Entrevista con Vidalina Morales y Manuela Morales, defensoras de la tierra de la comunidad de Cabañas en El Salvador
La gira “Agua para la
tierra” organizada por la asociación Perifèries en coordinación con
otras organizaciones de solidaridad internacionalista, que recorre las
principales universidades del País Valencià, nos trae la historia de dos
mujeres, Vidalina Morales y Manuela Morales, originarias de la
comunidad, Santa Marta en El Salvador. Una comunidad que, tras ser
arrasada en los años 80, ha logrado impulsar una ley inédita que prohíbe
la actividad de la industria minera en su país.
Una región en el punto de mira
Centroamérica ha sido en los últimos tiempos una de las regiones del
planeta donde se ha fijado la atención internacional. En Nicaragua los
estudiantes han protagonizado las protestas contra el gobierno de Daniel
Ortega desde el pasado abril, con un saldo de más 320 muertos y más de
600 presos políticos. Cerca de 8 mil personas atraviesan México huyendo
de la miseria y la violencia en Honduras. En su paso por Guatemala al
menos un millar de personas se unieron a esta caravana migrante por
razones similares. Estos países junto a El Salvador, en el que nos
centraremos en esta ocasión, sufren además las guerras de despojo de sus
recursos naturales. Esta agresión derivada de los tratados neoliberales
de libre comercio, tiene su antecedente en las guerras que sufrió
Centroamérica durante los años 80. Así lo explica el guatemalteco
Rolando Morán, miembro de asociación valenciana Perifèries. “Durante
aquellos años se vivieron auténticas guerras de exterminio. Guatemala
sufrió un genocidio de 200 mil personas, 50 mil desparecidos y un millón
de desplazados, en El Salvador se contabilizaron 75 mil víctimas,
Honduras y Nicaragua fueron invadidos por ejércitos mercenarios
adiestrados y financiados por Estados Unidos. En las mismas zonas donde
hubo masacres hay hoy multinacionales hidroeléctricas, mineras y de
monocultivo. Estas empresas actúan con prácticas militares; muchos
militares se reciclaron pasando a formar parte de las empresas de
seguridad de estas multinacionales. Un caso paradigmático es el de Berta
Cáceres, en cuyo asesinato al menos la mitad de los 8 imputados son
ex-militares o están relacionados con el ejército.”
Ante
este escenario parecería que no caben más posibilidades que la
resignación o el lamento. Sin embargo desde miles de comunidades de toda
Latinoamérica nos llega siempre un mensaje que se repite
constantemente: llevamos 500 años de resistencia. Esta memoria, esta
vivencia y este aprendizaje de siglos no son un eslogan, son una
realidad que sirve para forjar un carácter y una determinación. La
historia que contamos aquí es la de una comunidad, la de Santa Marta en
El Salvador, que tras ser arrasada su tierra y exiliada su población
renació para fortalecerse aún más y lograr que su país fuera el primero
en el mundo en aprobar una ley que prohíbe el despojo que supone la
minería de oro y plata.
Bajo el lema “Agua para la tierra;
defendiendo bienes comunes y construyendo alternativas” la asociación
Perifèries que promueve la solidaridad y la cooperación
internacionalista, organizó la visita de dos mujeres, Vidalina Morales y
Manuela Morales, que recorrieron las Universidades de València,
Castellón y Alicante para dar testimonio de la historia, la lucha y los
logros de su comunidad. Estas dos mujeres campesinas miembras de ADES
(Asociación de Desarrollo Económico y Social) representan el importante
papel desempeñado por las mujeres en la lucha por los derechos de sus
comunidades.
Destrucción y renacimiento de una comunidad
En 1980 comienza la guerra civil en El Salvador. La comunidad de Santa
Marta es bombardeada y arrasada y su población huye hacia Honduras,
donde se refugiaron hasta 60 mil salvadoreños. En el camino al exilio
hostigados por el ejército salvadoreño al menos 400 personas mueren en
lo que se conoce como la masacre del río Lempa. “Durante los siete
años de exilio en Honduras la comunidad de Santa Marta permaneció unida y
organizada, nuestro deseo siempre fue regresar. ACNUR tenía otros
planes para nosotros y pretendía rehubicarnos definitivamente en el
interior del país pero la comunidad se opuso y regresó a su territorio
siete años después cuando todavía quedaban cinco años más de una guerra
que terminó en 1992,” cuenta Manuela.
Cuando regresaron a su
tierra sus pueblos habían quedado arrasados, no quedó nada en pie y
tuvieron que empezar de cero. Constituimos ADES y comenzamos a trabajar.
Hoy la comunidad de Santa Marta, donde conviven más de 600 familias,
está en mucho mejor situación que otras comunidades vecinas. En un
impresionante ejemplo de autogestión han levantado escuelas y centro
sanitarios. “Formamos a nuestros propios promotores educativos porque
quisimos que nuestros niños no perdieran la memoria de todo lo que nos
tocó vivir, algo necesario para conservar nuestra identidad como
comunidad. Por lo mismo no permitimos la implantación de modelos
educativos llegados de fuera. Colectivizamos la tierra formando una
cooperativa legalmente constituida entre todas las familias. Fue una
decisión de la comunidad porque temíamos que si algunas tierras estaban
en propiedad de alguna persona pudiera pasar algo con ella y tener
problemas para reclamarla. La comunidad decidió que era mejor actuar
así, una tierra común en la que todos vivimos y cultivamos. La unión de
la comunidad es la que permitió que pudiéramos rehacernos desde la anda.”
En este proceso de reconstrucción también se creó Radio Victoria, que
recientemente ha cumplido 25 años, una radio comunitaria que sería clave
en la lucha contra las mineras.
La lucha contra la minería
Pacific Rim fue la multinacional canadiense que pretendía asentarse en
Santa Marta para levantar mineras de oro y plata. Vidalina explica cómo
“entre sus estrategias fue la de crear una fundación que con el lema
de la “Minería Verde” pretendía convencer a la gente de las bondades
supuestamente ecológicas de la minería y de las ventajas a nivel laboral
y de progreso que traería a la comunidad.” Los medios de comunicación repitieron y amplificaron este mensaje. Con la excepción, claro está, de radio Victoria. “Hay
un control casi total de los medios de comunicación masivos de la que
se escapan las 23 radios comunitarias que existen en el país y que
comparten una sola frecuencia para todas. A los compañeros de Radio
Victoria se les intentó sobornar y cuando esto no funcionó, recibieron
amenazas personales y familiares por lo que algunos tuvieron que
exiliarse durante algún tiempo.” Pero las amenazas contra defensores
medioambientales y líderes comunitarios no se detuvieron aquí. La
oposición de la comunidad al proyecto minero se saldó con varias
muertes. Como la de Dora Alicia Recinos que estaba embarazada cuando la
asesinaron, a Marcelo Rivera Moreno lo encontraron muerto y amordazado o
a Ramiro Durán Ayala que murió acribillado en una emboscada de diseño
militar. Todos ellos destacados defensores medioambientales. “Fueron momentos de terror en que sentíamos debilidad como cualquier ser humano.” Pero continuaron resistiendo.
Desde ADES consiguieron movilizar a la universidad para que los
científicos analizaran y corroboraran la letal contaminación de los ríos
y también a la iglesia para que sus sacerdotes explicaran en sus
homilías los daños que la minería estaba causando. La multinacional
Pacific Rim acabó por demandar al Estado salvadoreño por no poder llevar
a cabo sus proyectos debido a la resistencia de las comunidades. El que
una empresa pueda pedir indemnizaciones al gobierno de un país se debe a
la aprobación de los tratados de libre comercio. El Salvador tuvo que
pagar a la empresa canadiense hasta 13 millones de dólares. Sin embargo
la lucha continuó, la comunidades siguieron movilizadas. La
multinacional australiana Oceana Gold se hizo con las acciones de
Pacific Rim y gracias a la presión popular, en un fallo sin precedentes,
el tribunal de arbitraje sentenció que debía compensar al estado
salvadoreño con 8 millones de dólares. “Desde ADES nos aliamos con
unas 14 organizaciones a nivel nacional y logramos concienciar a la
población salvadoreña que en un 70% declaró su rechazo a la minería.”
Finalmente y tras doce años de resistencia contra las mineras y 30
desde que la comunidad de Santa Marta regresó del exilio, en 2017 El
Salvador fue el primer país en el mundo en aprobar una ley que prohibía
la minería en su territorio.
Una aldea global
Tras la exposición de Vidalina y Manuela frente a los estudiantes
valencianos, surgen algunas cuestiones. Llama la atención la fortaleza
de su comunidad y se pregunta cómo se consigue una unión tan fuerte
entre su gente. Vidalina responde: “Si no estuviéramos juntos no
podríamos sobrevivir. Tenemos un pensamiento colectivo forjado por
nuestra historia. Enfrentamos adversidades desde hace mucho, la
resistencia forma parte de memoria colectiva. A principios de siglo en
1932, hubo un exterminio perpetrado por el gobierno de 30 mil campesinos
indígenas. El motivo fue que las comunidades se oponían a la
apropiación de sus tierras por parte de empresarios poderosos. Estas
luchas se repiten, tratamos de mantener viva nuestra memoria histórica
algo que es fundamental para defender nuestro ecosistema, nuestra agua,
nuestra tierra, nuestros bosques. Puede que en Europa haya más recursos
pero el pensamiento individualista es el que dificulta aquí los
proyectos de autogestión y resistencia.”
Otra de las
preguntas que se plantean, es sobre cuál es la motivación para venir
hasta acá y explicar sus luchas, qué esperan de este tipo de encuentros.
De nuevo Vidalina toma la palabra y aprovecha la pregunta para lanzar
su mensaje: “A pesar de haber ganado esta batalla contra las mineras
nosotras seguimos atentas. La situación en muchas partes de
Latinoamérica está cambiando en un giro peligroso a la derecha y eso nos
preocupa porque sabemos cómo funcionan las cosas En nuestro país existe
la corrupción, el crimen organizado y la violencia de las maras, hay
casos evidentes de convivencia de estos grupos con gentes de derechas.
Ahora estamos en periodo electoral, si vuelve a gobernar la derecha
podrían cambiar las leyes y favorecer a los grandes oligarcas tanto
nacionales como extranjeros. El supuesto desarrollo de unos países
supone la destrucción de otros pero esa misma destrucción de nuestros
mundos traerá antes o después catástrofes aquí por muy desarrollados que
estén. Podemos vivir sin oro pero no sin agua. Entonces venimos aquí
porque tratamos de crear conciencia, una conciencia colectiva; vivimos
en un mundo global, una aldea global decimos nosotras.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario