Alejandro Nadal
En junio de 2016 el pueblo en Inglaterra escogió abandonar la Unión Europea (UE). El Brexit
 tomó por sorpresa a las élites del capitalismo inglés. Las fuerzas que 
promovieron la salida de la UE recurrieron a las banderas de miedo a la 
migración y el rencor contra la euroburocracia en Bruselas.
Durante 2013 y hasta febrero de 2016 el gobierno de James Cameron 
trató de renegociar un acuerdo integral con la UE para aplacar a los 
euroescépticos en Inglaterra. Además de lograr que el acuerdo de 
Schengen sobre circulación de personas no se aplicara en Inglaterra en 
los mismos términos que en los demás países de la UE, Cameron obtuvo 
concesiones para restringir los beneficios para migrantes. Su gobierno 
presentó eso como el logro más significativo del nuevo acuerdo con la 
UE. Además, el nuevo trato daba garantías para que la libra esterlina no
 se convirtiera en una moneda de segunda categoría en la esfera de la 
eurozona, lo cual tenía grandes implicaciones para el sector de 
servicios financieros en la City. Finalmente, el acuerdo 
reconocía que Inglaterra no tendría que comprometerse con una 
integración política más profunda en Europa. Muy confiado en el 
resultado, Cameron cometió el error más vistoso en la historia política 
de Inglaterra al convocar al referendo de 2016 sobre la permanencia en 
la Unión Europea.
El Brexit tiene muchas facetas, pero la más significativa es
 que tanto los que promovieron la salida como los que deseaban la 
permanencia recurrieron al miedo como su principal argumento. 
Paradójicamente, la campaña de miedo a los migrantes triunfó con 
márgenes decisivos en las regiones donde no hay migrantes: zonas rurales
 y áreas como el País de Gales. En favor votó la mayoría de la población
 cercana a los polos urbanos, como Londres y Manchester, así como la del
 sur de Inglaterra, que mantiene niveles de ingreso superiores a la 
media. Pero ese voto estuvo animado por el miedo a un supuesto colapso 
económico y desempleo masivo, pronosticado por el gobierno y sus 
aliados. El resultado no fue suficiente para hacer contrapeso. Es 
normal, en las ciudades la precariedad del empleo ya representa 
suficiente caos para millones de personas. El balance de la jornada del 
referendo fue una votación dividida en las conclusiones, pero unida bajo
 la bandera del miedo.
Durante los pasados dos años el gobierno inglés trató de definir los 
términos de la separación con la Unión Europea. La semana pasada el 
parlamento rechazó la propuesta de la primera ministra, Teresa May, 
arrojando por la ventana su plan de divorcio. El balance final es un 
descalabro para el proyecto neoliberal sobre el que se funda la Unión 
Europea desde los tratados de Maastricht y Lisboa. También lo es para el
 capitalismo neoliberal que se aplica en Inglaterra desde los años de 
Margaret Thatcher. Sin duda el Brexit y sus secuelas son una 
marca infamante para el neoliberalismo, pero surge la pregunta de si 
también son señal sobre el futuro del capitalismo. Quizá la respuesta 
está en las implicaciones del Brexit para el sector financiero.
Avizorando los peligros que rodeaban la desindustrialización y 
aprovechando hábilmente la coyuntura del colapso de Bretton Woods, el 
capitalismo inglés construyó un señorío financiero sobre las ruinas del 
antiguo imperio británico. Desde las islas Cayman hasta Chipre, la City
 consolidó un nuevo espacio transfronterizo, en el que la libra 
esterlina pudiera reinar sin ser perturbada. Esa plataforma del poder 
financiero ha servido para el asombroso desarrollo de la especulación y 
los mercados financieros de divisas, títulos y derivados. Hoy, la 
prioridad de ese nuevo imperio financiero es conservar su integridad 
frente al desafío del Brexit.
El mercado mundial de divisas tiene varios espacios que fungen como cámaras de compensación y la City
 es de los más importantes. Una de las principales divisas que circulan 
en esa cámara de compensación es el euro, lo que ha otorgado a la City un lugar preponderante en el corazón de una unión monetaria a la que Inglaterra no pertenece.
El desarrollo de la City se hizo al amparo de importantes 
economías de escala en el sector bancario que permitieron la 
aglomeración de bancos y casas de cambio en una sola localidad. Pero 
esas economías de escala pueden perderse si se ven perturbados los 
acuerdos sobre convertibilidad que les dan vida. Y es aquí donde el caos
 del Brexit acarrea serias consecuencias para ese imperio 
financiero por el posible desplazamiento de actividades bancarias que 
amenazaría las economías de escala sobre las que se construyó el imperio
 financiero.
En el drama del Brexit las clases desfavorecidas no son las 
únicas que tienen miedo. La cima del capitalismo financiero también 
tiene dudas existenciales. La incertidumbre no respeta fronteras ni 
clases sociales. Pero una cosa es cierta: ningún sistema social puede 
sobrevivir cuando está fincado en el miedo. Y hoy la evolución del 
capitalismo no está marcada por la promesa de un porvenir luminoso, sino
 por el temor y el desasosiego.
Twitter: @anadaloficial
 
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