Jorge Eduardo Navarrete
Una crisis como ninguna otrafue la expresión que, en la actualización de verano de Perspectivas de la Economía Mundial, empleó el Fondo Monetario Internacional para caracterizar a la que a lo largo de la primera mitad de 2020 ha diezmado la actividad económica global a consecuencias de la pandemia de Covid-19 y de las acciones para combatirla. El esfuerzo multilateral más ambicioso para responder a esa contracción de la economía y contrarrestar sus consecuencias sociales ha sido el emprendido por la Unión Europea, que alcanzó una primera culminación en el fin de semana corrido del viernes 18 al martes 21, en
una cumbre como ninguna otra.
Fue la primera reunión presencial de los líderes europeos desde que 
se desató la pandemia. Todos usaron mascarillas y sólo se aproximaron 
para rozar sus codos a guisa de saludo. En cuatro largas sesiones, que 
se extendieron del atardecer hasta más allá de la aurora siguiente, 
todos parecen haberse implicado en discusiones intensas, a menudo tensas
 y no siempre bien temperadas. El resultado, que, siguiendo a Emmanuel 
Macron, nadie parece haber vacilado en considerar 
histórico, sienta varios precedentes, revive conceptos que parecían estar por olvidarse y traza nuevas afinidades y nuevas diferencias. Inevitablemente, se habla ya de la
nueva Europaque surgirá, en un futuro incierto e indefinido, tras la pandemia y tras la crisis.
Ha ganado terreno una imagen, propuesta por el director del Wellcome 
Trust, que compara la crisis con las ondas concéntricas que provoca la 
caída de una piedra en un estanque. La primera corresponde al impacto 
directo del virus: enfermedad, muerte, miedo. La segunda a los efectos 
indirectos sobre la salud, por el descuido de muchas otras afecciones 
forzado por la atención concentrada en Covid-19. La tercera, el brutal 
impacto económico del desempleo y de la caída de la actividad económica.
 Y la cuarta y mayor, la repercusión geopolítica global resultante de 
los anteriores. (Jeremy Farrar, The worst of Covid-19 may still be to come, Financial Times,
 20/7/20.) Se sugirió que los debates y acuerdos de la cumbre eran la 
manera europea de prepararse para ese peor, que está aún por llegar.
La cumbre discutió y acordó dos cuestiones: el fondo europeo para 
responder a la crisis, por una parte, y, por otra, el presupuesto de la 
Unión Europea para 2021-27. Convenir, para un conjunto diverso y plural 
de 27 naciones, la movilización y el desti-no de recursos por alrededor 
de 1.9 billones de euros (750 mil millones para el fondo anticrisis, 390
 mil de ellos como donaciones a los países más afectados, y mil 74 
billones para el presupuesto septenal) no hubiera sido sencillo, aún sin
 las presiones y urgencias impuestas por la pandemia y la crisis. Angela
 Merkel lo celebró diciendo: 
Europa ha mostrado su capacidad de hallar nuevos rumbos, incluso en una situación tan especial como la presente. Por su parte, Macron resaltó que
la larga discusión estuvo cargada de dificultades y, a veces, de desacuerdos (surgidos de) concepciones diferentes de Europa. La presidenta de la Comisión señaló que se trataba
de un paso histórico del que todos podemos sentirnos orgullosos.
El acuerdo tuvo que basarse en denominadores comunes mínimos, hubo de
 incluir cuestiones que muchos preferían dejar fuera y excluir otras que
 para algunos resultaba importante incorporar. Lograrlo fue, a pesar de 
todo, un triunfo mayor del espíritu de entendimiento sobre la opción del
 disenso y el enfrentamiento, que algunos tremolaron. El primer ministro
 de Países Bajos enarboló esta bandera, al frente de las 
naciones frugalescon Austria, Dinamarca y Finlandia. Consiguieron reducir –de 500 a 390 mil millones de euros– los recursos que se entregarán en donación a naciones como España, Grecia e Italia, entre otras, y endurecer la condicionalidad para el uso de los recursos recibidos. Hubieron de aceptar que la Union Europea recurra, por primera vez, al endeudamiento en los mercados para financiar un programa comunitario. Se señaló que Europa vivió su
momento hamiltoniano, al dar este paso, tímido y resistido, hacia una estructura más federalizada.
Los líderes de Hungría y Polonia lanzaron una ofensiva contra lo que llamaron 
condicionalidad políticade donaciones y créditos. Hubo propuestas para negarlos a aquellos estados que no respeten principios generalmente aceptados, como la separación de poderes y la libertad de expresión, o que violen derechos humanos en su manejo de cuestiones migratorias. Discutida hacia el final de los debates, esta cuestión fue dejada de lado a última hora. Habrá que buscar una oportunidad para retomarla.
Los acuerdos de la cumbre no despejan el panorama de la segunda mitad
 de 2020 ni el de los años venideros. La pandemia y sus consecuencias 
continúan nublándolo. Sin embargo, Europa ha logrado reunir un arsenal 
envidiable de recursos financieros y opciones de política. Está mejor 
preparada para hacer frente al futuro, cualquiera que éste sea.
 

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