Es necesario eludir   trampas verbales. Las situaciones mundial y nacional son extremadamente graves. Ni grandilocuencia ni circunloquios.
Partamos de dos premisas básicas.
La pandemia es un fenómeno de largo plazo, queriendo decir con esto por lo menos hasta finales de 2021.
La pandemia sólo se puede enfrentar articulando –no segmentando– las crisis sanitaria y económica.
Vacunas y predicciones. No nos gusta vivir con incertidumbres. Lo 
hacemos obligados por las circunstancias y, en general, por periodos 
cortos. Eso ha sido siempre. Por eso, a lo largo de la humanidad, hemos 
tenido oráculos, chamanes y gitanas que adivinan el futuro. Después 
tuvimos economistas con el éxito consabido. Ahora tenemos epidemiólogos.
Antes, a los que se equivocaban en predecir el futuro revisando los 
intestinos de los animales o los cambios de color de la luna los 
quemaban en público o los desterraban. Ahora no pasa casi nada. Piensen 
en el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, afamado 
economista que en medio de la mayor crisis de 2008 decía que no pasaba 
nada, o el secretario de Hacienda mexicano que, sobre el mismo evento, 
dijo que se trataba de un 
resfriadito. Lo cierto, empero, es que no podemos hacer lo imposible.
Coronavirus. Sabemos poco sobre el coronavirus, que comenzó a 
contagiarnos hace pocos meses. Cada vez sabemos más, pero es un 
conocimiento incompleto. Hay creciente consenso entre científicos, 
empero, vacunas y otras soluciones terapéuticas tardarán de uno a dos 
años antes de ser operativas, es decir, para que estén al alcance de 
cualquier persona en el mundo. Sabemos, eso sí, que necesitamos mantener
 la sana distancia, lavarnos constantemente las manos con jabón y usar, 
en general, cubrebocas. Es probable que las medidas de confinamiento se 
implanten nuevamente.
Encerrados. A nadie le gusta el confinamiento. Por razones muy 
comprensibles, para más de 50 por ciento de la fuerza de trabajo en 
México, porque si no sale a trabajar se queda sin ingresos. Otros porque
 además, o en vez, es insoportable tener todos los días a los hijos que 
iban a la escuela, al marido que laboraba fuera y a la esposa que 
también trabajaba fuera del hogar o que tenía que soportar las dobles o 
triples faenas. Además, los riesgos de violencia intrafamiliar crecen 
exponencialmente. Sólo incentivos muy poderosos pueden aligerar esa 
tensión, que es bien humana: somos seres sociales.
Vicios privados, virtudes públicas. Albert O. Hirschman, analizando 
el diseño de las políticas públicas en Sudamérica, señaló una debilidad 
de los administradores y políticos latinoamericanos, describiéndola con 
una frase de Flaubert: la manía por extraer conclusiones es una de las 
más estériles obsesiones de la humanidad. Hirschman se refería a la 
obsesión por los grandes diseños o las fórmulas únicas. El economista 
heterodoxo, utilizando en un ensayo la figura del posibilista, convocaba
 a la experimentación, a no extraer conclusiones rápidas y a confrontar 
la realidad contra las verdades reveladas y las panaceas, que son 
barreras para entender bien y para actuar mejor.
¿Cómo avanzar? Refutar los fundamentos de elaboraciones que 
justifican la injusticia existente requiere cultivar el tronco común de 
la acción solidaria, que a su vez exige deliberación pública. En tres 
ámbitos existe coincidencia pública: a) ampliar el sistema de salud 
pública para superar las falencias actuales y prepararse para un posible
 rebrote del virus; b) generalizar las transferencias directas como 
compensación a la mayor parte de la gente que tendrá que confinarse para
 enfrentar, hoy, la crisis económica hasta alcanzar paulatinamente el 
ingreso mínimo universal, y c) combinar la educación a distancia con 
mecanismos de educación comunitaria en pequeños grupos como compensación
 a la ausencia de Internet o computadoras en muchos hogares.
¿Podremos sumarnos?
Twitter:  gusto47
 

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