CELAG
La emergencia de nuevos
 discursos en la derecha continental ha supuesto un cambio en los 
argumentos de la dinámica de polarización a lo largo y ancho de la 
región. De sur a norte, distintas facciones de este sector político han 
abordado diferentes estrategias de guerra sucia, apoyándose en redes 
sociales y medios tradicionales de comunicación, donde centran la 
discusión política desde una perspectiva discriminatoria, racista, 
xenófoba y misógina1, con mensajes orientados a la producción del odio hacia el oponente político2.
 Sin embargo, son pocos los países en lo que los discursos de rechazo y 
de odio a los ciudadanos con una orientación política progresista 
confluyen en una materialización de su exterminio. Colombia y México son
 buenos ejemplos de países donde los discursos de odio coinciden con la 
aniquilación sistemática, debido –entre otros factores- a la 
persistencia de grupos armados ilegales, la connivencia de las 
autoridades locales y fuerza pública, y la ausencia de una respuesta 
efectiva desde el Estado. 
 En los últimos 7 años, fueron 
asesinados 123 periodistas en México, una cifra a la que podríamos 
adicionar las 798 denuncias de agresiones contra profesionales de la 
comunicación y las 426 agresiones durante el 2016, año que más 
padecieron quienes desarrollaban esta labor en el país3, ante la mirada atónita de las autoridades reacias a establecer medidas de protección eficaces para los afectados. 
 Las fuentes de la violencia son varias, pero sobre todo responden a dos
 factores que confluyen en un resultado letal para los periodistas: los 
altos niveles de corrupción y la acuciada impunidad. En definitiva, “es 
muy fácil matar periodistas”. Esta mortífera ecuación se evidencia en 
estados como el caso de Veracruz, donde, según Article 19 , la 
incidencia de asesinatos a periodistas es la más alta del país. Allí se 
han dado asesinatos como el del periodista Moisés Sánchez Cerezo, 
descuartizado, presuntamente por orden del expresidente Municipal de 
Medellín de Bravo, Omar Cruz Reyes, arropado por el Partido Acción 
Nacional (PAN)4. 
 Las amenazas no se limitan al ámbito subnacional sino que las 
estrategias de represión y exterminio superan las fronteras locales. En 
una reciente investigación llevada a cabo por distintas organizaciones 
se demostró que al menos tres dependencias del Gobierno de México, entre
 ellas la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA)5,
 la Procuraduría General de la República (PGR) y el Centro de 
Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), adquirieron un software 
malicioso usado para el espionaje6.
 En el país, periodistas reconocidos internacionalmente como Carmen 
Aristegui o trabajadores vinculados al ámbito de los DDHH recibieron el malware de espionaje en sus dispositivos móviles7. 
 La intimidación hacia periodistas y el asesinato de líderes sociales es
 un ejercicio que se relaciona con las mencionadas variables de 
impunidad y los altos niveles de corrupción. Sin embargo, en el caso de 
Colombia existe un agravante que se relaciona con el fenómeno de 
ocupación de las zonas que tradicionalmente dominaron las FARC-EP, 
especialmente por parte de Grupos Armados Post-desmovilización, 
provenientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). 
 Las 
alertas, que se encendieron desde 2016, hoy se evidencian en la 
vulnerabilidad de las comunidades frente a la entrada de actores armados
 ilegales, vinculados al paramilitarismo, centrados en el exterminio de 
líderes sociales cercanos o inmersos en procesos de restitución de 
tierras, sindicatos, defensa de DDHH y comunidades indígenas, entre 
otros. 
 El ensañamiento ha sido 
especialmente contundente en contra de liderazgos asociados a 
movimientos de corte progresista, perseguidos por las bandas 
paramilitares, quienes acusan a sus víctimas de ser milicianos de las 
FARC-EP y del ELN8, razón por la que se atribuyen la misión de su exterminio. Desde el ‘Día D’ 37 líderes sociales han sido asesinados9, sin una respuesta efectiva en materia de protección por parte de las entidades estatales. 
 Los casos de Colombia y México reflejan, a pesar de la negación de los 
respectivos gobiernos, el ejercicio sistemático de la aniquilación del 
enemigo. La falta de respuesta institucional, la corrupción y la 
impunidad, sumadas a los discursos de odio que se propugnan a través de 
redes sociales y panfletos desde la extrema derecha, normalizan las 
amenazas sobre líderes sociales, sindicales y periodistas –entre otros-.
 De este modo, desvían la atención de la extrema violencia a la que se 
ven expuestos, consiguiendo que las prácticas de “limpieza social” se 
lleven a cabo en una suerte de complicidad, tolerancia y aceptación del 
silenciamiento de la alteridad. 
  3   http://www.telesurtv.net/news/Mexico-el-pais-donde-asesinatos-de-periodistas-quedan-impunes-20170406-0030.html
  5   https://es.scribd.com/document/100223409/Gobierno-federal-via-Sedena-compro-5-mil-mdp-en-equipo-para-espionaje-29-de-marzo-2012
  6   http://www.huffingtonpost.com.mx/2017/02/14/acusan-al-gobierno-mexicano-de-espiar-a-activistas-para-benefici_a_21713157/
  8   https://www.colectivodeabogados.org/?Amenazas-por-parte-de-las-autodefensas-Gaitanistas-de-Colombia-a-diferentes
  9   http://pacifista.co/estos-son-los-37-los-lideres-sociales-asesinados-desde-el-inicio-de-la-implementacion/
 Artículo publicado en: http://www.celag.org/mexico-y-colombia-la-materializacion-del-exterminio/ 
 
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