Cuando
 el mercado es el que manda, las crisis políticas se describen y 
caracterizan de manera particular, buscando minimizar algunos aspectos y
 resaltando otros. Así sucede en Guatemala, país que está pasando por 
una crisis institucional y política de larga data y de amplio alcance. 
Un escenario en el que, de cualquier manera, se han llevado a cabo 
elecciones para renovar los cargos del Ejecutivo y el Legislativo.
Al
 menos desde marzo de este año, diferentes sectores de la sociedad 
guatemalteca, en particular las clases medias de la ciudad de Guatemala,
 han salido a las calles para reclamar un alto a la corrupción. En este 
contexto, la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala 
reveló que el presidente Otto Pérez Molina y la vicepresidenta Roxana 
Baldetti, están vinculados a una red de fraude aduanero. En buena medida
 gracias a las manifestaciones y protestas ciudadanas, ambos mandatarios
 presentaron su renuncia y han sido detenidos. Esta es la punta de un 
iceberg de corrupción e impunidad que caracteriza a Guatemala desde hace
 décadas y también una excelente oportunidad para que se logren cambios 
sustanciales en cuanto al modo de operar de la democracia, no solo en lo
 relativo a participación política, transparencia y representatividad, 
sino en lo que se refiere a medidas sustantivas de redistribución, 
urgentes en un país donde más del 50 por ciento de la población se 
encuentra sumido en la pobreza.
Estos acontecimientos 
pueden aparecer como suficientes para rotular a Guatemala como país en 
crisis, lo que repercutiría inmediatamente en una imagen negativa frente
 a los mercados internacionales, presentando el país como un escenario 
de “caos” e inestabilidad económico-financiera. Sin embargo, los eventos
 no han sido comunicados como tal en medios empresariales como el 
Central America Data. En este espacio, muy reconocido en el ámbito 
financiero-comercial, aparecen titulares como los siguientes: 
“Guatemala: Pérez Molina cesaría en su cargo” (2 de septiembre); 
“Guatemala: Actividad económica crece 3,6 por ciento” (3 de septiembre);
 “Guatemala: Exportación de cardamomo crece 15 por ciento” (4 de 
septiembre). Si bien está claro que se trata de un medio dedicado a 
noticias sobre negocios, es interesante el modo en que se (re)construye 
el vínculo entre lo político y lo económico para mantener una imagen de 
calma y de cierta estabilidad. La noticia más clara en este sentido es 
“Guatemala: Crisis política no afecta calificación soberana” (7 de 
septiembre) “Para Standard & Poor’s la renuncia de Pérez Molina y el
 fraude aduanero no tienen en el corto plazo impacto negativo sobre las 
calificaciones de la deuda”. Curioso que ante un escándalo de tal 
proporción que ha llevado a juicio a la cúpula del Ejecutivo, se 
sostenga que esto no afecta a la economía.
Una imagen 
similar parece construirse desde el gobierno estadounidense. Ante los 
hechos, el vicepresidente Joseph Biden, se comunicó con el actual 
presidente guatemalteco Alejandro Maldonado (que reemplaza al detenido 
Pérez Molina) para confirmar “el continuo compromiso de Estados Unidos 
en apoyar las instituciones, combatir la corrupción y promover la 
transparencia en Guatemala” y para reafirmar la necesidad de un trabajo 
conjunto en pos del éxito de la Alianza para la Prosperidad (Diario de 
Centroamérica, 6 septiembre 2015).
Esta actitud de apoyo y
 conciliadora ayuda a evitar que Guatemala caiga en el caos y la 
incertidumbre financiera y económica. Llama la atención este esfuerzo de
 la prensa y el gobierno estadounidenses si consideramos otros casos en 
los que estos mismos actores han promovido sin temor escenarios de 
desestabilización y caos: los fondos buitre en Argentina, la agresión a 
la economía venezolana, o las medidas impulsadas contra los gobiernos de
 Bolivia y Ecuador. Vale recordar el papel que jugó la desestabilización
 a través de la prensa y la imagen del mercado en el derrocamiento de 
Jacobo Arbenz en Guatemala (1954); Joao Goulart en Brasil (1964) y 
Salvador Allende en Chile (1973). Nunca se pudo demostrar que estos 
gobiernos llegaran a los niveles de corrupción e impunidad –de los que 
fueron acusados– que en cambio, han quedado claramente expuestos en el 
caso de la gestión guatemalteca de los últimos años. Pero ya lo dice uno
 de los slogans preferidos del marketing y la publicidad: “la imagen es 
todo”. De modo que aquellos que tengan acceso directo a –y estén en 
buenos términos con– los “hacedores de imagen” tienen varios puntos a su
 favor.
- Silvina M. Romano, investigadora Iealc-UBA-Conicet.
    http://www.alainet.org/es/articulo/172358  
 

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