Ahora que parecen estar
 de moda los procesos judiciales en la Patria Grande, claro contra 
líderes progresistas y sin pruebas algunas, por qué no se sienta en el 
banquillo de los acusados al secretario general de la Organización de 
Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, de quien sí hay claras 
evidencias para condenarlo por estar implicado en crímenes de lesa 
humanidad y otros hechos delictivos. 
Almagro ha promovido y 
respaldado públicamente una agresión militar contra Venezuela, justificó
 en medio de la Cumbre de las Américas de Lima de este año bombardeos 
injustificados ordenados por el presidente de Estados Unidos, Donald 
Trump, a Siria, y se inmiscuye cotidianamente en los asuntos internos no
 solo de la Patria de Bolívar y Chávez, sino también en los de otras 
naciones como Nicaragua, Bolivia y Cuba. 
Desde Washington, el 
"jefe" de la OEA no se ha escondido para incitar acciones violentas y 
terroristas contra los gobiernos legítimos de los presidentes Nicolás 
Maduro, y de Daniel Ortega, en Nicaragua, con saldo de numerosas muertes
 de ciudadanos inocentes y pérdidas materiales millonarias. 
Igualmente incita la confrontación entre pueblos vecinos, como los de 
Venezuela, Colombia y Ecuador, con el propósito de desestabilizar a 
Latinoamérica y el Caribe, impedir su integración, y que en la región no
 prevalezca la distensión y la hermandad, todo ello en beneficio de los 
intereses hegemónicos y de dominación de Washington. 
Por 
cierto, poco o nada ha hecho a favor del proceso de paz colombiano, ni 
mucho menos denunciado los continuos crímenes de líderes sociales en ese
 país, mientras ha calllado ante golpes de Estado, elecciones 
fraudulentas y escandalosos actos de corrupción en diferentes naciones 
de la región. 
Almagro tiene sus manos sucias y ensangrentadas, y
 pruebas hay más que suficientes para sentarlo en el banquillo de los 
acusados si realmente la verdadera justicia se impusiera en Nuestra 
América, y en este mundo convulso, de “patas arriba”, en que unos pocos 
poderosos quieren obligar a vivir a la mayoría. 
En Uruguay, su 
país de origen, se conoce que el ahora Secretario General de la OEA 
estuvo embrollado en hechos de corrupción desde su cargo de excanciller,
 y en otros relacionados con tráficos ilícitos durante su carrera 
diplomática. 
Su expediente escabroso es abultado, e incluso se 
rumorea en círculos políticos en Montevideo que se podría encontrar 
hasta actuaciones de violencia doméstica. 
Entonces por qué 
desde la América nuestra no se le inicia ya una demanda de 
enjuiciamiento a Almagro, se exige su dimisión de la OEA, y se le 
solicita a la Interpol que emita una alerta roja para su aprehensión 
inmediata.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
 

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