Immanuel Wallerstein
Brasil es una potencia 
mundial importante –en términos de tamaño, población e influencia. No 
obstante, de muchas maneras es una combinación de tan diferentes y 
contradictorias facetas que es difícil para cualquiera, incluidos los 
mismos brasileños, saber cómo definir las características de Brasil como
 nación y fuerza en el sistema-mundo.
En la actualidad el rostro más importante de Brasil es el Brasil de 
Lula (Luiz Inácio Lula da Silva) y su partido, el Partido dos 
Trabalhadores (PT). Después de tres infructuosas carreras por la 
presidencia, Lula finalmente ganó en 2002. La elección de un líder 
sindical de orígenes humildes como presidente representó, cuando menos, 
la penetración social de una persona y un partido que desafiaron las 
jerarquías sociales incrustadas en el sistema político.
Lula y el PT prometieron básicamente dos cosas. La primera fue elevar
 de un modo significativo el ingreso real de los sectores más pobres del
 país. Y logró hacer esto mediante su programa de Fome Zero (Hambre 
Cero). Éste se conformó por un complejo de programas federales de 
asistencia destinados a la eliminación del hambre en Brasil. Incluyó 
notablemente la Bolsa Família (Bolsa de la Familia), así como acceso a 
crédito y a aumentos en el salario mínimo.
La segunda promesa fue rechazar las políticas neoliberales de sus 
predecesores y el cumplimiento de los compromisos de los gobiernos al 
Fondo Monetario Internacional.
Casi de inmediato, Lula cambió su posición. Nombró como ministro de 
Finanzas y como presidente del Banco Central a dos personas 
comprometidas precisamente con las políticas neoliberales y 
particularmente con la promesa hecha al FMI de mantener un cierto 
excedente primario de ingresos, que es la porción de los ingresos 
gubernamentales que no se gasta. Este tipo de política macroeconómica 
reduce los fondos disponibles para inversiones sociales. Su alardeada 
virtud es la de estabilizar los gobiernos y evitar la inflación. El FMI 
exigió de Brasil que mantuviera un excedente de 4.25 por ciento. En la 
presidencia de Lula, el excedente creció más que nunca a 4.5 por ciento.
Las políticas mixtas de Lula existían dentro de la particular cultura
 política de Brasil, país con gran número de partidos políticos, ninguno
 de los cuales excede de la cuarta parte de los escaños en el 
Parlamento. La cultura política de Brasil hace casi normal que los 
individuos y aun partidos completos den virajes en sus alianzas con gran
 frecuencia. Meramente buscan poder e ingresos. Una de las formas en que
 Lula y su partido se mantuvieron en la cumbre fue el mensalao 
(las mensualidades pagadas a los miembros de la legislatura. Es probable
 que el nivel de corrupción de Brasil no sea realmente mayor que el de 
la mayoría de otros países, pero los rápidos virajes en las alianzas 
legislativas han hecho esto mucho más visible.
Luego está el Brasil como fuerza geopolítica, el Brasil del 
BRICS –grupo de cinco economías llamadas emergentes (Brasil, Rusia, 
India, China y Sudáfrica), cuya fortaleza se basa en elevar los precios 
mundiales de las mercancías de exportación básicas. De pronto hubo nueva
 riqueza en Brasil (como en otros países del BRICS), hasta que colapsó 
el precio de esas mercancías básicas. Hoy parecería que, económicamente,
 así como les llegó fácil, así se fue.
Sin embargo, BRICS fue más un intento por incrementar la acumulación 
de capital. Fueron un intento por afirmar su fortaleza geopolítica. Aquí
 también hubo inconsistencias. Por un lado, Brasil se volvió la 
principal fuerza en intentar (en la primera década del siglo XXI) 
construir una unidad de América Latina y el Caribe independiente de 
Estados Unidos y de las estructuras que éste ha construido para 
controlar América Latina. Éste fue el Brasil que encabezó la creación de
 la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y de alojar ahí a países 
tan disparados políticamente como la Venezuela de Hugo Chávez y la 
Colombia de Juan Manuel Santos.
El Brasil que fue campeón de la autonomía de América Latina fue 
también el Brasil que buscó imponerse de muchos modos a sus vecinos, 
notablemente a Argentina. Fue también el Brasil que deseó crear un grupo
 lusófono que sirviera a sus intereses económicos. Fue también el Brasil
 cuyos vínculos más cercanos con China (a través de BRICS ) no se 
situaban en una estructura de iguales geopolíticos.
Hoy todos esos diferentes Brasiles se mueven hacia implosiones 
internas. La sucesora de Lula como presidenta, Dilma Rousseff, ha tenido
 un catastrófico descenso en popularidad durante el año anterior. Lula 
mismo perdió algo de su postura, alguna vez intocable. El régimen está 
siendo amenazado por un enjuiciamiento a Rousseff. Hay rumores de que el
 ejército está considerando un golpe de Estado. La negación de tal 
posibilidad por parte del jefe de las fuerzas armadas parece en sí misma
 una cuasiconfirmación de tal rumor.
Sin embargo, no hay una clara alternativa, lo que hace del 
enjuiciamiento y del golpe militar algo poco probable. Decir que hay 
muchos Brasiles es decir algo que puede decirse de muchos países, tal 
vez de casi todos. Pero de alguna forma eso parece más así en Brasil. 
Valiente será aquel analista que prediga el Brasil de 2016 o 2017. Pero 
aunque los detalles exactos sean impredecibles, las fuerzas de Brasil 
pueden continuar haciendo de Brasil un locus clave del poder mundial.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
 

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