David Brooks/I
▲ Trabajadores del gremio hotelero de Chicago estallaron desde mediados
de mes una huelga en demanda de nuevos contratos laborales.Foto Ap
Al atravesar Estados Unidos
uno siempre descubre sorpresas en una nación que aún no sabe bien a bien
qué o quién es, que padece una amnesia histórica como tal vez ninguna
otra, pero que de repente rompe con su versión oficial y ofrece –entre
sus armas, prisiones, violencia oficial, racismo, la Biblia y ahora la
peor desigualdad económica en casi un siglo– ecos de sus luchas sociales
nobles y rayos de esperanza de que está naciendo otro país más justo,
inclusivo y pacífico.
Salimos de una de las capitales mundiales, Nueva York, para ingresar a
Estados Unidos rumbo a la costa del Pacífico, a unos casi 5 mil
kilómetros de distancia. Después de 14 horas de carretera llegamos a
Chicago cerca de las dos de la mañana soñando con cama y descanso. Pero
al arribar a nuestro hotel en el centro, donde se celebró la famosa y
controvertida convención demócrata en 1968 rodeada de una explosión
social y la represión salvaje de manifestantes por la policía, nos
recibió un piquete de huelguistas del sindicato hotelero.
Platicamos con los trabajadores de mantenimiento –afroestadunidenses,
latinos, inmigrantes, todos unidos– que habían estallado una huelga la
mañana anterior y quienes nos detallaron de qué se trataba la lucha e
informando que ésta era parte de una acción de miles de trabajadores en
20 hoteles de esta ciudad (algunos dicen que es la primera acción de
este tipo en un siglo). Cancelamos y nos fuimos a un hotel recomendado
por los agremiados, quienes nos regalaron un abrazo por la solidaridad.
Fue la bienvenida a Chicago, cuna de un movimiento laboral que se
festeja mundialmente, menos en este país, cada primero de mayo.
El próximo día fuimos a platicar con dos líderes famosos del sector
más radical del movimiento antiguerra de los años 60, quienes se han
dedicado en tiempos más recientes a luchar por los derechos civiles y en
particular a la defensa de la educación pública y sus trabajadores
contra las reformas de privatización y comercialización de ésta. Nos
contaron que les irritaba que 50 años después, el 68 se está recordando
–tanto en medios masivos como de izquierda– como un movimiento de
jóvenes, en su mayoría blancos en oposición a la guerra, sin entender
que esa generación (incluyendo estos dos dirigentes con los que
platicamos) despertó y se radicalizó por las luchas antimperialistas del
tercer mundo, sobre todo en Vietnam, pero también las de África y
América Latina, con Cuba, el Che, Frantz Fanon y más, como
referentes, y por la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos, la
cual empezó a tomar posiciones cada vez más radicales al vincular la
lucha contra el racismo con las que se impulsaban contra de la
injusticia económica capitalista y la política militarista. Ambos
enfatizaron que no es momento de nostalgia, sino de entender la
presencia del 68 hoy día. Esa lucha, hoy se realiza en un contexto
diferente, donde se está marcando el fin del imperio estadunidense,
donde está naciendo otro, encabezado por jóvenes –sobre todo de
preparatorias– uno que se atreve hasta a usar la palabra
socialista, afirmaron.
Visitamos a una abogada defensora de derechos humanos e inmigrantes,
quien también resaltó el surgimiento de nuevas corrientes progresistas
que a la vez recuperan la historia de luchas de esta ciudad y región al
colaborar con las generaciones anteriores que siguen dando una lata
maravillosa aquí. Un ejemplo de esto son líderes latinos contemporáneos
como el mexicano Jesus Chuy Garcia, quien probablemente será el
próximo representante federal de su distrito y veterano de luchas
progresistas durante las últimas décadas, quien a la vez está
capacitando a nuevas generaciones.
Apenas habíamos arrancado y el país ya se veía diferente desde su
antiguo centro industrial en el medio oeste. El siguiente tramo de la
ruta transcontinental que nos esperaba era más rural y lleno de sombras
ominosas interrumpidas con sorpresas de luz (lo cual se contará en la
próxima columna).
PD: Felicidades a todos los compañer@s que, en un acto de solidaridad constante, crean un milagro todos los días: La Jornada. Es un privilegio participar en este proyecto a sus 34 años.
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