Guatemala
  es actualmente el país de Centroamérica y el Caribe con más personas  
fallecidas por la pandemia de Covid-19 (más de 2,600) y con una tasa de 
 letalidad superior al 3.8%, una de las más altas en la región. 
También  es el tercer país con más casos de coronavirus (casi 70 mil).
El
  primer caso en Guatemala se registró oficialmente el 13 de marzo. El 
17  de marzo se decretó estado de calamidad pública[1] a nivel nacional 
 para la contención de la pandemia, con suspensión de garantías  
constitucionales y toques de queda. La medida fue prorrogada cinco  
veces.
También  se decretó estado de sitio en varios municipios 
del país, decisión que conllevó una creciente militarización de los 
territorios y la detención de más de 50 personas, incluso autoridades 
indígenas y periodistas.
Organizaciones de derechos humanos, como
 la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos 
Guatemala (Udefegua), denunciaron la falta de acceso a datos y fuentes 
de información sobre la pandemia, así como la poca credibilidad de las 
cifras brindadas por las autoridades de salud.
Crisis sanitaria y corrupción
“Estamos
 ante la presencia de datos muy subestimados. Los hospitales están 
colapsados, el sistema de salud está cada vez más deteriorado y las 
autoridades sanitarias, pese a contar con el presupuesto más alto de su 
historia, no logran hacerle frente a la pandemia”, dijo Jorge Santos, 
coordinador general de Udefegua.
En efecto, las tasas de 
ejecución del multimillonario presupuesto son bajísimas, algo que le ha 
costado el puesto al titular de salud, Hugo Monroy. También fueron 
cesados los viceministros técnico y administrativo por irregularidades 
en la adquisición de medicamentos y material sanitario
A inicios 
del mes de agosto, por ejemplo, la ejecución en el rubro de adquisición 
de ventiladores, pruebas y equipos de protección personal era de apenas 
un 4%, la del bono familia (unos 125 dólares) y el fondo de protección 
al empleo no llegaba al 40%, y los desembolsos para el programa de 
remodelación e infraestructura de hospitales y centros de salud 
alcanzaban apenas el 16%.
Lo mismo ocurría con los fondos para hospitales temporales, cuya ejecución no llegaba al 15%.
Consintiendo al gran capital
A  pesar de la situación, las autoridades guatemaltecas han comenzado
 a  reactivar las actividades económicas y a permitir la movilización en
  casi todo el país.
“La impresión es que toda esta estrategia fue 
dirigida a garantizar los privilegios a la oligarquía guatemalteca. Ha 
sido una política criminal de ‘sálvese quien pueda’, en el marco del 
autoritarismo, el retroceso democrático y del aumento progresivo de las 
agresiones contra defensores y defensoras de derechos humanos”, advirtió
 Santos.
Como ejemplo, el coordinador de Udefegua señaló tres 
municipios de Izabal y dos de Alta Verapaz, donde se mantiene el estado 
de prevención. El gobierno argumentó que la medida obedece a la 
presencia de personas y grupos armados que llevan a cabo actos de 
violencia. Sin embargo, para Jorge Santos el verdadero objetivo es 
garantizar los intereses de compañías mineras y corporaciones 
agroindustriales de la zona.
“La militarización ha significado 
desalojos violentos, capturas, agresiones, abusos sexuales contra las 
mujeres. Lo que se ha estado implementando son esquemas de control 
social y represión, en procesos cada vez más difíciles para la auditoría
 social y la observación en materia de derechos humanos.
El 
gobierno del presidente Giammattei ha utilizado de manera perversa la 
pandemia y la poca movilidad que tiene la población para sostener los 
intereses de los grandes capitales. Todo esto a costa de la libertad, la
 seguridad y la vida de las comunidades que, en vez de ser atendidas, 
son agredidas y sus derechos son violados”, añadió Santos.
De acuerdo con el más reciente informe de Global Witness (descargue aquí
 la versión en español), Guatemala se mantiene entre los países con la 
mayor cantidad absoluta de personas defensoras de la tierra y los bienes
 comunes asesinadas el año pasado (13).
Pacto de corruptos
El
 denominado ‘pacto de corruptos’, que reúne a los ocho grupos 
oligárquicos que controlan la economía, la política y la justicia en el 
país, es parte de la estrategia de agresión contra quienes exigen un 
cambio profundo en Guatemala.
“Son ellos que diseñaron y están 
financiando la estrategia de ataques contra la democracia y los derechos
 humanos. Quieren secuestrar el Estado y tomar control de la 
institucionalidad para garantizar sus intereses y el sostenimiento de un
 modelo económico que concentra riqueza, explota la fuerza de trabajo y 
los bienes comunes, expolia territorios.
Los nuevos ataques de 
estos días contra el Procurador de derechos humanos[2], el Fiscal 
especial contra la impunidad y contra jueces y juezas del sistema de 
mayor riesgo, son parte de esta estrategia de agresión contra 
funcionarios que, bajo el marco de la honestidad y la defensa del estado
 de derecho, han sostenido la lucha iniciada por la sociedad civil y la 
Cicig[3]”, manifestó Jorge Santos. 
Para el coordinador de 
Udefegua, el presidente Giammattei ha venido profundizando el esquema de
 agresión en contra de la débil construcción democrática en Guatemala.
Más agresiones
Entre
 enero y junio de este año, Udefegua contabilizó 677 agresiones contra 
defensores y defensoras pertenecientes a unas 70 organizaciones y 
comunidades. Febrero, junio y mayo fueron los meses más violentos con 
180, 152 y 126 agresiones respectivamente. En tan sólo seis meses hay un
 aumento del 73% respecto al total de agresiones de 2019 (494). También 
se registraron 13 asesinatos entre enero y mediados de agosto.
“Hubo
 ataques a la libertad de expresión, desalojos extrajudiciales 
violentos, muchos casos de criminalización, varios asesinatos y la 
desaparición de un dirigente comunitario. Es decir, mientras la 
población sufría los impactos de la pandemia, el gobierno y la 
oligarquía arremetían violentamente contra la oposición política y las 
personas defensoras de los derechos humanos.
Prácticamente el 
comportamiento de agresiones y violencia contra las y los defensores 
tiene el mismo ritmo de crecimiento exponencial que la pandemia. De 
tener el mismo comportamiento durante los próximos seis meses, el 2020 
se convertiría en el año de mayor nivel de violencia contra defensores y
 defensoras en Guatemala”, concluyó.
Notas:
[3] Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)
Fuente: LINyM
 
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