Conflicto de Estados Unidos contra China (I)
Barómetro Latinoamericano
El planeta se encuentra
 suspendido de un hilo y sigue con suma expectación las noticias 
vinculadas a lo que se ha dado en llamar “guerra comercial” entre 
Estados Unidos y China. Vale debatir si en realidad se trata de una 
guerra y si en verdad las causas de su inicio y la actual escalada tiene
 un trasfondo de orden comercial.
Como es sabido, este conflicto fue 
iniciado en marzo de 2018 tras un anuncio realizado por el presidente de
 Estados Unidos Donald Trump, quien informó su decisión de imponer 
aranceles por un monto 50 mil millones de dólares a los productos chinos
 bajo el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974, sustentado en el 
supuesto de “prácticas desleales de comercio” y “robo de propiedad 
intelectual” por parte de la nación asiática. Unos días después, China 
respondió aplicando aranceles a 128 productos estadounidenses, dando 
origen de esa manera a un escalamiento del diferendo que pareció entrar 
en una etapa de tregua y posteriores negociaciones tras el encuentro de 
los presidentes de ambos países en Buenos Aires el pasado 1° de 
diciembre en el marco de la celebración de la Cumbre del G-20.
Sin
 embargo, tras 11 rondas de conversaciones realizadas en ambas 
capitales, el conflicto lejos de acercase a una culminación exitosa, ha 
escalado incluso con la decisión de imponer nuevos aranceles por parte 
de Estados Unidos justo cuando estaba por comenzar la realización de ese
 décimo primer encuentro bilateral que se habría de realizar en 
Washington durante la segunda semana de este mes de mayo.
El 10 
de mayo Estados Unidos aumentó los aranceles a las importaciones chinas 
por un valor de 300 mil millones de dólares elevándolos de 10 a 25%, a 
lo que Beijing respondió anunciando un plan que se propone introducir 
gravámenes sobre las importaciones estadounidenses a partir del 1° de 
junio por valor de 60 mil millones de dólares.
Pero, como hemos 
dicho con anterioridad, el verdadero eje del problema es que la 
República Popular China va logrando una superioridad tecnológica 
respecto de Estados Unidos que la coloca en una mejor posición para 
avanzar en su desarrollo hacia una economía fortalecida que la va a 
colocar en las próximas décadas en la vanguardia económica del planeta y
 que a través del Plan de la Nueva Ruta de la Seda ha generado un 
mecanismo que trae prosperidad no sólo a su país sino a otros pueblos 
del mundo corroyendo con ello el sistema mediante el cual se usan las 
relaciones económicas internacionales como instrumento de opresión, 
subordinación y miseria para la mayor parte de la humanidad.
De 
manera tal que tras la llamada guerra comercial se esconde en realidad 
una guerra tecnológica que es expresión de la desesperación 
estadounidense por el elevado desarrollo científico chino, que por 
primera vez en los últimos 130 años ha coloca a la potencia 
norteamericana en un lugar secundario en este ámbito.
El 
principal conflicto se ha desatado en torno a la nueva generación de 
comunicación móvil denominada 5G obtenida por China con un adelanto de 8
 meses respecto de Estados Unidos. Vale decir que este país había 
consiguiendo la primacía en las previas 3G y 4G. La tecnología 5G traerá
 indudables implicaciones en las actividades sociales, geopolíticas, 
empresariales y militares al ser 40 veces más rápida que la 4G y tener 
una capacidad de transmisión de datos ostensiblemente mayor al poder 
desarrollar a través de ella la conexión de grandes bases de datos, la 
expansión de aplicaciones de inteligencia artificial, incluyendo 
robótica de carácter avanzado y la posibilidad de múltiples conexiones 
ultrarrápidas de internet entre ciudadanos, organizaciones y cosas como 
dinero móvil, vehículos sin conductores, cirugías a distancia, enseñanza
 virtual y uso de drones, mucho de lo cual ya está en uso en China.
En
 la escalada del problema creado, el pasado 12 de mayo el gobierno de 
Estados Unidos difundió una lista de casi cuatro mil productos chinos a 
los cuales podría imponer nuevos aranceles, al mismo tiempo el 
presidente Trump dijo que estaba estudiando la posibilidad de decidir 
aplicar tarifas del 25% al resto de las mercancías chinas que hasta ese 
momento no tenían tales gravámenes y que había dado instrucciones para 
dar los pasos iniciales en esa dirección a partir de lo cual la 
administración estadounidense dio inicio formal al proceso de aprobación
 de nuevos impuestos con la publicación de un listado de 3805 categorías
 de bienes valorados en 300 mil millones de dólares anuales, el cual 
incluye mercancías como celulares, computadoras personales, leche, acero
 y aluminio.
De manera frontal, y utilizando un tono inusitado 
para su tradición diplomática, la respuesta china fue frontal, el martes
 14 de mayo el portavoz de la Cancillería, Geng Shuang informó que “La 
experiencia anterior fue testimonio de que China no quiere una guerra 
comercial, pero tampoco tiene miedo de ella; si alguien provoca una 
guerra en la entrada a nuestra casa, vamos a luchar hasta vencer”. Geng 
también manifestó la esperanza de que Estados Unidos no menosprecie la 
disposición de China de defender sus intereses. De manera clara, China 
ha asumido que lo que ha decidido Estados Unidos es la realización de 
una guerra y como tal se está preparando para defenderse y contrarrestar
 los efectos de la misma. No hay que olvidar que la guerra es la 
continuación de la política y Estados Unidos ha decidido una política de
 confrontación y enfrentamiento para lograr la derrota del enemigo.
Al
 día siguiente, 15 de mayo, en un editorial titulado: "China ha hecho la
 preparación integral" leída en el noticiero estelar de la Televisión 
Central de China (CCTV) el gobierno envió un mensaje al pueblo en el que
 se informa acerca de de su posición en torno a la confrontación 
planteada por Estados Unidos. En el mismo se comunica que "…no queremos 
esta lucha, pero no tenemos miedo y vamos a luchar si es necesario". En 
el imaginario de los ciudadanos chinos, el trasfondo del conflicto no 
tiene carácter comercial ni económico, sino que lo ha entendido como una
 lucha por el honor y en salvaguarda de la integridad del país. El 
editorial antes mencionado toma nota de este sentimiento y lo manifiesta
 de la siguiente forma: "Para la nación china que ha experimentado 
varias tormentas en los últimos 5.000 años, ¿hay alguna situación que no
 hemos visto antes? En el proceso de la gran revitalización de la 
nación, tiene que haber dificultades e incluso olas terribles. La guerra
 comercial provocada por Estados Unidos es sólo una barrera en el camino
 de desarrollo de China, y no es un gran problema en absoluto".
La
 respuesta china produjo irritación extrema en Washington, no 
acostumbrado a que alguien en el mundo le responda de igual a igual, el 
jueves 16 de mayo, el presidente Trump afirmó que China resultaría 
gravemente perjudicada si los dos países no llegan a un acuerdo 
comercial porque las tarifas impuestas por Estados Unidos obligarán a 
las compañías a trasladar la producción a otros países.
Vale 
considerar que en su comparecencia ante los medios de comunicación el 
portavoz Geng había expresado que Estados Unidos no necesitaba 
preocuparse por la estabilidad de China porque durante las cuatro 
décadas de desarrollo de la política de reforma y apertura, el entorno 
de inversión extranjera del país había mejorado continuamente, lo que ha
 conducido a que China sea uno de los mayores destinos en el mundo para 
la inversión extranjera alcanzando un nivel récord en diciembre del año 
pasado.
Este último aumento de las tasas, impulsado por el 
presidente Trump y los planes de China de contrarrestarlas, han influido
 negativamente en las empresas estadounidenses afincadas en el país 
asiático. En ese marco, contradiciendo a Trump quien afirmó que lo que 
tenían que hacer las empresas estadounidenses era construir sus fábricas
 o manufacturar sus productos en Estados Unidos, para lo cual no 
tendrían que pagar ningún arancel, algunas de las principales compañías 
han dudado de ese ofrecimiento e incluso Exxon Mobil decidió establecer 
un proyecto de productos petroquímicos a gran escala en China. De la 
misma manera, la fabricante de vehículos eléctricos Tesla comenzó 
oficialmente la construcción de una planta de fabricación en Shanghái, 
su primera en el extranjero, y la corporación agrícola Cargill decidió 
ampliar su capacidad de procesamiento central en la provincia china de 
Jilin en abril. De la misma manera, un grupo de 170 empresas de la 
industria del calzado encabezadas por Adidas, Nike, Converse, Puma y 
Clarks entre otras, han enviado una carta al presidente Donald Trump en 
la que le instaron a reconsiderar los aranceles a los zapatos fabricados
 en China, al estimar que tal política puede resultar "catastrófica" 
para "empresas, consumidores y la economía estadounidense en general", 
considerando que el 72% de los zapatos que importa Estados Unidos, 
provienen de China.
Tales hechos dan cuenta de que estas 
empresas, dado su carácter transnacional no necesariamente actúan en 
sintonía con su país de origen, sino que deciden sus destinos de 
inversión y eligen a sus socios comerciales a partir de sus mejores 
intereses en la búsqueda de mayor ganancia. Retirarse de China podría 
significar para estas empresas la pérdida del mayor mercado mundial, que
 además está en permanente expansión dados los importantes avances de 
China en la lucha contra la pobreza y el incremento constante en los 
niveles de consumo de su población.
Por otra parte, en un 
esfuerzo por atraer nuevos inversionistas y mantener los que tienen, 
China continúa reduciendo las limitaciones para la inversión extranjera,
 reservándose para si, solo las áreas estratégicas de la economía y las 
que están vinculadas a la industria para la defensa.
En ese 
ámbito, la nueva Ley de Inversión Extranjera, que entrará en vigencia el
 1° de enero de 2020, fomentará más inversiones en China ya que generará
 una mayor confianza en un entorno estable, transparente, previsible y 
justo para las inversiones extranjeras. Las medidas para la ampliación y
 mayor eficiencia (que incluye una fuerte lucha contra la corrupción) en
 la aplicación de la política de reforma y apertura permitirán además la
 racionalización y una mayor descentralización en la toma de decisiones 
incidiendo en la creación de un mejor ambiente empresarial en el país.
En
 esa medida, Estados Unidos se enfrenta a racionales políticas de Estado
 asumidas por la dirección china encaminadas a hacer avanzar la 
economía, evitando en todo momento el conflicto y enfrentándolo solo 
porque es un escollo que la insensata administración Trump ha planeado 
como vía para que su país pueda salir del marasmo económico en el que se
 encuentra.
En ese sentido, los datos que aporta una encuesta 
realizada entre el 16 y el 20 de mayo de manera conjunta por la Cámara 
de Comercio Americana en Shanghái (AmCham Shanghai) y la Cámara de 
Comercio Americana en China, con sede en Beijing (AmCham China) 
establece con claridad que las medidas tomadas por el presidente Trump 
están incidiendo negativamente en las empresas estadounidenses que se 
encuentran en China. La pesquisa da cuenta que el mayor impacto viene 
dado por el perjuicio a la competitividad de la gran mayoría de los 
encuestados (el 74,9%), lo cual se ha reflejado en una menor demanda de 
mercancías, mayores costos de producción y superiores precios de venta 
de productos que condujeron a mayores costos operativos que tuvieron 
fuerte impacto en el 45,6% de las empresas que se vieron impelidas a 
localizar fuentes alternas para la colocación de sus productos.
No
 obstante, China había tomado medidas en ese sentido, cuya comprensión 
generó grandes debates en diferentes escenarios, en torno al estado real
 de la economía china, toda vez que las mismas expusieron que ella se 
encontraba en un proceso de ralentización indetenible, sin embargo, el 
gobierno chino explicaba que dadas las dificultades por las que 
atravesaba la economía global se hacía necesario disminuir las metas en 
el crecimiento del PIB, y trasladar el producto que emanaba de esa 
mengua en el flujo de las exportaciones a su gigantesco mercado interno 
que todavía posee un gran potencial para absorber los excedentes de 
producción que el conflicto generado por el gobierno de Estados Unidos 
podría crear. Así, muchas empresas estadounidenses y de otros países, se
 han acogido al plan “En China, para China” que consiste en ubicar su 
producción en el mercado local de un país poseedor de un potencial de 
1.4 millones de consumidores. El gigantesco mercado chino es la primera 
arma que tiene ese país para enfrentar la guerra de Trump… pero no es la
 única.
 

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