El enorme impacto
de la fórmula Fernández-Fernández ilustra el cambio de escenario
político, que ha generado el fracaso económico de Macri. Ese categórico
revés deteriora todos los preceptos neoliberales de los últimos años,
facilita el resurgimiento del peronismo y replantea la intervención de
la izquierda.
Ya nadie discute que el alocado endeudamiento
oficial financió la fuga de capitales. Los préstamos no sirvieron para
construir puentes, represas u hospitales, sino para perpetrar un
vaciamiento financiero mayúsculo. Las consecuencias están a la vista:
demolición de la industria, desempleo de dos dígitos, estanflación y
agravamiento de la indigencia.
Este desastre socava todas las creencias que acompañaron el ascenso de Cambiemos.
Los argumentos oficiales han perdido credibilidad. El desplome de la
economía ya no puede ser atribuido a la gestión anterior y la simple
identificación de la corrupción con el populismo no es verosímil. Pocos
mandatarios han utilizando tan descaradamente el poder público para
enriquecer a su grupo familiar. Macri será recordado por la banda de
espías, magistrados y periodistas que forjó, para armar causas
judiciales y extorsionar adversarios.
Pero su calamitosa gestión
no ha quebrado el sostén de los principales poderes al gobierno. Trump,
los grandes medios de comunicación, la elite financiera, las empresas
energéticas y el agro-negocio siguen a apostando por Macri y utilizarán
todos sus recursos para intentar la reelección.
No sólo
afianzarán la grieta con campañas sucias y maniobras de los servicios de
inteligencia. Tratarán de preservar el veranito cambiario para
maquillar el ajuste, aprovechando la sumisión de la UCR y la impotencia
del peronismo federal. Buscarán lucrar con el atascamiento de la avenida
del medio y con las vacilaciones de los cómplices parlamentarios de sus
tropelías.
El nivel de padecimientos populares que sucedería a
un improbable triunfo de Macri es inimaginable. Por eso resulta
imprescindible impedir esa posibilidad.
CINCO MENSAJES DE LOS FERNÁNDEZ
La impactante irrupción de nuevo binomio FF confirma la centralidad que
mantiene Cristina. Sus iniciativas definen la agenda política e indican
el rumbo proyectado por el kirchnerismo. Al situar a Alberto en la
cabeza de la fórmula, CFK afianzó una propuesta conservadora. Todos los
gestos y definiciones Fernández han ratificado ese sendero .
El
nuevo presidenciable ponderó al neoliberal Nielsen como futuro gestor
de la deuda, rechazó retomar la ley de medios e introducir reformas
significativas en la justicia. Mantuvo un significativo silencio sobre
Venezuela, emitió confusas declaraciones sobre el aborto e hizo varios
guiños a dirigentes del PRO como Monzó y Larreta.
Cristina
seleccionó a Fernández para edificar un gobierno distanciado de las
experiencias progresistas. Eligió un exponente del establishment, que ha
operado dentro del peronismo federal para sostener a Macri en el
Congreso. Los mensajes de la nueva fórmula giran en torno a cinco ideas
de creciente difusión.
El primer planteo destaca que el país
saldrá adelante mediante un gran acuerdo nacional. Se pondera el Pacto
Social que implementó Gelbard en los años 70, olvidando que esa
concertación duró poco y desembocó en una crisis de gran porte. La
burguesía nacional que sostenía ese proyecto ya estaba muy enflaquecida
como clase dominante. En la actualidad, ni siquiera subsiste como sombra
de ese grupo social.
Los recuerdos de otros convenios
nacionales suelen resaltar sesgadamente la concordia. Se elogia con
frecuencia el reencuentro de Perón con Balbín, pero se olvida el
contubernio más reciente entre Menen y Alfonsín. Ese pacto habilitó la
reelección del riojano y la consiguiente entrega del país. El sentido
conservador del nuevo acuerdo propuesto se verifica en la comparación
del futuro retorno de Cristina con el último mandato de Bachelet. Esa
gestión aseguró en Chile la continuidad del orden neoliberal.
La
segunda idea que difunde el binomio FF es la necesidad de un acuerdo
más amplio, para negociar con fuerza ante el FMI. Pero ese
ensanchamiento implicaría sumar a todos los exponentes de los grupos
dominantes locales. En realidad, con personajes como Nieslen, Massa, o
Monzó, el FMI tendrá más aliados para imponer sus demandas. A cambio de
prorrogar los plazos de pago exigirá la aprobación parlamentaria de la
reforma previsional y laboral.
Ya se escuchan voces preparando
ese escenario. Sugieren que en un contexto internacional adverso habrá
que aceptar los compromisos amargos. Señalan que en un mundo gobernado
por Trump y Bolsonaro no se podrá hacer otra cosa. Pero la experiencia
griega ilustra las consecuencias de esa conducta. También allí se
propuso negociar con firmeza y finalmente se aceptó el recetario del
ajuste. Las consecuencias han sido tremendas: recesiones interminables,
un tercio del PBI desplomado y gravísimos retrocesos sociales.
El antecedente heleno es muy pertinente por el lugar que ocupa el FMI
frente a la Argentina. Esa gravitación se asemeja al protagonismo que
tuvo la Troika ante Grecia. La expectativa de evitar la degradación
helena implementando el modelo contrapuesto de recuperación portuguesa,
choca con las grandes diferencias que distinguen a la economía lusitana
de la argentina2.
La adversa realidad que afronta el país es habitualmente omitida,
mediante genéricas convocatorias a renegociar a la deuda. Se realza la
necesidad de reestructurar los pagos, sin aclarar cómo se efectivizará
esa modificación. Tampoco se especifica cuál será el precio de esa
remodelación y quién afrontará los desembolsos. Sólo se habla de impedir
el default, sin objetar con el mismo énfasis las contra-reformas que
exigirá el FMI.
Conviene recordar que los directivos del Fondo
jugarán su propia continuidad en esas tratativas. Han adoptado
compromisos de auxilio inéditos en la historia de ese organismo y es muy
ingenuo suponer que han cambiado. No son más benévolos que sus
antecesores. Comparten con Macri una responsabilidad directa por el
desastre de la economía argentina.
La tercera idea de FF resalta
que “si pudimos en el 2003, podremos en el 2020”. Prometen una salida
indolora que recreará lo ocurrido durante esa gestión. Afirman ellos lo
hicieron y saben cómo repetirlo. Pero silencian las grandes diferencias
entre ambos escenarios . La fuerte recuperación de la década pasada se
asentó en el quinquenio de alivios del endeudamiento que sucedió al
default. También estuvo facilitada por la gran desvalorización de
capitales y salarios que generó la mega-devaluación previa.
Posteriormente se sostuvo en el superciclo favorable de los precios de
las materias primas.
Como la prioridad actual de los Fernández
es evitar la suspensión de pagos de la deuda, no se entiende cual sería
el basamento de la recuperación. Macri ha implementado un brutal ajuste,
pero no consumó el “trabajo sucio” que recompuso los negocios en el
2001-03. Además, el contexto comercial internacional es actualmente
desfavorable. Este diagnóstico realista es soslayado con la simple
añoranza de la década anterior.
El cuarto planteo de la nueva
fórmula pondera el “reencuentro en las diferencias”. Se exalta la
reconciliación de los Fernández, sin revisar el contenido de las
divergencias anteriores. Se olvida que el Cristinismo surgió en franca
contraposición a los planteos de Alberto. Los dos temas de gran
disidencia fueron la actitud frente al conflicto con el campo
(resolución 125) y la ley de medios. El nuevo candidato presidencial
siempre mantuvo excelentes relaciones con Clarín y cultivó un perfil pro-sojero semejante a Felipe Sola.
Esa postura ha sido coherente con su trayectoria conservadora. Al igual
que Massa y Boudou proviene de la derecha y sólo ha navegado por las
vertientes tradicionales del aparato justicialista. Fue candidato de
Cavallo y desconoce la militancia popular. Estos antecedentes no son
menores para el rumbo que adoptaría su presidencia.
El quinto
mensaje del nuevo kirchnerismo remarca la prioridad de ganar las
elecciones, a cualquier precio y con todo tipo de alianzas. Por eso
prevalece un significativo abandono de la movilización en torno a
planteos radicales. Basta comparar la reciente celebración del 25 de
mayo con la realizada el año pasado, bajo las banderas de confrontar con
el FMI. Las consignas de esa manifestación han sido suprimidas, con la
expectativa de atraer los votos faltantes para la victoria.
Pero
ese razonamiento olvida que el tono de una campaña se proyecta al rumbo
posterior del gobierno. Cuando se pretende implementar transformaciones
sociales significativas, no hay contraposiciones entre la calle y el
sufragio. Las metas anheladas inducen a movilizar plenamente las
energías y la conciencia popular.
Ese nivel de presencia
popular será determinante (como siempre ha ocurrido en Argentina) del
escenario pre y pos electoral. La contundencia y masividad del quinto
paro general contra el gobierno ya confirma esa gravitación. Pero hasta
ahora, el balance de la lucha social es contradictorio.
Por un
lado, Macri no logró doblegar la resistencia a sus agresiones y debió
recular en todos sus intentos de quebrar la acción sindical. Fracasó
especialmente con los docentes y los gremios aeronáuticos. En ningún
momento pudo imponer la derrota social que exigía la implementación de
su ajuste. Pero por otra parte, no se ha verificado una respuesta
popular acorde al nivel del atropello gubernamental. El pico de
movilización alcanzado a fines del 2016 en la batalla contra la ley
previsional, no tuvo continuidad.
Esta limitada reacción obedece
a la descarada sumisión de la cúpula de la CGT. Pero también ha
influido el impacto negativo del desempleo o la pobreza y la pasividad
de la clase media, que respondió con pocos cacerolazos a los brutales
tarifazos.
La coyuntura en curso está signada por la expectativa
electoral. El grueso de la población espera lograr en las urnas, lo que
no obtuvo en las calles. Pero las propias promesas que se emitirán
durante la campaña podrían alimentar una nueva oleada de demandas
populares.
Esos reclamos incidirían en la futura gestión.
Conviene recordar que todos los gobiernos del peronismo se han
caracterizado por significativas tensiones entre sectores conservadores y
contestatarios. Esas divergencias ya se perciben bajo la apariencia de
unanimidad, en torno a la fórmula Fernández-Fernández. Los temas de
potencial conflicto incluyen el manejo de la deuda, el aborto y la
actitud frente los medios de comunicación.
DEFINICIONES DE LA IZQUIERDA
La voz de los candidatos de izquierda aporta el programa que necesita
el país para resolver su gravísima crisis. Sólo ese sector expone con
claridad las iniciativas requeridas para confrontar con el FMI. La
difusión de ese planteo es indispensable, en medio de la gran burbuja de
promesas y vaguedades que domina la campaña electoral.
La
izquierda subraya en forma categórica la prioridad de los salarios y las
jubilaciones frente al pago de los intereses de la deuda. En lugar de
cumplir con los acreedores propone garantizar los derechos de las
mayorías populares.
Remarca, además, la imprescindible revisión
de todas las erogaciones externas. Como el grueso del pasivo contraído
por Macri financió la fuga de capitales, resulta impostergable
investigar quién se apropió de ese dinero. Una auditoría de la deuda
serviría para conocer a los enriquecidos con las Leliqis, las Lebacs y
los bonos a 100 años. Esos beneficiarios de la bicicleta financiera
deberían solventar las consecuencias de su desfalco.
Los
voceros de la izquierda señalan también que ningún proyecto es viable
sin la administración estatal de las divisas. El estricto control de
cambios y la nacionalización de los bancos son insoslayables, para
cualquier manejo soberano de los recursos nacionales. La propagación de
estos mensajes es importante en una coyuntura de gran silencio de muchas
figuras, que en el pasado compartían el rechazo a los pactos con el
FMI.
También es vital facilitar el ingreso del mayor número de
diputados de la izquierda a las legislaturas. Sólo esa presencia
asegurará los votos de rechazo frontal a cualquier tentativa de futuro
ajuste. No se puede esperar lo mismo de la bancada que secundará a los
Fernández.
Un alto número de representantes del peronismo
siempre adoptó conductas camaleónicas. Han sido permisivos a las
presiones del poder económico o mediático y tendieron a ubicarse con los
vencedores del momento. Basta recordar cuántos se subieron al barco del
kirchnerismo ascendente y cuántos abandonaron la misma tripulación en
los momentos adversos.
Los diputados de izquierda garantizan
total fidelidad a la causa popular y actitudes valientes frente a los
represores. Siempre estarán en la primera fila de la lucha social.
Pero la izquierda continúa afectada por indescifrables divergencias y
narcisismos que impiden la presentación listas comunes. Además, el
sectarismo obstruye la conformación de frentes abiertos a otros
segmentos políticos y sectores no partidarios.
La campaña en
curso también exige amoldar los mensajes, a la expectativa que despierta
la fórmula de los Fernández. Resulta indispensable construir puentes de
diálogo con el sentimiento popular. No basta con la validez de un
programa. Hay que poder explicarlo a un auditorio esperanzado con las
propuestas del peronismo.
En los debates internos de la
izquierda existe un reconocimiento de estas dificultades, que ya se
verifican en los comicios provinciales. Pero frecuentemente se atribuye
en forma unilateral las adversidades al reflujo de la lucha social,
cuando el problema más significativo se ubica en el terreno político.
La recomposición del peronismo sucede en la actualidad a la gran decepción provocada por Cambiemos.
De la misma forma que Macri capturó el grueso del descontento con la
última gestión de CFK, el kirchnerismo canaliza la defraudación con la
derecha.
Ese protagonismo diferencia el contexto actual del
2001. Aunque la crisis económica presenta una intensidad semejante, no
se ha repetido la quiebra precedente del régimen político. Al contrario,
el nivel de concurrencia electoral es muy elevado. Además, la adversa
memoria popular con el menemismo ha sido reemplazada por un recuerdo
favorable del alivio imperante durante el kirchnerismo.
Los
desafíos de la izquierda también incluyen la maduración de una posición
frente al eventual ballotage entre el macrismo y los Fernández. Muchos
afirman que resulta inútil anticipar esa definición, mientras la segunda
vuelta permanezca en el nebuloso terreno de las posibilidades. Pero en
la medida que ese desenlace organiza todas las estrategias, comentarios y
encuestas, no es ocioso definir qué haría la izquierda.
Un
pronunciamiento categórico por el voto contra la derecha en un ballotage
de noviembre, contribuiría a mejorar el perfil electoral legislativo de
la izquierda. Fue la postura adoptada en Brasil frente a Bolsonaro y
son incontables las razones que justifican esa actitud.
Clarificar estas líneas de intervención es de gran utilidad, en un país
con tantas sorpresas. El vértigo de los acontecimientos suele obstruir
ese esclarecimiento. Un buen barómetro permitirá lidiar con el aluvión
de los próximos acontecimientos.
Nota:
[1] Hemos retratado esas diferencias en: Katz, Claudio. Más grave que Grecia y lejos de Portugal: www.lahaine.org/katz, 6-4-2019.
Claudio Katz es economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA y miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
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