México es el país 
más letal para el periodismo en América Latina. Durante 2015, sumó la 
tercera parte de los asesinatos de periodistas en la región, y cuatro 
periodistas más se añadieron a la lista sangrienta en lo que va de 2016.
 
El último, Francisco Pacheco Beltrán fue asesinado a balazos 
afuera de su casa, en el sureño estado de Guerrero, el lunes 25. Pacheco
 Beltrán era un periodista crítico, que trabajaba para varios medios 
locales en el estado más pobre del país y uno de los más violentos.
Su
 asesinato hila un capítulo más a la historia de terror de la prensa 
mexicana en este siglo, y cuyo rostro más oscuro no es solo el de 92 
periodistas asesinados, sino un fenómeno casi único en democracias: 23 
periodistas han sido desaparecidos en 12 años, un promedio de dos por 
año.
Y cada 22 horas, un periodista es agredido en México, según el último informe de la organización internacional Artículo 19, dedicada a promover y defender la libertad de expresión.
“La
 violencia contra la prensa en México es sistemática y generalizada”, 
aseguró su exdirector en el país, Darío Ramírez, en el marco del pasado Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad en Crímenes contra Periodistas, que se realiza cada 2 de noviembre.
Pero la violencia y la impunidad en las agresiones no son los únicos problemas del periodismo en México y el resto de la región.
Ricardo
 González, coordinador del programa global de protección de Artículo 19,
 con sede en Londres, explicó a IPS que la libertad de prensa en América
 Latina tiene tres retos principales: la protección preventiva y el 
combate a la impunidad, la desconcentración de la propiedad de medios y 
mejorar las condiciones laborales de los periodistas.
“Para nosotros los focos rojos son México, Honduras y Brasil”, dijo González.
Datos de la Federación de Periodistas Latinoamericanos
 indican que en la región fueron asesinados 43 periodistas durante 2015,
 de ellos 14 en México, a los que se suman dos desaparecidos. Le siguen 
en el luctuoso ranking Honduras (10), Brasil (8), Colombia (5) y 
Guatemala (3).
Un ingrediente preocupante de Brasil es el alto 
incremento de las víctimas mortales en el ejercicio del periodismo. La 
Federación Nacional de Periodistas destaca que la cifra se incrementó en
 60 por ciento, entre 2014 y 2015. El caso más emblemático fue el del 
periodista de investigación Evany José Metzker, hallado decapitado en 
mayo de 2015.
Honduras y México, por su parte, tienen problemas 
muy parecidos: a la violencia contra periodistas se añade la impunidad 
en las investigaciones.
“En el primer semestre de 2015, la CIDH 
ha registrado un número preocupante de asesinatos de comunicadores y 
trabajadores de medios, cuyos motivos no están esclarecidos”, dice el 
informe anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre Honduras.
Más que muertes
A
 la violencia, el país centroamericano suma el reciente cierre de uno de
 los periódicos más tradicionales y que resaltó por su defensa de la 
democracia durante el golpe de Estado de 2009: Diario Tiempo.
Paradójicamente,
 el cierre del diario está ligado a la caída de una de las familias más 
poderosas del país: la de Jaime Rosenthal, a quien el Departamento del 
Tesoro de Estados Unidos acusa de legitimación de capitales procedentes 
del tráfico de drogas.
El bloqueo de cuentas de las empresas del 
Grupo Continental, derivados de esa acusación, llevó al cierre del 
periódico, anunciado en octubre, por lo que se acusó de “medidas 
desproporcionadas” adoptadas por el gobierno local contra el combativo 
medio.
En una carta pública, Rosenthal afirmó que “las 
circunstancias que obligan esta suspensión son de la mayor gravedad en 
lo que importa a la libertad de expresión, al desarrollo de la 
comunicación social y a la democracia en nuestro país, al grado de 
constituir un caso atípico en el mundo occidental”.
Otro tiempo, 
en Argentina, representa un ejemplo de la cara anversa de la moneda en 
la región. El lunes 25, los periodistas de un diario bonaerense, cerrado
 a finales de 2015, relanzaron esa cabecera que tendrá una edición 
impresa semanal.
Bajo el lema de “dueños de nuestras propias 
palabras”, los redactores de Tiempo Argentino recuperaron su espacio 
laboral, bajo un esquema de cooperativa, similar al que usaron los 
trabajadores fabriles durante la crisis surgida en 2001.
“Es muy 
lindo ver que entre más organización hay, se supera la competencia de 
las empresas”, dijo a IPS desde Buenos Aires, Cecilia González, 
corresponsal de la agencia Notimex en los países del Cono Sur americano.
 
Pero
 allí no faltan los problemas o abundan estas respuestas positivas, 
aclaró González. Uno de esos problemas es la derogación mediante decreto
 por el presidente Mauricio Macri de la Ley de Servicios de Comunicación
 Audiovisual, aprobada en 2015, y que limitaba la concentración de 
medios.
El 18 de este mes, Macri, en el poder desde diciembre, ofreció
 a la CIDH que hará una nueva ley de medios con participación previa de 
la sociedad civil. Pero los periodistas argentinos son escépticos.
“Además
 de más de 300 medios que ostenta el Grupo Clarín y de los que evita 
desprenderse, en las sombras edifica otro monopolio. Asociado con La 
Nación planean quedarse con toda la cadena de las revistas gráficas”, 
denunció la revista Orsai.
Pero los problemas para la CIDH y su 
relatoría especial para la libertad de expresión, no solo son provocados
 por los gobiernos conservadores.
En Ecuador, por citar un solo 
ejemplo desde la orilla de la izquierda, el presidente Rafael Correa, en
 el poder desde 2007, usó toda la fuerza del Estado para demandar 
penalmente a los directivos del diario El Universo, Carlos, César y 
Nicolás Pérez y para el entonces editor de opinión, Emilio Palacio.
El
 mandatario pidió 80 millones de dólares y tres años de cárcel por 
supuestas injurias por un artículo que afirmaba que Correa había 
ordenado “fuego a discreción” contra un hospital lleno de civiles 
durante la rebelión policial de septiembre de 2010.
Derivado de 
ello, en diciembre 2015, la CIDH, admitió la petición por la cual se 
alega responsabilidad internacional de la república de Ecuador, por la 
presunta violación de garantías judiciales, libertad de pensamiento y 
expresión, y pedido de protección judicial.
De la coerción no 
escapa el humor. Una caricatura política sobre la incursión de policías 
en el domicilio de un opositor indignó en 2014 a Correa, que inició una 
campaña con todos los resortes del poder contra el autor, Xavier 
Bonilla, que firma como Bonil, al que calificó de “sicario de tinta y 
enfermo”.
“Los ecuatorianos debemos rechazar las mentiras y a los 
mentirosos, sobre todo si esos mentirosos son cobardes disfrazados de 
jocosos caricaturistas. Odiadores del gobierno disfrazados de jocosos 
caricaturistas”, fue una de las andanadas del mandatario contra uno de 
los caricaturistas latinoamericanos más reconocidos.
Son algunos de los claroscuros con los que los periodistas de la región reciben el Día Mundial de la Libertad de Prensa, que se celebra el 3 de mayo.
Aunque
 los escenarios no son los más óptimos para el periodismo 
latinoamericano, hay muestras de resistencia que parecen encender en 
diferentes países.
Incluso en Veracruz, el estado mexicano que ha 
saltado a la prensa mundial por el escandaloso número de periodistas 
asesinatos y agredidos.
El 28 de abril, cuando se cumplen cuatro 
años del asesinato de Regina Martínez, corresponsal del semanario 
Proceso, los periodistas del Colectivo Voz Alterna, que han dado una 
enorme batalla por la información en un ambiente de terror, colocarán 
una placa en su honor en la Plaza Central de la capital estado.
“No
 podemos olvidar, ni quedarnos sin hacer nada”, dijo a IPS la reportera 
veracruzana Norma Trujillo. Mantras parecidos repiten periodistas que 
ejercen su oficio en situación de riesgo en diferentes países de la 
región.
Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/2016/04/tiempos-de-violencia-y-resistencia-en-periodismo-latinoamericano/
 

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