
¿Qué vendrá?
De todas formas, el panorama político de Colombia
ha cambiado. La social democracia liberal desvaneció y se integró a la
derecha. El Liberalismo dejó de existir en Colombia. El MOIR con Robledo
y el tal Fajardo se pusieron al lado de los que vencieron al pueblo. Si
el Polo Democrático Alternativo no se autocritica y purga internamente,
desaparece. Los Verdes no se ubicaron hacia la izquierda. Los
Progresistas se corrieron hacia el centro. La tendencia de los
candidatos del bloque de poder oligárquico: Duque, Vargas Lleras, De La
Calle, Fajardo, confluyeron tácticamente. El discurso del centro y
derecha tomó auge, con la distinción que el bloque de poder oligárquico
no matiza en tendencias y consolida la vigencia de una hegemonía de
partido único de derecha. Hasta ahora habrá una verdadera oposición al
sistema; pero carente de un partido político de masas, oteando el reto
de las próximas elecciones de Alcaldías y consejos en que las
oligarquías locales y militaristas- no así triunfantes absolutas en las
grandes ciudades- cuentan con inconmensurables recursos de corrupción y
del narcotráfico y con la existencia de un sistema electoral que le
garantizará el dominio y ejercicio de los poderes locales. De otro lado,
los incontables, quienes expresan el pensamiento de la izquierda
revolucionaria NO armada y aquellos que permanecerán en la opción de la
lucha armada por la consecución del poder por ese medio incivilizado y
que les inspira el derecho universal de rebelión de los pueblos, contra
las injusticas empotradas de un régimen neoliberal, sumiso al imperio,
militarista, expansionista y salvaje. En ese sentido aceptemos la
distinción entre la izquierda legal y la izquierda ilegal dentro de los
elementos de distinción analítica de la compleja situación colombiana
plasmada, un día después de una decisión electoral en que en cualquier
país del mundo los corruptos (genocidas) son destituidos y en Colombia
en cambio son entronizados.
Se demostró la eficacia del
andamiaje electorero corrupto, anacrónico y condicionante del sistema
electoral para perpetuarse en el poder. En forma insolente e insultante
para la opinión nacional e internacional comenzó la emisión de boletines
electorales cuando, aún en vivo, las cadenas televisivas registraban
entrevistas a los jurados in situ, preguntando sobre la labor del
conteo, manifestando que duraría en esa labor, cada mesa unos 20 minutos
o más. Resulta ofensiva la arrogante presentación por parte de la
Registraduría de conteo de millones de votos en menos de un cuarto de
hora. Es despectivo que ab initio, en la mediática dictatorial, al lado
de los guarismos anunciados, la fotografía del candidato Petro aparezca
con una fisonomía o rostro de derrotado o afligido y la del Duque
retocada, maquillada y su nariz (“el hocico del oso” de la derecha como
lo indicó el hiriente expresidente Ernesto Samper) reluciente, aguileña y
respingada. Resultó una prueba de fuego para el movimiento popular y
revolucionario aceptar esa segunda vuelta electoral pese a todos los
entuertos y falencias observadas durante la primera vuelta. Ante la no
implementación de la Reforma Electoral, Rebelion.org publicó, en el mes
de julio de 2017, mi artículo sobe la Imperiosa Necesidad de Aplazar las
elecciones de 2018, demandándose, para entonces, la aplicación de
conmoción interna por parte presidencial, ante la inminencia del saboteo
a los Acuerdos de La Habana. Pero todo resultó ser hábil maniobra del
jugador de póker Santos. (Una de las mil observaciones que se le hacen a
la incapacidad política del Secretariado de las antiguas farc-ep, para
sortear, a futuro, el manejo del brioso corcel de la implementación). La
sola firma no valía.
Loable el discurso de reconocimiento
institucional del candidato Petro. Ya no es el caudillo presidenciable,
ahora se erige en el Dirigente de su pueblo. Sobre el elegido Duque,
quien tendrá que alejarse de sus conmilones de camarilla corrupta
tradicional, para alcanzar un mínimo respeto de los gobernados. Electo o
escogido por siniestro personaje, resultó elegido en toda la acepción
irregular del verbo. 8 millones de votos de imperiosa potencialidad de
actividad política en las calles serán su prueba de fuego en los
llamados primeros cien días de su gobierno. Anunció la Seguridad para
los colombianos, pero en el imaginario popular significa la seguridad a
los latifundistas terratenientes y explotadores de todos los pelambres,
para continuar disfrutando de los privilegios de casta en el segundo
país más inequitativo del planeta.
El panorama de las
disidencias armadas, que en modo alguno nos vengan con el cuento de que
son carteles de la droga, repuntan la gravedad y ahondamiento del
conflicto armado que persiste en el país.
¡Entonces concluimos que fue lo que se ganó la oligarquía colombiana y que tanto lo que perdió el movimiento popular!
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