“Ni siquiera pedimos felicidad, solo un poco menos de dolor” (Charles Bukowski)
 Pocas fechas son 
tan propicias como la Navidad para reflexionar sobre ciertas consignas 
sociales que marcan la vida de los humanos. Fechas establecidas a partir
 de fenómenos históricos reales o imaginarios cuya impronta se encuentra
 tan profundamente grabada, como para eliminar todo cuestionamiento y 
definir la conducta de las sociedades. El origen de la Navidad es el 
nacimiento de uno de los más importantes líderes espirituales de todos 
los tiempos, cuyo mensaje de humildad y amor por el prójimo pudo, quizá,
 echar raíces en las comunidades humanas y fundar relaciones de respeto y
 solidaridad, de no haber sido por la naturaleza egoísta y rapaz de esta
 nuestra especie demasiado imbuida de su propia importancia.
 Pocas fechas son 
tan propicias como la Navidad para reflexionar sobre ciertas consignas 
sociales que marcan la vida de los humanos. Fechas establecidas a partir
 de fenómenos históricos reales o imaginarios cuya impronta se encuentra
 tan profundamente grabada, como para eliminar todo cuestionamiento y 
definir la conducta de las sociedades. El origen de la Navidad es el 
nacimiento de uno de los más importantes líderes espirituales de todos 
los tiempos, cuyo mensaje de humildad y amor por el prójimo pudo, quizá,
 echar raíces en las comunidades humanas y fundar relaciones de respeto y
 solidaridad, de no haber sido por la naturaleza egoísta y rapaz de esta
 nuestra especie demasiado imbuida de su propia importancia.
Durante estos días vamos a ser felices porque 
así debe ser. Vamos a celebrar algo que en el fondo ignoramos porque así
 lo manda la voracidad comercial y el siempre presente afán de escapar 
de la dura realidad. La niñez, personaje central de las festividades, 
tendrá quizá el consuelo de un presente como compensación de los adultos
 por los abusos y la indiferencia que se les han impuesto durante el 
resto del año. También estarán presentes en los medios de comunicación 
-¡no faltaba más!- algunos grupos empresariales interesados en 
aprovechar las fiestas para lavar su imagen con donaciones de juguetes y
 alimentos para los “niños pobres”, financiados con dineros que luego 
figurarán en la lista de exenciones en sus registros contables.  
No hay que ignorar en estas fechas felices a 
otros líderes quienes, bajo la consigna de la fe, con gran boato y el 
poder que les otorga su influencia social, política y espiritual sobre 
sus fieles, han amasado enormes fortunas y viven entre lujos y excesos 
materiales, predicando el amor y la humildad sin el menor sonrojo por 
sus descaradas contradicciones. Estos especuladores de la fe cristiana 
forman parte activa de los círculos de poder político, los mismos que 
han condenado a la niñez a un futuro de miseria y dolor en un constante 
atentado contra sus derechos y su dignidad. 
Para quienes manipulan el poder desde las 
esferas de gobierno, la Navidad también es un regalo del cielo; porque 
mientras la ciudadanía más pudiente entra en esa atmósfera rosada de la 
ilusión de los adornos, los regalos, los pinos decorados, los cohetes, 
el pavo y los villancicos, sus gobernantes se reúnen para conspirar y 
amañar cuanto se pueda, aprovechando el deslumbramiento de quienes 
suelen complicarles la tarea. El resto de la población, hundida en la 
miseria y carente de mecanismos de participación, vivirán como de 
costumbre un receso navideño humilde, mucho más parecido al 
acontecimiento cuyo origen marca esta fecha.
El toque amargo del pastel viene dado cuando nos
 olvidamos del personaje principal de esta historia: Niñas, niños y 
adolescentes que ya no cuentan como sujetos de derechos porque los 
objetivos de los adultos –sus guardianes, sus protectores y sus ejemplos
 de vida- han corrido en una dirección contraria. Esta noche, cuando se 
conmemora el nacimiento de uno de los hombres más generosos y 
solidarios, millones de niñas, niños y adolescentes pasarán frío en 
campamentos de refugiados, sin alimentos, sin agua, sin protección. 
Otros la pasarán en chozas de cartón colgando de los barrancos; en las 
calles, refugiados en una nube de olvido gracias al pegamento; en 
hogares estatales carentes de condiciones mínimas de abrigo y seguridad;
 en bares y prostíbulos a donde el sistema las ha relegado o en la 
manipulación de explosivos, para que usted se divierta quemándolos esta 
noche. 
AUDIO: 
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elquintopatio@gmail.com
 
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