Nuevos factores 
conjugados para un tercer momento de la crisis post Lehman. El efecto 
inverso del “Soft landing” chino y “nuestro mundo” de las tasas cero. 
Efectos en Brasil, Venezuela y Argentina.  
 Argentina, Brasil
 y Venezuela transitan el fin del crecimiento acelerado de sus 
respectivas economías favorecidas durante la pasada década por 
condiciones particulares que tiñeron la recuperación mundial posterior 
al estallido de la crisis de 2008. Este agotamiento que confina el 
reformismo decolorado que caracterizó durante los últimos años a los 
gobiernos de esos países, debe comprenderse como efecto resultante de 
nuevos factores conjugados que definen el panorama económico mundial. 
Como señalamos desde esta misma columna,
 aún sosteniendo caracterizaciones diferentes respecto de la tendencia, 
los economistas más influyentes de la actualidad, alertan respecto de 
elementos sintomáticos que podrían estar dando lugar al inicio de un 
tercer momento dentro de la crisis abierta en el período pos Lehman. 
 Tres momentos 
Hasta
 cierto punto puede periodizarse la crisis económica mundial abierta por
 el episodio Lehman, en tres momentos. El primero de ellos con epicentro
 en Estados Unidos y origen en la crisis inmobiliaria que estalló en 
2007, se expandió a escala internacional con la caída sin apoyo 
gubernamental del hasta ese entonces banco de inversión Lehman Brothers y
 se extendió y profundizó durante el año 2009. Las medidas de estímulo 
fundamentalmente monetario en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, 
Francia, Japón y otros países centrales y de estímulo fiscal en China, 
sujetaron una crisis que se presentaba como la más profunda desde la 
Gran Depresión de la década del ’30. La combinación de la recuperación 
extraordinaria de China –con todas las contradicciones del caso- y el crecimiento leve pero sostenido de Estados Unidos, dieron lugar a un incremento moderado e inestable de la economía mundial.
 Durante los años 2010-2013 se produce un nuevo momento de la crisis con
 epicentro en la Eurozona y origen en las abultadas deudas de los países
 de Europa meridional e Irlanda. Este nuevo momento resulta otra vez 
contenido sumando a los factores China y Estados Unidos, la combinación 
de sendos planes de ajuste en los denominados “PIIGS” así como nuevas 
medidas monetarias expansivas en la zona del euro. Cuestiones estas que 
aunque no pudieron evitar conatos como la recientemente convulsiva y aún
 latente crisis griega, permitieron sostener un crecimiento moderado de 
la economía mundial -aunque significativamente más débil que el de 
décadas anteriores. Como apunta Martin Wolf desde Financial Times, estos
 momentos forjaron “nuestro mundo” de las tasas de interés cero. Ese 
mundo -que incluyó el fuerte impulso de China- dio lugar al enérgico 
ascenso de los precios de las materias primas que estuvo detrás de los 
pronunciados ciclos de crecimiento de países como Argentina, Brasil, 
Venezuela, Bolivia o Rusia, entre otros. Hacia 2014 y con mayor ímpetu 
durante el presente año, comenzaron a ponerse de manifiesto nuevos 
límites a las condiciones generales que impulsaron el crecimiento global
 durante los últimos años. 
 Malestar del crecimiento 
Mientras
 el FMI rebajó por enésima vez el pronóstico de crecimiento mundial para
 el año en curso al 3,1% -2,9% según la OCDE-, predijo que las economías
 centrales crecerían un 2% en promedio (incluyendo un 1,5% para la 
Eurozona) y las denominadas economías “en desarrollo”, un 4% de 
conjunto. Martin Wolf observa que este último valor se encuentra bien 
por debajo del 5% en 2013 y del 4,5% en 2014. La economía china crecería
 un 6,8%, la India –una “rara excepción”, según Wolf- un 7,3 y 
Latinoamérica –más allá de las disparidades internas- se contraería un 
0,3% en su conjunto, incluyendo una caída del 3% en Brasil. Más allá del
 carácter verdaderamente imprevisible del crecimiento económico para 
períodos tan lejanos –cuando resulta imposible acertar la tendencia en 
un mismo año-, la reducción de la tendencia de largo plazo, al menos por
 lo que indica con referencia a las actuales expectativas, no deja de 
ser sorprendente. Summers observa que en relación con sus previsiones de
 2012, el Fondo Monetario Internacional revisó a la baja su estimación 
para el nivel de PIB de Estados Unidos en 2020 en un 6 por ciento, 
Europa en un 3 por ciento, China en un 14 por ciento, los “mercados 
emergentes” en un 10 por ciento y en un 6 por ciento para el mundo en su
 conjunto. Apunta Summers que estos resultados “deprimentes”, asumen 
incluso que no se producirá ninguna recesión en el “mundo industrial” ni
 crisis sistémica alguna en el mundo “en desarrollo”. Además los últimos
 datos de la economía norteamericana sugerirían una desaceleración del 
crecimiento que ya es lento en Europa y Japón. Una economía global que 
bordea la velocidad de contracción, dice Summers, es una situación en la
 que el principal peligro es la recesión. Kennet Rogoff –cuya visión más
 optimista opone a la tesis del estancamiento secular la posibilidad de 
que la economía se encuentre ante la última fase de un “superciclo de 
deuda”-, recuerda que siete años después de la crisis financiera global,
 el FMI está rebajando silenciosamente las previsiones de crecimiento 
mundial, llevándolas hasta el nivel más bajo desde 2009. El economista 
Gabyn Davies por su parte, apunta que si bien no se avizora en lo 
inmediato una recesión, la economía mundial parecería estar en el medio 
de un “malestar del crecimiento” en el que el milagro de la década del 
2000 en el “mundo emergente” se está desmoronando y el crecimiento de la productividad en las economías avanzadas mantiene su tendencia declinante de largo plazo. 
 Combinación en reversa 
 Lo dos factores cuya interacción explica el límite al crecimiento 
global de los últimos años, resultan ser nuevamente China y Estados 
Unidos, aunque esta vez provocando un efecto inverso. Se trata de la 
conjunción del menor crecimiento chino –que intenta transitar hacia un 
nuevo “modelo de acumulación”- y las contradicciones de Estados Unidos 
para sostener en el tiempo las tasas de interés cero. Como dice Summers,
 por primera vez en siglos China está afectando a la economía mundial 
tanto como se ve afectada por ella. Lo que está agotado verdaderamente 
en China es el “modelo exportador” de crecimiento industrial que actuó 
por un lado como imán internacional de atracción de capitales de los 
países centrales y dio impulso por el otro a los países exportadores de 
materias primas. Países que a su vez resultaron fuentes de atracción del
 “exceso de ahorro” –o mejor dicho, de la escasa inversión- de los 
países centrales, atrayendo capitales debido a los diferenciales de 
tasas de interés, los recursos naturales o a empresas particularmente 
rentables como por ejemplo, las translatinas. Pero la cuestión de la 
transición china plantea varios problemas de alto calibre para la 
economía mundial. Por un lado el crecimiento de la industria –según 
señala Michel Aglietta en Le Monde Diplomatique- cayó del 12% en 2012 al
 6% previsto para 2015. En este contexto, la utilización de la capacidad
 instalada en la industria en ramas fundamentales como acero, aluminio, 
vidrio o automotriz, se encontraría por debajo del umbral de 
rentabilidad y suele admitirse que para reabsorber las capacidades de 
producción excedentarias, la inversión debería reducirse
 desde el 50% actual del PBI al 35%. A su vez y también según Aglietta 
la fracción de servicios se volvió dominante abarcando un 46,1% del PBI 
ya en 2013 contra un 43,9% para la industria manufacturera. Este proceso
 de reconversión desde la industria a los servicios que incluye la 
necesidad de la liberalización financiera, la internacionalización del yuan,
 una descolectivización del campo más ofensiva de la desarrollada hasta 
el momento –ver Martine Boulard en Le Monde Diplomatique-, entre otros 
varios aspectos, implica mucho más que una reestructuración económica.
 Si China logra una transición “ordenada” del tipo del llamado “soft 
landing” manteniendo un crecimiento de alrededor del 7% o si sufre un 
“hard landing” con su economía cayendo por debajo del 5% -generando 
altas tasas de desempleo y agudizando la contradicción ciudad-campo-, 
sin duda no representa un escenario igual ni para el país ni para la 
economía mundial. Pero incluso una transición del primer tipo se 
presenta como un dilema tanto para la economía como para la geopolítica internacional.
 De hecho el actual “soft landing” chino tiene al menos dos 
consecuencias visibles. Por un lado establece un límite directo a la inversión de capitales
 de los países centrales. A la vez, tanto por el lado de la demanda como
 por su influencia en los precios de las materias primas industriales, 
coarta los ciclos de crecimiento de los países exportadores. Cuestiones 
estas que a su vez se combinan con las dificultades que plantea sostener
 en el tiempo una tasa de interés cero en los países centrales en 
general y en Estados Unidos en particular. No sólo porque alimenta 
tendencias a la inestabilidad bursátil sino fundamentalmente porque se auto anula
 como posible nueva medida de contención. Sería complejo por ejemplo 
hacer frente a una eventual situación recesiva mediante políticas 
monetarias encontrándose tasa de interés en cero y más aún existiendo 
tendencias deflacionarias. Summers lo expresa marcando que “el espacio 
político para la maniobra está ahora bastante limitado”. De modo tal que
 la Reserva Federal norteamericana –más allá de que finalmente haga o no
 efectiva la medida- hace ya tiempo que viene anunciando su intención de
 elevar las tasas de interés. Aún cuando a ciencia cierta se desconoce 
si el incremento se hará finalmente efectivo y al tiempo que se descarta
 el carácter leve de dicho aumento, la sola intención de la Fed 
determinó una reversión del flujo de capitales hacia el centro que 
comenzó en 2014 y se agudizó durante el presente año. Esa reversión del 
flujo determinó una revalorización del dólar y una devaluación 
concomitante de los precios de las materias primas. De modo que es la 
conjunción del efecto China junto con la amenaza norteamericana de 
incrementar las tasas de interés, lo que viene deprimiendo los precios 
de las materias primas por factores tanto de demanda como especulativos y
 monetarios. Cuestiones estas a las que se agregan –realimentándose- las
 múltiples causas que desde el año pasado determinaron el fuerte descenso de los precios del petróleo. 
 Fines de ciclo 
Si bien el panorama económico latinoamericano en su conjunto muestra fuertes desigualdades,
 este nuevo momento de la crisis post 2008, está descargando todos sus 
efectos sobre Brasil, Venezuela y Argentina. Sería un error no obstante 
considerar que los factores señalados afectan a los tres países de igual
 modo. Antes bien se manifiestan de manera más directa en algunos casos y
 en otros de forma más intrincada. El caso menos multicausal es quizás 
el de Venezuela
 donde el 96% de las divisas entrantes provienen de las exportaciones 
petroleras (BBC Mundo) y cuya economía que viene sufriendo las 
consecuencias de la caída del precio del crudo desde 2014, se contraería
 este año en alrededor del 10%.
 En Brasil la cuestión se manifiesta de forma más combinada ya que 
recibe el impacto de los dos factores mencionados más arriba 
fundamentalmente a través de cuatro canales.
 A saber, la caída del precio de materias primas industriales como el 
mineral de hierro del que Brasil es el tercer productor del mundo, 
combinado con la merma de la demanda debida a “soft landing” chino, la 
fuga de capitales explicada en gran parte por la revaluación del dólar y
 el escándalo de corrupción conocido como operación “Lava-Jato”,
 íntimamente asociado a la caída de los precios del petróleo. Por último
 Argentina presenta el formato más laberíntico. Como explicamos en Claves de la crisis económica mundial y su refracción nacional,
 en nuestro país la transmisión internacional se produce 
fundamentalmente a través de la recesión brasileña –su principal socio 
comercial-, la revaluación del peso derivada del fortalecimiento del 
dólar –combinada con la inflación interna, la más alta de Latinoamérica 
después de la venezolana y una de las más elevadas del mundo- y 
finalmente la caída del precio de la soja –que no obstante se mantiene 
por encima de la tendencia histórica- y cuya demanda no sufre los 
efectos del “soft landing” chino. 
En los tres casos, no obstante, 
el “ya no más” de los ciclos económicos ascendentes actúa como sustrato 
de agudas crisis políticas en curso como en Venezuela o Brasil y como anticipo en Argentina, donde los contendientes del balotaje del 22 de noviembre prometen un indiscutido giro a la derecha.Este artículo fue publicado originalmente en La Izquierda Diario el 12-11-15 
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