América Latina: El agua, un recurso natural estratégico
Un documento presentado al Pentágono en 2003 advertía sobre la posibilidad de que además de los cataclismos naturales, el futuro presagiaba inevitables confrontaciones militares por el vital líquido
Renio Díaz Triana | Boletín Entorno/Centro de Estudios sobre América |
La mayor parte de la superficie de la Tierra está cubierta por agua, sin embargo sólo el 2.5% es dulce, de cuyo volumen, estimado en unos 38 millones de kilómetros cúbicos, poco más de 75% está concentrado en casquetes polares, nieves eternas y glaciares. El 21% está almacenado en el subsuelo y el 4% restante corresponde a lagos y ríos. Sólo la mitad del agua dulce disponible es potable.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas más de 3.000 millones de personas, o sea, más de la mitad de la población mundial, sufrirá escasez de agua en 2025. En la actualidad ya más de 1.000 millones la padecen mientras alrededor de 2.600 millones carecen de saneamiento adecuado.
El consumo mundial de agua se duplicó tan rápido como la población en el último siglo. Importantes centros de investigación y organizaciones internacionales alertan acerca de que si la Humanidad no cambia su comportamiento, desde los procesos industriales, la administración pública hasta los hábitos personales, la crisis que se avecina, en cuyo agravamiento una incidencia de primer orden tendrán las nefastas consecuencias del cambio climático, que ya se dejan sentir, tendrá consecuencias impredecibles para la supervivencia de nuestra especie.
Se estima que un 70% del agua que se consume se destina a la agricultura, un 20% a la industria y un 10% a los hogares. En el futuro, según expertos, resultado del cambio climático, se dispondrá de un 20% menos.
En los últimos cincuenta años el consumo de agua se duplicó, pero también en este tema se evidencian las enormes desigualdades que caracterizan el mundo de hoy. Un ejemplo elocuente de estas disparidades lo constituyen realidades como que los niños de los países desarrollados consumen entre 30 y 50 veces más agua que los nacidos en los países del tercer mundo.
Un gran problema está relacionado con la contaminación de las aguas. El consumo de agua contaminada o no potable, provoca el 88% de las enfermedades en el mundo. Cada año se vierten en el agua entre 300 y 500 millones de toneladas de desechos industriales: metales pesados, sedimentos tóxicos y otros tipos de residuos.
Países desarrollados padecen ya de la escasez de agua dulce, con el agravante que la contaminación alcanza proporciones alarmantes. En EE.UU., el 40% de los ríos y lagos están contaminados. En Europa, el 91% de sus más importantes ríos padecen el mismo problema. No es casual que países de ese continente estén instalando industrias contaminantes en otras regiones del planeta.
Los Objetivos de desarrollo para el Milenio aprobados por la ONU preveían reducir a la mitad el número de personas carentes de agua potable e instalaciones sanitarias básicas para el 2015. Meta que todo indica no será alcanzada, pues ello implicaría garantizar servicios de agua potable a 100 millones de personas cada año e invertir por lo menos 10 mil millones de dólares anualmente, en mejorar los servicios sanitarios.
América Latina y el Caribe representan el 15% de la superficie de tierras del planeta, con alrededor del 10% de la población mundial y cerca del 40% de la reserva de agua dulce del mundo, pero no hay que fiarse de la abundancia de agua con que cuentan en la actualidad, ya que el cambio climático viene impactando negativamente estos recursos como lo demuestran el derretimiento de los glaciares en la región andina, las sequías, las inundaciones y los desastres naturales de distinto tipo que ya se padecen.
En la actualidad millones de personas en la región carecen de acceso a agua potable por factores que van desde la contaminación hasta la privatización del servicio y la inadecuada gestión, lo que se ve agravado por las consecuencias del cambio climático ya mencionadas. Hay escasez de agua en extensas zonas del continente, como en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, México, Perú y países del Caribe.
Cerca de 120 millones de latinoamericanos no reciben agua potable en sus viviendas y más de 200 millones carecen de conexión al sistema de alcantarillado.
México enfrenta dificultades por la desigual distribución y el descenso de la disponibilidad, al pasar de 18.035 metros cúbicos por persona al año a mediados del siglo XX a cerca de 4.000 en la actualidad.
Similar situación se presenta en Brasil, que cuenta con el 12% del agua dulce del planeta, pero que sufre graves problemas de distribución, ya que el 90% de las reservas está concentrado en el Amazonas.
En Colombia casi 16 millones de personas no tienen acceso, a pesar de que es uno de los ocho primeros países del mundo en riqueza hídrica. En Honduras, el 20% de los dos millones de habitantes de Tegucigalpa y San Pedro Sula tampoco cuentan con servicio de agua, mientras en Managua, la capital nicaragüense, 162 barrios la reciben de forma intermitente.
A pesar de que Costa Rica es una de las naciones con mayor cobertura de fluido, con un 99,4%, tiene el río más contaminado de Centroamérica, el Tárcoles, que recibe la mayor parte de las aguas negras del Valle Central, donde habita más del 50% de la población. Lo mismo sucede en Argentina, donde la elevada polución de los ríos Matanza-Riachuelo afecta a unos 12 millones de bonaerenses.
En Guatemala se calcula que el 74,6% de hogares tiene acceso por tubería y el 22,4% por acarreo, en tanto que en Venezuela el 94% cuenta con el líquido, en comparación con el 62% de hace una década.
La contaminación de los ríos y la reducción de las cuencas también generan escasez en República Dominicana.
No dejan de resultar paradójicos tales problemas cuando se cuenta con importantísimos volúmenes de agua dulce en superficie y subterránea. Especial connotación adquiere la situación que se presenta en América del Sur, donde reside el 6 % de la población mundial, cuenta con el 28 % de los recursos hídricos renovables del mundo. Entre otras riquezas, además de la cuenca del Amazonas, la región atesora la presencia del Acuífero Guaraní que cubre parte de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay además de constituir una de las tres reservas más grandes del orbe de agua subterránea. Esta fabulosa riqueza natural está, como era de esperar, en la mira fundamentalmente de los Estados Unidos y constituye uno de los principales motivos que conceden a la llamada Triple Frontera una importancia estratégica de primer orden.
Un documento presentado al Pentágono en 2003 advertía sobre la posibilidad de que además de los cataclismos naturales, el futuro presagiaba inevitables confrontaciones militares por el vital líquido.
Poco tiempo después, el consejero del Pentágono, Andrew Marshall elaboraba otro informe donde advertía al presidente George W. Bush sobre los efectos del calentamiento global a corto plazo, y especialmente a la falta de agua potable, entre ellos. El estudio sugería que Washington debía prepararse para estar en condiciones de apropiarse de ese recurso estratégico "... allí dónde esté, y cuando sea necesario".
En 2006, por su parte, el entonces ministro de Defensa británico, John Reid advirtió que al combinarse los efectos del cambio climático global y los mermados recursos naturales, se incrementaba la posibilidad de conflictos violentos por tierras, agua y energía.
Al respecto, es bueno recordar, que ya en el documento Santa Fe IV (documento que recoge propuestas de política internacional de los círculos más conservadores para el Partido Republicano) se había planteado que los recursos naturales del hemisferio están disponibles para responder “a nuestras prioridades nacionales".
El doctor Gian Carlo Delgado Ramos, especialista en Ecología Política de los Recursos Naturales, ha afirmado que la posesión y control de las reservas de agua y que conflictos como el del Medio Oriente o la invasión a Iraq no sólo tienen que ver con el petróleo sino también tienen mucho que ver con la intención de adueñarse y controlar las reservas de agua.
Los elementos anteriormente expuestos ayudan a descubrir las reales causas del actual incremento de la presencia militar norteamericana en la que considera históricamente como su traspatio, y que tiene algunas de sus expresiones en hechos como la reanimación de la IV Flota, que contempla la navegación marítima y fluvial y la instalación de nuevas bases militares. Se evidencia el propósito de controlar, entre otros, un recurso tan prioritario y vital como lo es el agua, que abundantemente posee nuestra región.
Para muchos el siglo XXI será el de las guerras por los recursos naturales, especialmente por el agua. Al respecto el ex secretario general de la ONU Koffi Anan señaló “la fuente principal de guerras y conflictos interestatales en el futuro será el agua”.
Impedir tales designios, es uno de los grandes retos que tienen los pueblos por delante, concientes de que el acceso al agua es un derecho fundamental, de que esta es un recurso estratégico que debe ser defendido, preservado y utilizado racionalmente, lo que sólo podrá lograrse verdaderamente si se producen profundas transformaciones estructurales que contribuyan a superar los ya inoperantes modelos de las derrochadoras e injustas sociedades de consumo.
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