Perú
El conflicto surgido en
 la Ciudad Universitaria de San Marcos se resolverá, presumiblemente, 
pronto. Y autoridades académicas y otras, darán la razón a los 
estudiantes. No sólo porque ella los asiste, sino también porque la 
experiencia viva ha estado siempre del lado de quienes –sin esperar nada
 a cambio-se han lanzado a una acción generosa, con todos sus riesgos.
 La lucha de los estudiantes de hoy, tiene larga data. San Marcos fue 
siempre una cuna de ideas libertarías y una indiscutida plaza de 
victorias, incluso bajo los años del dominio español. Figuras del 
pensamiento nacional, como José Baquíjano y Carrillo, Pablo de Olavide, 
Vicente Morales Duárez, Hipólito Unanue, y otros; nos legaron una 
herencia cargada de altos ideales, que convivieron con las expectativas 
libertadoras de nuestro pueblo. 
 Ya en el siglo XX, asomaron los 
hálitos de la reforma universitaria iniciada en el Cusco en 1909, y que 
alcanzara particular relieve en Córdoba diez años más tarde. La 
fundación de la Federación de Estudiantes del Perú, que data de 1916, 
con la participación de Fortunato Quesada; y el Congreso universitario 
del Cusco, en 1920; marcaron hitos en la historia del Perú. 
 
Desde la década del veinte los estudiantes combatieron contra sucesivas 
dictaduras. Leguía, Sánchez Cerro, Benavides, a incluso Odría; vivieron 
una guerra permanente contra los estudiantes y la juventud. A partir de 
este periodo figuras descollantes, como José Antonio Encinas, Jorge 
Basadre y Raúl Porras, iluminaron el pensamiento peruano. 
 Y es 
que desde los años treinta, el Directorio Estudiantil jugó un papel 
aglutinador de primera importancia y dio sustento a vigorosas acciones. 
José María Arguedas, Manuel Moreno Jimeno, José Ortiz Reyes y Genaro 
Carnero Checa fueron protagonistas de valerosas acciones que marcaron la
 presencia del Grupo Rojo Vanguardia. Estuvo allí el antecedente 
histórico de otras luchas. En ellas, el movimiento universitario pasó a 
formar parte de los segmentos más progresistas, y lucidos, de la 
sociedad peruana. En las aulas sanmarquinas –pero también en otros 
claustros- las ideas más avanzadas hicieron carne en multitudes, y 
golpearon la conciencia de millones. 
 Las heroicas huelgas 
estudiantiles ocurridas en 1960 y 1964, sentaron cátedra de valor, 
dignidad y consecuencia; y fueron fuente de cuadros y esperanzas que 
nutrieron buena parte del proceso peruano en las últimas décadas del 
siglo pasado. Hoy los estudiantes sanmarquinos recogen toda esa herencia
 cargada de leyenda, y que fuera honrada por la sangre de combatientes 
de la talla de Pompeyo Herrera y Luis Mac Lean Bedoya. 
 La causa,
 ahora, enarbola otras banderas. Se trata de exigir respeto a la 
integridad territorial de los espacios universitarios, y enfrentar un 
intento de extensión del bypass construido por la Municipalidad de Lima 
en la Avenida Venezuela. Pero esta acción enfrenta dos ofensivas 
adicionales: la agresión policial injustificada dispuesta por el 
ministro Carlos Morán; y la campaña de desprestigio desatada contra la 
juventud por parte de “la prensa grande” y sus aliados de siempre. Ella,
 tratará siempre de contraponer a los jóvenes con las autoridades 
arguyendo las hueras frases alusivas a la disciplina y el orden. 
 No se necesita ser comunista, extremista o revolucionario para tener 
una idea clara del tema. Ni siquiera citar a Carlos Marx o a Federico 
Engels para saber qué suelo se pisa. Nos basta acudir a un filósofo 
español insospechado de cualquier radicalismo, don José Ortega y Gasset,
 que en su “Misión de la Universidad”, nos dice sin tapujos: 
“Es absurdo que, como hasta aquí, se considere el edificio universitario, como la casa del profesor, que recibe en ella a sus discípulos, cuando debe ser lo contrario: los inmediatos dueños de la casa son los estudiantes, completados en cuerpo institucional con el claustro de profesores. Es preciso acabar con el bochorno de que sean los profesores, con la guardia suiza de los bedeles, quienes impongan la disciplina corporal dentro de la Universidad, dando lugar a esas batallas vergonzosas en que aparecen, de un lado, los catedráticos y sus subalternos; y del otro, la horda escolar. Solo la estupidez puede tranquilizarse con echar la culpa de problemas tales a los estudiantes… Son los estudiantes, quienes previamente organizados para ello, deben dirigir el orden interior de la Universidad, asegurando el decoro de los usos y maneras, imponer la disciplina material, y sentirse responsables de ella”
 En este contexto, los estudiantes tienen 
el deber de preservar la intangibilidad de sus claustros, pero también 
velar por la calidad educativa, el nivel académico, la responsabilidad 
social y el cumplimiento de la Misión de la Universidad al servicio de 
su pueblo. 
La movilización activa de estudiantes de la Universidad 
más antigua de América y de otras de nuestro país; y la presencia de 
jóvenes de diversos centros académicos, dice mucho de la importancia de 
esta acción, que debe ser saludada y apoyada con jubilosa alegría. ¡En 
buena hora los jóvenes ocupan masivamente un puesto de combate! ¡San 
Marcos, sigue siendo Plaza de Victorias!   
 
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