El 22 de junio Ecuador se 
despertó en modo de ciencia ficción política. El ilegítimo contralor del
 Estado, dirigió un oficio a tres vocales del Consejo Nacional Electoral
 (CNE), informándoles que pueden ser destituidos por no haber eliminado 
del registro a cuatro organizaciones políticas entre las cuales está 
Fuerza Compromiso Social, partido al cual pertenece Rafael Correa y la 
militancia de la Revolución Ciudadana.
El gobierno de Moreno, cuya gestión es reprobada actualmente por más 
de 85 por ciento de ecuatorianos, ha hecho todo lo posible durante los 
tres años de su desgobierno para desaparecer de la escena a los 
dirigentes del movimiento político que encabeza Rafael Correa. Dos vías 
ha utilizado: la persecución judicial ( lawfare) y la proscripción de su partido político.
Lo primero: con el apoyo entusiasta de las empresas propietarias de 
los grandes medios de comunicación, el régimen de Moreno ha intentado 
desprestigiar y encarcelar a Rafael Correa y a los principales 
funcionarios de su gobierno, acusándolos de todo. Pero, tan evidente ha 
sido la persecución política que está detrás de las falsas acusaciones, 
que Interpol ha negado cada una de las solicitudes de difusión roja que 
el gobierno ha intentado contra el ex presidente Correa, su ex 
canciller, Ricardo Patiño, la asambleísta Sofía Espín, el ex 
superintendente de Comunicaciones, Carlos Ochoa y muchos otros ex 
funcionarios.
A pesar de no haber presentado ni una prueba en su contra, el 
legítimo vicepresidente de los ecuatorianos, Jorge Glas, está privado de
 su libertad desde hace dos años y siete meses, sólo por la 
confabulación urdida entre el gobierno y la función judicial. Esta es 
una cruel injusticia que pesa sobre la frágil democracia ecuatoriana.
En octubre pasado, en medio de las grandes movilizaciones ciudadanas 
contra el alza en los combustibles, y con acusaciones falsas, fueron 
encarcelados la prefecta (gobernadora) en funciones de Pichincha, Paola 
Pabón, la ex alcaldesa Alexandra Arce y el secretario del movimiento 
político Virgilio Hernández, quienes tuvieron que ser liberados a las 
pocas semanas porque el gobierno no han podido demostrar ninguna de sus 
acusaciones.
En esos mismos días, pretendieron apresar a la ex presidenta de la 
Asamblea Nacional Gabriela Rivadeneira (cuyo domicilio fue allanado), ex
 asambleístas y representantes de otros organismos del Estado, quienes, 
se vieron obligados a refugiarse en la embajada de México, país que 
finalmente les otorgó asilo.
Lo segundo: el gobierno de Moreno quiere impedir a toda costa la 
participación del movimiento político que lidera el ex presidente 
Correa. La primera acción fue arrebatarles ilegalmente el movimiento 
político que dirigieron 10 años (Alianza País); no lo hicieron 
limpiamente en una disputa interna, sino a través de un tribunal penal, 
quienes según la ley ecuatoriana tienen prohibido inmiscuirse en 
discrepancias partidarias.
Después de que Moreno se tomó el Consejo Nacional Electoral, 
repartido cual botín entre los partidos que lo apoyaron en la consulta 
inconstitucional de 2018, ese organismo impidió en cuatro ocasiones que 
los militantes de la Revolución Ciudadana pudieran formar un nuevo 
partido. Pretextos no faltaron: el eslogan ya estaba usado por otros, el
 nombre no les gustaba, disputas internas, entre otras.
Ante tales negativas, los militantes revolucionarios tuvieron que 
incorporarse casi clandestinamente en el movimiento Fuerza Compromiso 
Social –que ya había participado en dos procesos electorales anteriores–
 para presentar candidatos en las elecciones seccionales de marzo de 
2019.
En vista de que Revolución Ciudadana alcanzó dos de las tres más 
importantes prefecturas (gubernaturas) del país, el gobierno de Moreno 
entró en pánico y activó a un nefasto personaje al que sentó 
fraudulentamente como contralor del Estado (no ganó ningún concurso, no 
tiene nombramiento y no había tomado posesión en la Asamblea Nacional) 
para hacerle 
descubrirque supuestamente en 2017 el CNE otorgó vida jurídica a esa organización política
sin haber revisado adecuadamente las firmas entregadas, y que debía quitarle la vida jurídica.
Como el CNE no aceptó tremenda intromisión ilegal, el 22 de junio el 
falso contralor notificó a tres de los cinco vocales del CNE que serán 
destituidos porque no han aceptado su insinuación de eliminar del 
registro de partidos a la primera fuerza electoral del país.
Urge una acción internacional para frenar este atropello a la ley y a la democracia en Ecuador.
* Canciller de Ecuador en el gobierno de Rafael Correa
 

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