
            Fuentes: CLAE - Rebelión -Imagen: Mural de la Brigada Ramona Parra, Santiago de Chile.        
Con el triunfo de Allende en Chile comenzó una revolución
 pacífica que fue cercenada con un sangriento golpe de Estado. En 
Uruguay el Frente Amplio intentó el acceso al poder también por la vía 
pacífica, pero esa primera experiencia también terminó con golpe de 
Estado en 1973. ¿Será que la vía pacífica siempre termina en golpe?
A finales de la década de los 60 la izquierda chilena se redefinía 
tras el asesinato del Che y las dictaduras amparadas en la doctrina de 
la seguridad nacional. Y es entonces cuando aparece en Chile una vía 
novedosa, la de la democracia burguesa como escenario para el triunfo de
 una revolución. Y Allende triunfó y comenzó aquella revolución pacífica
 que después supimos que era verdadera.
Una revolución que nos mantuvo siempre con la interrogante de si se 
puede lograr un proceso socialista sin apoyo de las fuerzas armadas, 
máxime cuando éstas en Chile concentran el poder, al servicio de los 
intereses de clase de la oligarquía y a los dictados de Washington. 
¿Será que la vía pacífica siempre termina en golpe? Ejemplos nos sobran 
en nuestra región.
La Unidad Popular definía su proyecto, el de abrir un camino no 
recorrido, respetando la institucionalidad vigente para allanar la 
transición al socialismo. Fue la denominada vía chilena. Ernesto Guevara
 le dedicó su ensayo La guerra de guerrillas: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Afectuosamente, Che”.
Cristianos, laicos, marxistas, socialistas, comunistas, 
socialdemócratas habían confluido y en diciembre de 1969 se lanzó, el 
programa de la Unidad Popular , firmado por los partidos Socialista 
Comunista, Radical, el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), 
Acción Popular Independiente (API) y el Partido Social Demócrata (PSD). 
El MIR, fundado en 1965, insurreccional, decidió apoyar críticamente 
la candidatura de Allende, y la Democracia Cristiana, procedente de la 
Falange fascista española, señalaba en su programa que  “La Iglesia está
 por encima de los partidos (…) rechazamos el marxismo, concepción 
materialista y antirracional de la vida, que fomenta la lucha de clases,
 conduce a la tiranía y ha fracasado en sus experiencias”. 
De acuerdo con la Constitución, la candidatura ganadora debía ser 
ratificada por el Congreso dominado por una oposición, supuestamente 
democrática, que rápidamente se tornó golpista gozando de amplio 
financiamiento por parte de EE.UU. Los intereses de las transnacionales 
estadounidenses, estaban en juego, por lo que el Presidente Nixon ordenó
 a la Agencia Central de Inteligencia impedir la ratificación de 
Allende. 
La CIA uso su manual y su arsenal habitual, incluida la guerra 
psicológica, la presión económico-financiera, los sobornos, e incluso 
orquestó un primer intento de Golpe de Estado con el secuestro que 
concluyó en asesinato del general constitucionalista, René Schneider. El
 repudio a esta acción permeó al Parlamento, que decidió, el 4 de 
noviembre de 1970, ratificar el triunfo de Allende, no sin antes imponer
 un Estatuto de Garantías Constitucionales.
El 22 de enero de 1970 Salvador Allende fue elegido candidato de la 
Unidad Popular. El 4 de septiembre de 1970 ganó la presidencia sobre una
 derecha dividida. Su triunfo supuso el inicio de una conspiración que 
acabaría con el bombardeo del Palacio presidencial el 11 de septiembre 
de 1973, con la imposición del neoliberalismo y un régimen de terror.
El día del triunfo electoral la derecha puso en marcha su estrategia.
 Primero, evitar que Allende asumiera la presidencia el 4 de noviembre 
de 1970. Sin mayoría absoluta, los miembros del Congreso podían 
decantarse por una de las dos mayorías relativas. El plan se frustró con
 el asesinato del general en jefe de las Fuerzas Armadas René Schneider 
–en quien Allende confiaba para dar el cambio entre los militares- días 
antes de la votación.
El plan de gobierno -40 medidas básicas-, destacaba la supresión de 
grandes sueldos, jubilaciones justas, seguridad social para todos los 
chilenos, leche para todos los niños, alimentación para los niños en 
situación de exclusión, vivienda digna, agua y electricidad, reforma 
agraria real, asistencia médica gratuita en los hospitales, creación de 
centros de atención primaria y consultorio materno-infantil, disolución 
de los cuerpos represivos de carabineros, no más impuestos a los 
alimentos, creación del instituto del arte y la cultura, entre otras.
 Fueron tres años de estrangulamiento económico, atentados y 
conspiraciones, mientras la UP trabajaba en el fortalecimiento de la 
consciencia de clase y a la unidad de los trabajadores, y en consolidar 
una coexistencia con los sectores de clase media dentro de la oposición.
 La fuerza real del gobierno estaba en el apoyo de los trabajadores 
donde la correlación de fuerzas a su favor en elecciones sindicales, 
cerca del 70% de los votos, era muy superior a las del proceso 
electoral.
Allende lo subraya en su última alocución: “Trabajadores de mi 
patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la 
confianza que depositaron en un hombre que solo fue intérprete de 
grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra de que aceptaría la 
Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el 
último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la 
lección: el capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó 
el clima para que las fuerzas armadas rompieran su tradición, la que les
 enseñara Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo
 sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena 
reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus 
privilegios”. 
Allende entendía al socialismo como una forma perfeccionada de la 
democracia, que no significaba ruptura de la democracia y del Estado de 
derecho, sino su plena realización al no renunciar a su carácter 
revolucionario, poniéndola al servicio de las masas y de la lucha de 
clases. La revolución latinoamericana deberá ser, además de 
antiimperialista y antifeudal, democrática, a fin de que la sientan, 
compartan y comprendan las masas ciudadanas. Deberá ser profundamente 
humana, señalaba.
El 11 de septiembre de 1973, día del sangriento golpe militar 
encabezado por el después dictador general Augusto Pinochet, la decisión
 de Salvador Allende de mantenerse combatiendo en el palacio de La 
Moneda, demuestra la fuerza de sus principios y convicciones y mantienen
 vivo su aporte al pensamiento socialista, antiimperialista y 
anticapitalista.
Otras experiencias
En Uruguay, el Frente Amplio es una fuerza progresista, democrática, 
popular, antioligárquica y antiimperialista, fundado en febrero de 1971,
 también con la línea de intentar el acceso al poder también por la vía 
pacífica.
Fue fruto de la coalición de varios partidos políticos (Socialista, 
Comunista, Demócrata Cristiano, disidentes de los tradicionales partidos
 Nacional y Colorado), el Movimiento 26 de Marzo (afín al Movimiento de 
Liberación Nacional-Tupamaros) y la convocatoria de ciudadanos 
independientes (como los generales Liber Seregni y Víctor Licandro) para
 la creación de un movimiento político. 
Su fundación sintetizó un proceso de unidad que se jalona con el 
Congreso del Pueblo, la unidad sindical con la conformación de una 
central única de trabajadores. En las elecciones de 1971 presentó la 
fórmula Seregni-Juna José Crottogini (ex rector universitario). Logró el
 18,3 % de los votos y obtuvo el tercer lugar en unas elecciones 
fraudulentas. Esa primera experiencia unitaria terminó de golpe.
Tras el golpe de Estado de junio de 1973, el FA fue proscrito y 
fuertemente reprimido junto con las fuerzas que lo conformaban. Muchos 
militantes fueron presos y torturados por más de una década, y algunos 
fueron asesinados. Reorganizado, triunfó en tres elecciones consecutivas
 (hasta este año), pero lo de la lucha por el socialismo quedó en el 
camino.
La Revolución Bolivariana es un segundo laboratorio latinoamericano 
de la vía pacífica al socialismo, después de la (frustrada) experiencia 
de Salvador Allende en Chile. Seguramente, el modelo venezolano será 
tomado en cuenta en cualquier intento de (re) construcción socialista, 
como el allendista, fue tomado como bandera por la socialdemocracia 
europea cuatro décadas atrás.. hasta que se olvidó del socialismo. 
Algunos analistas señalan que la Revolución Bolivariana -pacífica, 
democrática, a diferencia de las vías armadas e invasoras de la 
imposición neoliberal- atravesó desde la muerte del expresidente Hugo 
Chávez la crisis del cierre del ciclo reformista: si bien se conquistó 
el gobierno, las leyes, las relaciones sociales, económicas y políticas,
 la cultura, siguen siendo burguesas, y para transformarlas se 
necesitaba de un segundo esfuerzo. 
Una revolución que si bien llegó al gobierno por la vía democrática, 
pudo acceder al poder también con el apoyo del ingrediente militar. Y 
cuando Chávez habló del carácter socialista de su gobierno, en un país 
que es el mayor reservorio de hidrocarburos del mundo, riquezas que 
Estados Unidos quiere apoderarse, se aceleró la desestabilización, el 
bloqueo, los intentos de magnicidio, golpes e invasiones frustradas, 
amenazas permanentes, la asfixia económica, el robo de sus recursos.
***
A 50 años del triunfo de la Unidad Popular, lamentablemente pocos en 
Chile saben quién fue Allende y cuál fue su lucha. Son pocos los que lo 
reivindican: la aplanadora de la dictadura y la pósdictadura recién 
ahora, con los jóvenes en las calles, pareciera que se va frenando. 
Cambió la cultura, cambió el sujeto social. Casi todos olvidaron la 
lucha por el socialismo.
* Periodista y comunicólogo, nacido en Uruguay, con vasta 
experiencia en América latina. Magister en Integración. Creador y 
fundador de Telesur, preside la Fundación para la Integración 
Latinoamericana (FILA) y dirige el Observatorio en Comunicación y 
Democracia y el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
 
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