Carolina Escobar Sarti
Veintisiete partidos están en la línea de salida. Siete de ellos le ponen rostro de mujer a sus campañas políticas. Seis de estas mujeres corren para presidentas y una para vicepresidenta. Por cierto, perdonen los de la Real por la “a” al final de las palabras presidenta y vicepresidenta, pero más allá de discursos sobre los usos pertinentes de la lengua, hay cambios en el lenguaje cuyos efectos no son sólo neurálgicos, sino neuronales. Además, una de las características esenciales del lenguaje, es precisamente su dinamismo. Vuelvo con las mujeres y la política partidaria.
Veintisiete partidos nos dicen que, o somos de verdad un país megadiverso y ese abanico de partidos nos representa, o es evidente que seguimos siendo una sociedad demasiado fragmentada. Por otra parte, nos preguntamos si esta participación de mujeres, como la de otros sujetos representativos de las “mayorías minorizadas” en otros países, se da cuando la gobernabilidad de una nación está en juego. En este momento de pre-campaña que no es tan “pre”, esta participación es sólo una tendencia. Falta ver por dónde se decantará.
Creo que no hay nada mejor para el ejercicio político partidario, que el mismo ejercicio político partidario. Apoyo la participación de más mujeres en la política, aunque estoy consciente de que ello no siempre garantizará espacios más igualitarios. Las leyes fueron hechas por hombres, los sistemas políticos fueron concebidos por hombres, los criterios de participación política han sido generalmente diseñados por hombres, y nadie podría contra argumentar que priva un modelo masculino en el ejercicio de la política. A esto se le llama la masculinización de la política.
Así que las preguntas obligadas luego de dar un rotundo SI a la participación política de las mujeres serían: ¿cómo participan y en qué condiciones?, ¿su participación propone un cambio de paradigma en el ejercicio del poder, o llegan a replicar el mismo modelo? El reto de los actores políticos, tanto mujeres como hombres, es cambiar la cultura política guatemalteca. Es construir ciudadanía. Si la participación de las mujeres se mantiene como hasta ahora en los espacios de representación política, oscilando entre el 1 y el 2% a nivel mundial, será hasta dentro de 400 años que se logrará la paridad de hombres y mujeres. Esto dicho por la politóloga Sofía Vásquez y basado en una declaración reciente de Naciones Unidas.
Apenas comenzamos por aquí el debate de la paridad, aunque desde hace años se haya puesto sobre la mesa de discusión. Algún día ni siquiera notaremos si quien aspira a un cargo público será hombre o mujer, pero hoy es más urgente que nunca construir democracias paritarias. El estudio Mujeres y Política: Sistemas electorales y cuotas de género, realizado por varios autores y autoras, contiene un riguroso análisis sobre el impacto de la aplicación de Leyes de Cuotas en países de América Latina. Deja claro que si no fuera por las leyes de cuotas nunca, desde que se discutió el voto femenino en la primera mitad del siglo XX, se habría actualizado el debate sobre la representatividad. Además, hay un impacto directo en temas como participación y representatividad y una dinamización de las temáticas parlamentarias, a favor de la democracia. Finalmente, este debate ha desnudado las variables que sostienen anónimamente el statu-quo: sub-representación, exclusión social y política. Como dijera Michelle Bachelet: “La ‘lucha por la igualdad’ tampoco puede llevar a un ‘machismo piadoso’, pues no se trata de ‘darle algo a las mujeres’, sino de incluir las cuestiones de género en el marco de un amplio ‘compromiso contra todas las desigualdades”.
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