Paraguay
El “Nuevo Rumbo” sufrió
 su primera y catastrófica derrota en las elecciones municipales del 
domingo pasado. El meteórico ascenso de Horacio Cartes que se inició con
 la masacre de Curuguaty parecía incontenible y ya todos presagiaban una
 segura reelección. Desde su incursión en el nuevo rubro el empresario 
presidente logró someter a la dirigencia de los partidos tradicionales 
en base a la prebenda, degradando la política a un vulgar mercado donde 
abyectos se disputan sus favores como corredores de bolsa.
Unas 
semanas antes de las justas municipales ordenó a los dirigentes de base 
“coloradizar” todo el territorio nacional, autoproclamándose en el único
 jefe de la campaña. Garantizó el soporte económico para la batalla 
electoral que se vaticinaba fácil por el generoso flujo de caja manejada
 por el presidente. 
Apenas asumió el poder, Cartes había dicho a
 empresarios brasileños que deberían “usar y abusar del Paraguay”, en un
 gesto que más parecía a la de un proxeneta que de un estadista. 
Con
 la arrogancia que lo caracteriza el día de las elecciones se preparaba 
para un triunfo aplastante, que lo catapultaría irremediablemente hacia 
la codiciada reelección. Pero la gente, incluyendo un gran sector de su 
partido, le reservaba una sorpresa. Estos salieron a votar masivamente 
pero no para cumplir sus órdenes de coloradizar el país, sino para 
castigar su prepotencia. Lo del domingo no fue un aplastante triunfo 
colorado sino una aplastante derrota cartista. 
Tras 14 años los 
colorados perdieron en la capital, el municipio más importante del país.
 Es el revés más duro sufrido por el cartismo que experimenta su momento
 más amargo. Y como si fuera poco los colorados también perdieron en 
varias capitales departamentales, incluida Encarnación, histórico feudo 
colorado y cuna del actual vicepresidente. 
Lugo quiere hacer leña del árbol caído  
Las
 elecciones del domingo mostraron que Cartes sigue teniendo la billetera
 muy grande pero que ya no tiene el control del partido colorado. La 
propia oligarquía empieza a sospechar sobre su falso liderazgo cimentado
 en la ficción del dinero. Duda además en su capacidad para construir 
consenso, tan necesario mirando los grandes proyectos nacionales que 
deberán ejecutarse de acá al futuro.
Apenas concluida las 
elecciones, el ex presidente Fernando Lugo anunciaba su alejamiento del 
Frente Guasu (FG), el conglomerado de izquierda que lo elevó a los 
altares de la política paraguaya. El ex presidente dice que busca 
encabezar una gran alianza de cara al 2018, pero sin la “contaminación 
izquierdista”. 
El gesto de Lugo no deja ser sintomático y 
oportunista; derrotado Cartes no queda otro líder visible más que él. 
Saliendo del FG ya no estará intoxicado ideológicamente y la oligarquía 
lo podría acoger nuevamente como el arrepentido hijo pródigo que regresa
 para ser candidato en el 2018.
 

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