Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Instituto de  Cultura y Comunicación UNLa
Ya hoy es virtualmente inabarcable  la cantidad de producciones, propias o ajenas, que "vende" la empresa Netflix.  Otra cosa es la calidad. Se trata de un festín audiovisual variopinto signado  por altibajos e irregularidades de todo género y en donde la falencia dominante  es la superficialidad de sus contenidos. Con algunas honrosas excepciones. Quizá  lo único en lo que profundizan es en el discurso de la anti-política. Así, a  veces, se disfrazan de "progres". La no siempre confiable Wikipedia dice: "Netflix,  Inc. es una empresa comercial estadounidense de entretenimiento que proporciona  mediante tarifa plana mensual streaming (flujo) multimedia (principalmente,  películas y series de televisión) bajo demanda por Internet…"
No será objeto de estudio  aquí la paupérrima calidad de las "reseñas", las traducciones ni los "doblajes".  No será parada extensa el método de clasificación de géneros ni la desorganización  frecuente de títulos. No será objeto de trabajo la asimétrica calidad de las producciones  ni su "fordismo audiovisual" impuesto para saciar el hambre espectacular de los usuarios. Asuntos,  por cierto, que parecen no ser de interés para la masa inmensa de suscripciones  que hoy disfrutan su Netflix incluso como una nueva "adicción" simpática.  Importa aquí el flujo ideológico que transita impune (a veces imperceptible)  gracias al "vehículo excipiente" llamado "entretenimiento".  Paremos un poco en la anti-política.
Pocas cosas parecen más  urgentes, para las burguesías, que ahuyentar a las masas de cualquier interés  por participar desde las bases en "política" (y en su transformación democrático-participativa  de manera radical). Ha sido histórico el beneficio que las burguesías le  arrancan a la abulia, el desinterés y la alergia fabricada para que los pueblos  odien a la "política" y a los "políticos". Cuanto más se desprestigiada la "política"  más contentos se ponen los oligarcas porque consiguen así que los pueblos dejen  vacío un territorio (que les es propio) y que queda usurpado por los "poderosos"  para reinar a sus anchas mientras la gente los odia pero con apatía. Por decir lo  más suave. Se trata de un desprestigio rentable y morboso que produce dos  efectos (al menos) muy jugosos: por una parte deja abierta la esperanza del "cambio"  y la "libertad" (palabras que la burguesía manosea a destajo) y permite hacer  del estercolero de corrupción burguesa, sus crímenes, su servilismo y su entreguismo  un espectáculo y un negocio muy rentable. Y lo pasan por la "tele" y parece muy  "porgre".
Lenin entendió con  claridad el tráfico ideológico y las formas más sofisticadas de sus mascaradas  en las esferas "intelectuales" y en las esferas "populares".  Lo publicó, también, en su "Materialismo y Empiriocriticismo"  y dejó ver cómo, bajo el epíteto de "novísimo", se trafican las más añejas y  rancias ideologías chatarra. En todos los casos brilla la intencionalidad  enajenante que la burguesía imprime a lo que fabrica para el "populacho", eso  quiere decir intencionalidad que convierte  en ajenos y en enemigos, de sí y de sus derechos, a los verdaderos dueños de la  riqueza: la clase trabajadora. En eso consiste la anti-política, dicho de  manera elemental, cuando el "ser social" humano se desfigura con individualismo  frenético y se ahoga en nihilismo escéptico pero disfrazado como razón  superadora. "No creo en políticos ni en política", soy "apolítico", la "política  no me interesa", "que se vayan todos"… un repertorio de "clichés" fabricado  para que se repitan mundial e irreflexivamente. Mientras tanto los "políticos"  felices. Algunos hacen películas y series.
En Netflix circula la  anti-política libremente. Como si se tratara de una casa hecha a medida para  tener contentos a todos (es decir entretenidos) con el espectáculo audiovisual de  la corrupción, la trampa, las traiciones, las bajezas, el servilismo y la  humillación que producen la política y los políticos del capitalismo. Una y  otra vez se ve el repertorio completo de la decadencia burguesa que convence al  "público" de que más vale estar lejos de eso "putrefacto" que incluye alejarse  de su derecho a modificarlo, a hacerlo diferente. Otro modo de hacer política proponen  algunos. Y salvo que aquí se exagere el asunto (cosa nada improbable) Netflix  ha sabido halagar a muchos paladares (adictos o no a su menú auto-programable)  y ha conseguido expandir los placeres del nihilismo al goce audiovisual en  privado. Reinan entre sus grandes logros anti-política "House of Cards" y todas las sucedáneas (películas o series) en las  que la "política" o los "políticos" son protagonistas héroes de la  anti-heroicidad. 
Por fortuna no todo mundo  tiene Netflix y la política es una condición de lo humano bastante más valiosa  y necesaria de lo que quieren o dicen los ideólogos y las ideologías oligarcas.  La política necesitar una revolución en su pragmática para convertirse en  producción social de premisas y condiciones en la transformación tanto de la  Historia como de la lógica, la ética, la estética y la poética en el modo de producción  y en las relaciones de producción. Política debe significar no transa y  contubernio entre mafiosos; no gerencias burguesas sino, transformación crítica  y práctica de la sociedad en su dimensión económica, cultural y comunicacional con  especial énfasis en un humanismo nuevo: socialista. 
Hacer de la Política una  praxis, un motor para salir del capitalismo y una herramienta crítica incluso  de sí misma: "Criticar sin  contemplaciones todo lo que existe; sin contemplaciones en el sentido de que la  crítica no se asuste ni de sus consecuencias ni de entrar en conflicto con los  poderes establecidos" (Carlos Marx carta a Arnold Ruge). Política como obra  colectiva para que nada impida basar la  praxis social, incluso, en la crítica (y en la critica de la crítica) a la  política, en la toma de partido por la humanidad a toda costa, es decir en sus luchas  reales, e identificarnos solidariamente con ellas y en ellas. (Rodolfo  Puiggros) Sólo así tendrá sentido nuevo la Política lejos de su acepción  burguesa porque enfrentamos la transformación de un mundo devastado, en gran  peligro y asfixiado doctrinariamente. Nos urge la Política partiendo de  principios desarrollados desde la práctica emancipadora. Con actitud  emancipadora permanente como consigna de la lucha. 
Nadie deje de ver su Netflix pero nadie deje los  principios afuera de las pantallas. Hay que mirar emancipadoramente. La  conciencia de la Política es algo que no podemos dejar en manos de los comerciantes  de espectáculos por más que se insista cierta idea, tramposa, en que el placer audiovisual  es, también, a-político. 
 

No hay comentarios:
Publicar un comentario