Juan Carlos Monedero*
Franco murió en   la 
cama, pero el franquismo murió en la calle. El franquismo sabía que, 
pese a sus deseos, no podía continuar después de que el dictador 
falleciera. La presión de las calles, las fábricas, las universidades 
empujaban a una salida democrática y los jerarcas de la dictadura, 
incluido el mortecino Franco, iban a quitar esa idea a tiros y garrote 
vil.
Los tres últimos años de Franco estuvieron acompañados de sus 
enfermedades, sus esperanzas y sus miedos, de la ejecución de su 
sucesor, Carrero Blanco, en un atentado de ETA, de las sustituciones en 
la jefatura del Estado por el entonces príncipe Juan Carlos, de los 
estados de excepción que aumentaban la represión y la impunidad 
policial, de los sesenta demócratas asesinados por los grupos fascistas y
 los cuerpos policiales, que muchas veces eran lo mismo.
Años en donde se veía el fin de la dictadura. Al tiempo que se 
alentaba el compromiso democrático de mucha gente, especialmente 
jóvenes, aumentaba el modus operandi del régimen, aquel que 
inauguró con el golpe de Estado del año 1936 y que se zanjó con 200 mil 
fusilados, 500 mil exiliados, 350 mil presos y una cifra total de 600 
mil muertos.
Los últimos años del franquismo agitaron la Resistencia. Los 
franquistas asesinaban a gente que repartía un folleto en una fábrica, 
que hacía una pintada en un muro, que estaba en el trabajo, que se había
 reunido en una iglesia, que participaba en una protesta en la 
universidad.
El 3 de marzo de 1976, la Policía asesinó a cinco personas en una 
huelga en Vitoria. Manuel Fraga era el ministro de Gobernación. Fraga 
firmó sentencias de muerte como miembro de Gobiernos de Franco. En el 
caso de Julián Grimau, no solamente dio el 
enteradoa la condena, sino que se encargó de la tarea propagandística para justificar ese asesinato. Fraga fundó el Partido Popular, del que Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casa Fuerte, es portavoz. Fue uno de los padres de la Constitución española. Una persona que firmó sentencias de muerte bajo la dictadura. Álvarez de Toledo, una aristócrata de familia esclavista, ayer llamó al vicepresidente Pablo Iglesias
hijo de terrorista. Porque su padre, Javier Iglesias, había luchado contra la dictadura, e incluso le habían detenido, por el agravado delito de repartir folletos a favor del 1 de mayo.
En Alemania, los que atentaron contra Hitler son considerados héroes 
nacionales. La canciller Angela Merkel, de la CDU, un partido de 
derechas, así los ha considerado en cada aniversario. En Francia, los 
republicanos españoles de La Nueve, que fueron los primeros en entrar en
 París a liberarla de los nazis, son héroes nacionales, están 
condecorados, los celebran el día nacional y tienen un parque en su 
honor en la ciudad. En España casi ni se les conoce. El rey Felipe VI 
les hizo un homenaje. En París. No en España.
España se acostó franquista y se levantó demócrata. El Parlamento 
español nunca ha condenado en el pleno del Congreso el golpe del 18 de 
julio de 1936. La derecha nunca ha querido y ha defendido que bastaba 
con hacerlo en una comisión.
Franco nombró en 1969 al príncipe Juan Carlos de Borbón su sucesor a 
título de rey. En 1975 fue nombrado rey de España. El rey, que tiene el 
mando supremo de las fuerzas armadas, siempre ha sido el tapón que 
evitaba el desagüe del franquismo. El 15 de marzo de 2020, el rey Felipe
 VI le quitaba la asignación a su padre, el rey emérito Juan Carlos I 
por un escándalo de fondos en Suiza provenientes de Arabia Saudita. 
Además, reconocía en un comunicado, que Juan Carlos I había realizado 
actividades cuyo 
origen, características o finalidad pudieran no estar en plena y estricta consonancia con la legalidad o con los criterios de transparencia, integridad y ejemplaridad que informan su actividad institucional y privada. Después del golpe del 23F, el rey Juan Carlos pidió públicamente que no se castigara a los militares golpistas. El golpe del 23F se fraguó en la casa real.
La derecha española sólo juega a la democracia con las cartas 
marcadas. Cree, como Franco, que los que defendieron la Constitución de 
1931 fueron los 
rebeldes. Retóricamente pueden defender a la Resistencia francesa contra los nazis, pero se niegan a entender que los antifranquistas fueron la Resistencia española. Gracias a esa Resistencia, la marquesa de Casa Fuerte puede subir al estrado del Congreso de los diputados a insultar a los luchadores antifranquistas y llamarles
terroristas. Al tiempo que conspiran con oficiales opusdeístas de la Guardia Civil para crear un clima pregolpista, acompañados por peticiones directas de un golpe de Estado por parte de diputados del partido ultraderechista Vox con el que parece en competencia el Partido Popular. Que regresa a sus orígenes, cuando lo fundó Manuel Fraga, ministro de Franco.
Durante muchos años, España era el único país de Europa donde podías 
ser demócrata sin ser antifascista. Y eso debilita fuertemente a una 
democracia. La derecha se cree con legitimidad para no aceptar que 
Unidos Podemos esté en el gobierno. Como si los dictados de la Guerra 
Fría siguieran vigentes. ¿Entendemos por qué la derecha nos quiere sin 
memoria?
* Profesor de Ciencia Política (UCM)
Instituto 25MUna derecha que nos quiere sin memoria
Juan Carlos Monedero*
F
ranco murió en   la 
cama, pero el franquismo murió en la calle. El franquismo sabía que, 
pese a sus deseos, no podía continuar después de que el dictador 
falleciera. La presión de las calles, las fábricas, las universidades 
empujaban a una salida democrática y los jerarcas de la dictadura, 
incluido el mortecino Franco, iban a quitar esa idea a tiros y garrote 
vil.
Los tres últimos años de Franco estuvieron acompañados de sus 
enfermedades, sus esperanzas y sus miedos, de la ejecución de su 
sucesor, Carrero Blanco, en un atentado de ETA, de las sustituciones en 
la jefatura del Estado por el entonces príncipe Juan Carlos, de los 
estados de excepción que aumentaban la represión y la impunidad 
policial, de los sesenta demócratas asesinados por los grupos fascistas y
 los cuerpos policiales, que muchas veces eran lo mismo.
Años en donde se veía el fin de la dictadura. Al tiempo que se 
alentaba el compromiso democrático de mucha gente, especialmente 
jóvenes, aumentaba el modus operandi del régimen, aquel que 
inauguró con el golpe de Estado del año 1936 y que se zanjó con 200 mil 
fusilados, 500 mil exiliados, 350 mil presos y una cifra total de 600 
mil muertos.
Los últimos años del franquismo agitaron la Resistencia. Los 
franquistas asesinaban a gente que repartía un folleto en una fábrica, 
que hacía una pintada en un muro, que estaba en el trabajo, que se había
 reunido en una iglesia, que participaba en una protesta en la 
universidad.
El 3 de marzo de 1976, la Policía asesinó a cinco personas en una 
huelga en Vitoria. Manuel Fraga era el ministro de Gobernación. Fraga 
firmó sentencias de muerte como miembro de Gobiernos de Franco. En el 
caso de Julián Grimau, no solamente dio el 
enteradoa la condena, sino que se encargó de la tarea propagandística para justificar ese asesinato. Fraga fundó el Partido Popular, del que Cayetana Álvarez de Toledo, marquesa de Casa Fuerte, es portavoz. Fue uno de los padres de la Constitución española. Una persona que firmó sentencias de muerte bajo la dictadura. Álvarez de Toledo, una aristócrata de familia esclavista, ayer llamó al vicepresidente Pablo Iglesias
hijo de terrorista. Porque su padre, Javier Iglesias, había luchado contra la dictadura, e incluso le habían detenido, por el agravado delito de repartir folletos a favor del 1 de mayo.
En Alemania, los que atentaron contra Hitler son considerados héroes 
nacionales. La canciller Angela Merkel, de la CDU, un partido de 
derechas, así los ha considerado en cada aniversario. En Francia, los 
republicanos españoles de La Nueve, que fueron los primeros en entrar en
 París a liberarla de los nazis, son héroes nacionales, están 
condecorados, los celebran el día nacional y tienen un parque en su 
honor en la ciudad. En España casi ni se les conoce. El rey Felipe VI 
les hizo un homenaje. En París. No en España.
España se acostó franquista y se levantó demócrata. El Parlamento 
español nunca ha condenado en el pleno del Congreso el golpe del 18 de 
julio de 1936. La derecha nunca ha querido y ha defendido que bastaba 
con hacerlo en una comisión.
Franco nombró en 1969 al príncipe Juan Carlos de Borbón su sucesor a 
título de rey. En 1975 fue nombrado rey de España. El rey, que tiene el 
mando supremo de las fuerzas armadas, siempre ha sido el tapón que 
evitaba el desagüe del franquismo. El 15 de marzo de 2020, el rey Felipe
 VI le quitaba la asignación a su padre, el rey emérito Juan Carlos I 
por un escándalo de fondos en Suiza provenientes de Arabia Saudita. 
Además, reconocía en un comunicado, que Juan Carlos I había realizado 
actividades cuyo 
origen, características o finalidad pudieran no estar en plena y estricta consonancia con la legalidad o con los criterios de transparencia, integridad y ejemplaridad que informan su actividad institucional y privada. Después del golpe del 23F, el rey Juan Carlos pidió públicamente que no se castigara a los militares golpistas. El golpe del 23F se fraguó en la casa real.
La derecha española sólo juega a la democracia con las cartas 
marcadas. Cree, como Franco, que los que defendieron la Constitución de 
1931 fueron los 
rebeldes. Retóricamente pueden defender a la Resistencia francesa contra los nazis, pero se niegan a entender que los antifranquistas fueron la Resistencia española. Gracias a esa Resistencia, la marquesa de Casa Fuerte puede subir al estrado del Congreso de los diputados a insultar a los luchadores antifranquistas y llamarles
terroristas. Al tiempo que conspiran con oficiales opusdeístas de la Guardia Civil para crear un clima pregolpista, acompañados por peticiones directas de un golpe de Estado por parte de diputados del partido ultraderechista Vox con el que parece en competencia el Partido Popular. Que regresa a sus orígenes, cuando lo fundó Manuel Fraga, ministro de Franco.
Durante muchos años, España era el único país de Europa donde podías 
ser demócrata sin ser antifascista. Y eso debilita fuertemente a una 
democracia. La derecha se cree con legitimidad para no aceptar que 
Unidos Podemos esté en el gobierno. Como si los dictados de la Guerra 
Fría siguieran vigentes. ¿Entendemos por qué la derecha nos quiere sin 
memoria?
* Profesor de Ciencia Política (UCM)
Instituto 25M
 
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