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lunes, 24 de septiembre de 2018

American curios Postales estadunidenses


David Brooks/I

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▲ Trabajadores del gremio hotelero de Chicago estallaron desde mediados de mes una huelga en demanda de nuevos contratos laborales.Foto Ap
Al atravesar Estados Unidos uno siempre descubre sorpresas en una nación que aún no sabe bien a bien qué o quién es, que padece una amnesia histórica como tal vez ninguna otra, pero que de repente rompe con su versión oficial y ofrece –entre sus armas, prisiones, violencia oficial, racismo, la Biblia y ahora la peor desigualdad económica en casi un siglo– ecos de sus luchas sociales nobles y rayos de esperanza de que está naciendo otro país más justo, inclusivo y pacífico.
Salimos de una de las capitales mundiales, Nueva York, para ingresar a Estados Unidos rumbo a la costa del Pacífico, a unos casi 5 mil kilómetros de distancia. Después de 14 horas de carretera llegamos a Chicago cerca de las dos de la mañana soñando con cama y descanso. Pero al arribar a nuestro hotel en el centro, donde se celebró la famosa y controvertida convención demócrata en 1968 rodeada de una explosión social y la represión salvaje de manifestantes por la policía, nos recibió un piquete de huelguistas del sindicato hotelero. Platicamos con los trabajadores de mantenimiento –afroestadunidenses, latinos, inmigrantes, todos unidos– que habían estallado una huelga la mañana anterior y quienes nos detallaron de qué se trataba la lucha e informando que ésta era parte de una acción de miles de trabajadores en 20 hoteles de esta ciudad (algunos dicen que es la primera acción de este tipo en un siglo). Cancelamos y nos fuimos a un hotel recomendado por los agremiados, quienes nos regalaron un abrazo por la solidaridad. Fue la bienvenida a Chicago, cuna de un movimiento laboral que se festeja mundialmente, menos en este país, cada primero de mayo.
El próximo día fuimos a platicar con dos líderes famosos del sector más radical del movimiento antiguerra de los años 60, quienes se han dedicado en tiempos más recientes a luchar por los derechos civiles y en particular a la defensa de la educación pública y sus trabajadores contra las reformas de privatización y comercialización de ésta. Nos contaron que les irritaba que 50 años después, el 68 se está recordando –tanto en medios masivos como de izquierda– como un movimiento de jóvenes, en su mayoría blancos en oposición a la guerra, sin entender que esa generación (incluyendo estos dos dirigentes con los que platicamos) despertó y se radicalizó por las luchas antimperialistas del tercer mundo, sobre todo en Vietnam, pero también las de África y América Latina, con Cuba, el Che, Frantz Fanon y más, como referentes, y por la lucha de los derechos civiles en Estados Unidos, la cual empezó a tomar posiciones cada vez más radicales al vincular la lucha contra el racismo con las que se impulsaban contra de la injusticia económica capitalista y la política militarista. Ambos enfatizaron que no es momento de nostalgia, sino de entender la presencia del 68 hoy día. Esa lucha, hoy se realiza en un contexto diferente, donde se está marcando el fin del imperio estadunidense, donde está naciendo otro, encabezado por jóvenes –sobre todo de preparatorias– uno que se atreve hasta a usar la palabra socialista, afirmaron.
Visitamos a una abogada defensora de derechos humanos e inmigrantes, quien también resaltó el surgimiento de nuevas corrientes progresistas que a la vez recuperan la historia de luchas de esta ciudad y región al colaborar con las generaciones anteriores que siguen dando una lata maravillosa aquí. Un ejemplo de esto son líderes latinos contemporáneos como el mexicano Jesus Chuy Garcia, quien probablemente será el próximo representante federal de su distrito y veterano de luchas progresistas durante las últimas décadas, quien a la vez está capacitando a nuevas generaciones.
Apenas habíamos arrancado y el país ya se veía diferente desde su antiguo centro industrial en el medio oeste. El siguiente tramo de la ruta transcontinental que nos esperaba era más rural y lleno de sombras ominosas interrumpidas con sorpresas de luz (lo cual se contará en la próxima columna).
PD: Felicidades a todos los compañer@s que, en un acto de solidaridad constante, crean un milagro todos los días: La Jornada. Es un privilegio participar en este proyecto a sus 34 años.

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