Manuel E. Yepe 
¿Está Estados Unidos próximo a consagrar la intervención humanitaria como principio fundamental de su diplomacia?
Tal
 es la pregunta con que comienza un interesante trabajo sobre la 
política exterior estadounidense publicado el 3 de octubre por el 
columnista del tanque pensante Foreign Policy In Focus, periodista 
independiente y doctor en Antropología de la Universidad de California, 
Conn Hallinan.
Mientras los medios de prensa de gran circulación 
se centran en la carrera entre Hillary Clinton y Donald Trump por la 
presidencia de Estados Unidos, otro debate no menos importante tiene 
lugar acerca del curso futuro de la diplomacia de la superpotencia.
Actualmente,
 Washington libra guerras activas en Afganistán, Irak, Siria, Yemen y 
Somalia. Ha desplegado tropas en la frontera con Rusia, trata de cercar a
 China y amplía grandemente su presencia militar en Asia.
Para 
Hallinan, no sería una exageración afirmar, como lo ha hecho el ex 
Secretario de defensa estadounidense William Perry, que el mundo se ha 
convertido hoy en un lugar más peligroso que durante los más tiempos 
tirantes de la guerra fría.
Samantha Power, actual embajadora ante
 la ONU es asesora clave en política exterior del gobierno de Obama. 
Dado que se cree que ella jugará un papel similar si Hillary Clinton 
resulta electa, se atribuye mucho peso a sus puntos de vista.
En 
un reciente artículo, Power opina cómo, a su juicio, debe actuar un 
estadista en función de avanzar los intereses de la nación. Comienza 
argumentando que la diplomacia estadounidense debe reflejar los 
intereses nacionales pero razona que éstos son indistinguibles de los 
"valores morales" y “lo que suceda a la gente en otros países forma 
parte de nuestra propia seguridad nacional".
Power, junto con 
Hillary y el ex presidente Bill Clinton, han sido defensores de la 
“intervención humanitaria”, argumento con el que Estados Unidos 
intervino en la guerra civil yugoslava y que, luego, formalizado el 
término como “responsabilidad de proteger”, fue la justificación para 
derrocar a Muammmar Gaddafi en Libia. Hillary Clinton ha defendido la 
idea de establecer "zonas de exclusión aérea" para bloquear a Siria y 
evitar que aviones rusos bombardeen a los sediciosos de ese país que 
Washington controla.
Pero la señora Power propone algo distinto a 
una intervención humanitaria. Sugiere elevar la responsabilidad de 
proteger al nivel de la seguridad nacional, argumento obviamente 
inaceptable para países cuyo sistema jurídico no sea idéntico al 
norteamericano. Aunque Rusia, China y Venezuela están igualmente en la 
mira de Washington, Samantha Power dedica más tiempo a Moscú y la actual
 crisis en Ucrania. Washington acusa a Moscú de ocupar la Crimea y de 
haber silenciado la noticia de la intervención rusa a su propio pueblo, 
porque "muchos rusos podrían oponerse a tal acción” pasando por alto que
 han sido los medios de prensa rusos los que principalmente han 
informado sobre la situación en Ucrania.
Según Hallinan, Power no 
presenta evidencia alguna que respalde esta declaración porque no las 
hay. Al margen de lo que se piense del papel de Moscú en Ucrania, la 
gran mayoría de los rusos no sólo está consciente de ello, sino que 
apoya al Presidente Vladimir Putin abrumadoramente en el tema.
Desde
 el punto de vista del ruso promedio, la OTAN ha estado constantemente 
marchando hacia el este desde el final de la guerra de Yugoslavia. Son 
los estadounidenses los que están desplegados en el Báltico y Polonia, 
no los rusos sobre las fronteras de Canadá y México. Los rusos son muy 
sensibles sobre cuestiones de fronteras, habida cuenta las decenas de 
millones de ciudadanos que murieron en la II Guerra Mundial, algo que 
Power parece ignorar.
A Power no parece preocuparle lo que los 
chinos y los rusos piensen de Estados Unidos, aspecto que –según Conn 
Hallinan– constituye una habilidad esencial en la diplomacia 
internacional porque es así como un estadista determina si el oponente 
plantea una amenaza grave para su seguridad nacional.
¿Es Rusia 
acaso -como dijo recientemente Obama en la ONU- quien “intenta recuperar
 por la fuerza la gloria perdida” o es que Moscú reacciona a lo que 
percibe como amenaza a su seguridad nacional? Rusia no intervino en 
Ucrania hasta que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN apoyaron el 
golpe de estado contra el gobierno de esa nación y abandonaron un 
acuerdo que había sido forjado entre la Unión Europea, Moscú y 
Washington para resolver pacíficamente la crisis. Hallinan concluye su 
trabajo con una cita del experto en temas mediorientales Patrick 
Cockburn: “Estados Unidos sigue siendo una superpotencia, pero ya no es 
tan poderoso como antes. Si bien aún puede derrocar regímenes que no 
sean de su agrado, no puede reemplazar lo que ha sido destruido”. El 
modelo de diplomacia de la señora Power es una fórmula reiterativa de 
guerra e inestabilidad.
Octubre 13 de 2016
Manuel E. Yepe
Publicado originalmente en el diario POR ESTO! de Mérida, México.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.com/
 

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