Detenidos, varios ex funcionarios
El ex mandatario tiene abiertos 10 procesos relacionados con sobornos

▲ Michel Temer, ex presidente de Brasil, llega escoltado por elementos 
de la policía federal a Río de Janeiro procedente de Sao Paulo, donde 
fue arrestado ayer.
Río de Janeiro. Desde el último día del año pasado, 
cuando terminó su mandato presidencial y perdió el derecho al fuero, la 
duda no era si Michel Temer y algunos de sus ministros serían detenidos,
 sino cuándo sucedería, ya que existen 10 juicios por corrupción contra 
el ex presidente.
Además de Temer fueron detenidos Wellington Moreira Franco, su brazo 
derecho y ex ministro de Minas y Energía, y Joao Baptista Lima, coronel 
retirado de la policía militar de Sao Paulo, acusado de ser su 
testaferro desde hace 40 años en un esquema de corrupción. Los tres se 
encuentran en prisión preventiva por tiempo indeterminado, de acuerdo 
con la legislación brasileña.
La defensa presentó ya un recurso en segunda instancia, y según 
medios jurídicos, es probable que haya una decisión favorable al ex 
mandatario.
La prisión preventiva a Temer ocurre en un momento propicio para el 
gobierno. La noticia concentrará la atención durante los próximos días, 
justo cuando la popularidad del ultraderechista Jair Bolsonaro, el 
capitán que lo sucedió en el cargo, se desploma a velocidad vertiginosa.
 Apartarse de los reflectores será, aunque sea por algún tiempo, un 
alivio.
Además, la noticia sirve para rescatar la imagen de la operación Lavado Rápido (Lava Jato) y
 la de su mentor, el ex juez y actual ministro de Justicia y Seguridad 
Pública, Sergio Moro, quien se encuentra sumamente desgastado.
Hasta hace poco ídolo de la clase media, de los grupos hegemónicos de
 comunicación y de los dueños del capital, encargado de encarcelar e 
impedir que Luiz Inácio Lula da Silva contendiera en las elecciones 
presidenciales, Moro fue nombrado superministro.
Sin embargo, rápidamente perdió fuerza al sufrir sucesivas derrotas. 
La más reciente se dio cuando fue duramente criticado en público por el 
presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, precisamente el día 
anterior a las prisiones.
A propósito, puede que sea coincidencia, pero vale la pena recordar 
que Moreira Franco está casado con la suegra de Maia. La orden de 
prisión firmada por el juez de primera instancia de Río de Janeiro, 
Marcelo Bretas, tiene fecha del pasado viernes.
Esta nueva erupción se da a pocos días de que el Supremo Tribunal 
Federal impuso varias limitaciones al establecer que los casos de uso de
 dinero ilegal en campañas políticas sean llevados por la justicia 
electoral. Bajo esa acusación, la operación Lavado Rápido cometió una vasta serie de arbitrariedades.
Además, sus integrantes impidieron que Lavado Rápido se 
apoderara, para crear una fundación privada, de unos 630 millones de 
dólares de un acuerdo entre la estatal Petrobras y la justicia de 
Estados Unidos. Desatado el escándalo, el máximo tribunal actuó con 
inusual velocidad.
El juez Bretas, al ordenar el arresto de Temer, trató de pasar al 
electorado bolsonarista el mensaje de que, pese a las presiones, la 
operación Lavado Rápido sigue combatiendo la corrupción.
Es verdad que en el caso de Temer y los demás detenidos, al contrario
 de lo que pasa en la situación del ex presidente Lula, sobran las 
pruebas. Las acusaciones se remontan a los tiempos en que Temer era 
diputado local en Sao Paulo, y siempre fueron conocidos sus intereses en
 el puerto de Santos, que controló durante décadas. Las pruebas van 
desde grabaciones de audio hasta filmaciones que no dejan lugar a dudas,
 como la de su entonces asesor especial Rodrigo Rocha Loures, corriendo 
por la calle arrastrando una valija con unos 200 mil dólares. Según la 
fiscalía, se trataba de la cuota semanal del esquema de sobornos 
destinada al entonces presidente.
Ya instalado en el poder gracias a un golpe institucional, Temer no 
sólo mantuvo la costumbre de cobrar sobornos, sino que la amplió 
enormemente.
Sin embargo, la noticia, que sirvió de alivio para el ultraderechista Bolsonaro, podría traerle problemas.
Las relaciones de su gobierno con el Congreso andan mal y la 
escandalosa prisión de Temer y Moreira Franco servirá para elevar el 
precio de cada diputado a cambio del apoyo a las reformas pretendidas 
por Bolsonaro.
Es natural que el capitán presidente pretenda capitalizar los 
beneficios de los arrestos de ayer ante la opinión pública, pero para 
aprovecharlos tendrá que demonizar una vez más a la clase política, 
justo cuando más la necesita.
La Bolsa de Valores se desplomó, el dólar y el euro se dispararon, la
 difusa opinión pública aplaudió. Ahora, a ver qué pasa. Todo depende 
del tiempo que Temer y compañía sigan presos.
Foto Afp
Eric Nepomuceno
Especial para la jornada
Periódico La Jornada
 
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