David Brooks

▲ En medio del temor a contraer el nuevo coronavirus, pasajeros esperan 
en el mostrador de Qatar Airways para volver a su país y salir de 
Estados Unidos, en el Aeropuerto Internacional de Miami, Florida.Foto Afp 
El legendario  periodista I.F. Stone repetía que todo estudiante de periodismo sólo necesitaba entender tres palabras: 
todo gobierno miente. Pero esas mentiras se pueden volver criminales cuando las consecuencias son vidas humanas, como es el caso en casi todas las guerras, las represiones masivas, las justificaciones de la inacción sobre el cambio climático, y por supuesto en crisis de salud pública.
Ver el manejo de la pandemia del coronavirus en el país más rico y 
poderoso del planeta en el régimen Trump es como ser testigo de un 
crimen masivo. Desde que se detectó el primer caso en enero, hasta la 
fecha, Trump y su gente han mentido sobre este fenómeno, buscando 
engañar a personas vulnerables dentro y fuera de Estados Unidos, todo 
guiado por la siempre peligrosa mezcla explosiva de ignorancia y 
arrogancia, el manejo caótico de su equipo y sus familiares, el 
desprecio a las ciencias, y sobre todo el propósito supremo de evadir 
costos políticos. O sea, ha puesto en riesgo a millones por sus 
intereses personales y políticos.
El coronavirus es tal vez el primer fenómeno con que se ha topado 
Trump durante su presidencia, que es inmune a sus ataques por tuit, sus 
engaños, sus intentos para evadir responsabilidad y acusar a otros. Lo 
ha intentado: primero insistiendo en que el coronavirus era sólo otro 
tipo de influenza, acusó a los demócratas y a los medios de inflar el 
temor para golpear su presidencia, aseguró que todo estaba 
bajo controly se elogió por sus medidas y por su inteligencia para entender el fenómeno, repitió falsamente que habían suficientes pruebas disponibles, que el número de casos ya se estaba reduciendo, acusó al llamado Covid-19 de ser un
virus extranjero, y culpó a China y los países europeos del problema. Y aunque esta última semana fue obligado a declarar una
emergencia nacional, y comprometerse a distribuir suficientes pruebas, las mentiras continúan.
Esto será registrado como un gran desastre de salud pública preveniblecon posiblemente más de un millón de muertos, comentó Andy Slavitt, ex administrador del centro federal para los programas nacionales de asistencia de salud, subrayando que
el pecado original fue su negación de la crisis durante meses y su desmantelamiento de la infraestructura de salud públicaen este régimen.
Este manejo de la crisis de salud pública por el régimen de Trump ha mostrado 
un desprecio completo por la vida humana y un enfoque monomaniaco en complacer al líder, quien sólo desea lucir bien y poderoso. Estas son características de un liderazgo totalitario, escribe Masha Gessen en The New Yorker, al advertir que
una población agarrada por el miedo crea oportunidades extraordinarias para este presidente, quien ha estado buscando su camino hacia un gobierno autocrático.
Analistas y veteranos de luchas sociales y políticas como Barbara 
Dudley advierten que no se puede descartar la posibilidad de que Trump 
llegue al punto de postergar o cancelar las elecciones presidenciales de
 noviembre con el pretexto de la emergencia nacional.
No todo es su culpa. Esta pandemia está revelando los saldos de las 
políticas neoliberales aplicadas durante las últimas cuatro décadas que 
en el sector de salud resultaron en la reducción de capacidad 
hospitalaria general y de cuidado intensivo, equipo para este tipo de 
crisis (por ejemplo, ventiladores) y el control casi absoluto del sector
 por megaempresas de hospitales, aseguradoras y farmacéuticas guiadas 
sólo por ganancias y descartando prioridades de salud pública.
Se espera un incremento espantoso de casos confirmados al llevarse a 
cabo más pruebas, la infraestructura de salud será abrumada y se 
multiplicarán los enfermos graves y el número de muertos relacionados 
con el coronavirus. Pero esas cifras no serán sólo resultado de una 
enfermedad, sino de las decisiones políticas y económicas, y las 
mentiras con que siempre se han cobijado los autores intelectuales de 
estos crímenes sociales.
Después de que pase esta plaga, la pregunta es: ¿quedará impune este crimen?
 
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