trotskistas que no 
ahorran las más agresivas críticas y chicanas entre sí. Pero que, sin 
embargo, lograron algunos representantes parlamentarios, con algunos 
auges sorpresivos en algunas provincias, seguidas en general de caídas y
 pérdidas pero que ya no resulta sólo una opción testimonial para 
consumo de estudiantes e intelectuales. Aún con su sectarismo, van 
ganando reconocimiento de la ciudadanía, en parte por la propia difusión
 que les permite la presencia electoral, tanto como alguna inserción en 
los movimientos sociales y en las luchas obreras.
El simplismo 
cuasi pueril de sus propuestas y consignas, la actitud prescindente y 
maniqueísta que le impide aportar caudal de cualquier tipo ante opciones
 disyuntivas, no debe soslayar que se encarna en militantes honestos, de
 inmensa entrega personal y capacidad de lucha. Algo que debería ser 
elemental en la vida política pero que se constituye en un diferencial 
decisivo ante la corrupción generalizada de la clase política vernácula,
 incluyendo sus camaleónicas transformaciones ideológicas y sus 
permanentes vueltas de campana. La participación de esta -aún limitada- 
izquierda realmente existente en ámbitos deliberativos como los 
parlamentos, su intervención en los debates públicos y sus luchas y 
movilizaciones, contribuyen a nutrir la conformación de un progresismo 
local.
Sólo ella lo pretende desmentir.
 
 
 
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