Juan Carlos Ruiz Guadalajara*
La búsqueda desaforada 
de hidrocarburos que a nivel planetario realizan las corporaciones 
petroleras amenaza a todo tipo de territorios y comunidades. Bajo el 
actual modelo extractivista sustentado en criterios de hiperconsumo 
global y máxima concentración de ganancias, la demanda energética ha 
impulsado transformaciones tecnocientíficas extremadamente peligrosas 
para la biodiversidad y la sobrevivencia de nuestra especie. Es el caso 
del 
perfeccionamientode las tecnologías de fractura hidráulica y perforación horizontal, conocidas como fracking, que hacen posible extraer gas y petróleo de los lechos rocosos hasta hace poco inaccesibles en las profundidades del subsuelo. Dicho método se traduce en escenarios de devastación ambiental y social, tanto en las localidades receptoras del fracking como en ámbitos territoriales muy extensos. La reciente lucha no violenta que en defensa de su territorio desarrollaron los lakotas de la nación siux en Standing Rock, Dakota del Norte, contra el Dakota Access Pipeline, oleoducto del corporativo texano Energy Transfer Partners (ETP), es un ejemplo emblemático.
El problema surgió hacia el año 2000, cuando la técnica de fractura 
hidráulica indujo el apogeo petrolero de la cuenca Williston, inmensa 
región de 440 mil kilómetros cuadrados que se extiende desde 
Saskatchewan (Canadá) hasta Dakota del Sur. Las petroleras estimaron 
reservas por 7 mil millones de barriles de petróleo sólo extraíbles 
mediante dicha técnica, iniciando una “fiebre del fracking” con
 una devastación sin precedentes. Ante la necesidad de infraestructura 
para dar salida a la creciente extracción, ETP decidió en 2014 invertir 3
 mil 800 millones de dólares para la construcción de un oleoducto capaz 
de transportar 570 mil barriles diarios de petróleo, que correría 1,886 
kilómetros desde los campos de Bakken y Three Forks (Dakota del Norte) 
hasta Illinois, cruzando el río Misuri por debajo del lago Oahe, el 
cuarto embalse artificial más grande de Estados Unidos. Una parte 
significativa del lago se encuentra en Standing Rock, territorio de la 
nación originaria siux de indios lakota, que desde el siglo XIX ha 
peleado y logrado el reconocimiento de sus derechos sobre las aguas, la 
caza y la pesca en sus territorios.
Ante las consecuencias que la potencial ruptura del oleoducto 
provocaría en el agua de la que dependen millones de personas, el pasado
 abril los siux establecieron en tierras federales un campamento de 
resistencia que en pocas semanas creció con miles de aliados. No 
obstante, el paso del oleoducto por el lago Oahe fue aprobado en julio. 
Lo que sucedió después, entre agosto e inicios de diciembre, fue un 
extraordinario ejemplo de dignidad que derrotó, al menos por ahora, la 
sinrazón de las petroleras y sus inversionistas. En ese lapso los siux y
 sus aliados se organizaron bajo los principios de la no violencia 
activa, tomando como enseñas el satyagraha o 
fuerza de la verdaddesarrollado por Gandhi y el ejemplo de Martin Luther King. Comenzaron declarando su adhesión a la no violencia y su repudio a las armas. Rechazaron también el calificativo de protester s (detractores) que la ETP les quiso sembrar ante la opinión pública; en contraste, se autodenominaron water protecters (protectores del agua) y se prepararon para soportar los embates de la empresa y sus aliados. En septiembre guardias privados los atacaron con perros; en octubre fueron sistemáticamente rociados con gas pimienta y el 20 de noviembre con balas de goma y cañones de agua para inducir congelamiento. Durante este proceso los protectores del agua declararon con profunda convicción gandhiana que
nuestro enemigo no son los trabajadores, no son los policías, son las corporaciones que destruyen la integridad del agua y la madre tierra.
El 4 de diciembre, un día antes del plazo señalado por el 
gobierno para que los protectores del agua se retiraran, sucedió un 
asombroso episodio: arribaron en misión de paz más de dos mil veteranos 
del ejército de los Estados Unidos, muchos de ellos miembros de naciones
 originarias de Norteamérica que habían luchado en diversas guerras, 
decididos a formar una barrera humana e impedir el desalojo. Con la 
fuerza de la verdad y la no violencia, los protectores del agua lograron
 entonces que autoridades federales, encabezadas por el presidente 
Obama, decidieran buscar otra ruta para el oleoducto. El triunfo es 
histórico aunque no definitivo, ante la posibilidad de que Donald Trump,
 inversionista del oleoducto y presidente electo de los Estados Unidos, 
reactive el proyecto. Los protectores lo saben y han decidido mantener 
el campamento para profundizar su entrenamiento en la no violencia 
activa, conscientes de ser ésta la herramienta más poderosa para 
defender con éxito la vida frente al depredador modelo extractivista.
Standing Rock no es el único territorio que se defiende mediante la 
verdad y la no violencia. En México la lucha contra el demencial 
extractivismo del fracking y la megaminería tiene ahora mismo 
uno de sus escenarios críticos en Cuetzalan, Puebla, donde se coordinan 
los esfuerzos para defender la Sierra Norte y sus regiones simbióticas. 
El pasado noviembre el pueblo masehual, por decisión de su asamblea, 
realizó la clausura popular de las obras de la línea de alta tensión 
Cuetzalan entronque Teziutlán-Tajín, tras demostrar que dicho proyecto 
de la Comisión Federal de Electricidad no responde a necesidades de la 
población, sino al paquete de infraestructura que el gobierno de Peña 
Nieto ofertará a los corporativos en las siguientes rondas de licitación
 para fracking en la región, además de que cubriría la demanda 
eléctrica de los proyectos mineros de tajo a cielo abierto que 
destruirían la Sierra. El 21 de noviembre el pueblo masehual también 
decidió seguir el camino de la acción directa no violenta, instalando en
 la ruta de las obras un campamento perfectamente organizado, generando 
un espacio cultural y espiritual donde se reúnen los protectores de la 
montaña y sus aliados para hablar de dignidad y realizar mandalas a la 
milpa, convencidos también de que la ruta a seguir es la verdad y la no 
violencia.
 

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