En
 Guatemala diferentes sectores, diputados, organizaciones sociales, 
juristas, políticos y representantes de organismos internacionales como 
la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
 Humanos en Guatemala (OACNUDH), están manifestando preocupación y 
oposición a las reformas a la Ley de las Organizaciones No 
Gubernamentales (ONG), que el 12 de febrero tras una maniobra opaca 82 
diputados del Congreso Nacional aprobaron. Dichas reformas están 
contenidas en el Decreto 4-2020, que ahora está en manos del Poder 
Ejecutivo para que el presidente Alejandro Giammattei lo apruebe o lo 
frene. El día del beneplácito al citado Decreto, los diputados 
oficialistas votaron a favor de aprobar las reformas, entonces parece 
difícil que el presidente decida vetarlo, es lo deseable pero difícil de
 lograr.
Sostengo lo 
anterior, porque el presidente Giammattei había dicho antes que hay 
algunas ONG que se dedican a promover actos terroristas que 
desestabilizan y debilitan la gobernabilidad. Ha dicho también, que 
dispone de 15 días para analizar las reformas y hacer consultas para 
decidir si sanciona o veta el Decreto 4-2020.
Quienes
 se oponen a las citadas reformas argumentan que las mismas contienen 
inconstitucionalidades, que violan derechos humanos (DD.HH.) y 
libertades fundamentales, como las de acción, organización, 
manifestación y resistencia pacífica. En tal sentido, ya se iniciaron 
las primeras acciones legales, representantes de Acción Ciudadana (AC) 
presentaron ante la Corte de Constitucionalidad (CC) un recurso de 
amparo en contra de tales reformas.
La
 preocupación de los sectores opositores a las reformas es razonable. En
 Guatemala, el Estado criminaliza las luchas sociales, se persigue y 
reprime a los defensores de DD.HH., del territorio y de los derechos de 
los pueblos indígenas, ahora con estas reformas aprobadas se continúa 
vulnerando DD.HH. y libertades ciudadanas.
Analistas
 nacionales estiman que las redes de corrupción e impunidad que tienen 
cooptado el Estado, empujaron la aprobación de las reformas cuestionadas
 pues otorgan al Estado facultades para ejercer control sobre las ONG, 
intervenir en sus proyectos y hasta cancelar a las organizaciones cuando
 consideren que la acción organizada molesta a sus intereses.
En
 otras palabras, lo que quieren los corruptos es callar a las 
organizaciones sociales que son la conciencia crítica de la Nación por 
hacer auditoría social, por denunciar los abusos y violaciones a DD.HH.,
 por exigir transparencia y probidad en el manejo de fondos públicos, 
por defender los derechos de los pueblos indígenas, por proteger el 
territorio, la vida, los recursos naturales, por buscar verdad y 
justicia, por luchar a favor de los valores democráticos, por la defensa
 de la constitucionalidad, por la República Plurinacional, multiétnica y
 el pleno respeto a los DD.HH.
Como
 se dice coloquialmente, los señores del poder no quieren pelos en la 
sopa, ni piedras en el zapato, mucho menos obstáculos en su camino. 
Quieren mesa limpia, auto investirse de poder absoluto, crear normas 
autoritarias, antidemocráticas y regresivas, típicas de Estados 
policiales, regímenes autoritarios de mano dura.
 En Guatemala, las élites neoliberales acompañadas por la clase política
 corrupta, los testaferros y lacayunos, seguirán usando al Estado y sus 
recursos para favorecer sus proyectos, satisfacer intereses personales y
 gremiales, dando la espalda al bien común. Para eso aprueban normas 
regresivas y represivas, como el cuestionado Decreto 4-2020.
Guatemala, 15/02/2020
-Factor
 Méndez Doninelli es maestro e investigador, consultor en Derechos 
Humanos y métodos alternativos de resolución de conflictos.
 https://www.alainet.org/es/articulo/204755
 
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