Robert Fisk
Por lo regular, el Señor  da
 y el Señor quita. Pero esta semana, en la Casa Blanca celestial, las 
cosas funcionaron al revés. El señor Trump le quitó la vida a Abú Bakr 
al Bagdadi y luego revivió al Isis al decirnos que había amagado con 
enviar a los asesinos sobrevivientes de su organización a las fronteras 
de Reino Unido y de otras naciones europeas.
¡Cómo se habrán reído los chicos del Isis al escuchar esa oferta 
extraordinaria! Cómo sus camaradas que están en gestación dentro de 
nuestras fronteras se habrán animado con esa sugerencia. Durante años 
nos hemos indignado con el vicioso culto del Isis, pero no contábamos 
con el culto de Trump.
Cierto, la locura particular de Trump no es tan costosa en vidas 
inocentes como la del Isis (a menos, claro, que uno sea palestino o 
kurdo o uno de los 60 mil presos políticos de Al Sisi). Y, dado que los 
estadunidenses y los rusos ya han afirmado antes que habían matado a Al 
Bagdadi, tal vez sea prudente dejar pasar los tres días de rigor por si 
acaso el malvado brinca por allí en otro video. Quizá recuerdan que a 
Osama lo matamos cuatro veces antes de que fuera cierto.
Pero esta vez Trump hasta dio las gracias a Rusia, Siria e Irak… ¿con
 Siria se habrá referido acaso al régimen de Assad? De ser así, sin duda
 es algo que deberá debatirse en el palacio presidencial de Damasco, 
cuyo ejército ha estado combatiendo al Isis –entre muchos otros– durante
 más años que el ejército estadunidense.
Pero también dijo Trump que el apoyo de las naciones europeas fue una 
tremenda decepciónporque no quieren repatriar a sus nacionales que son miembros del Isis, y añadió: “Yo les dije realmente: si no los reciben, voy a ponerlos allí en sus fronteras y pueden divertirse capturándolos de nuevo… Podrían regresar… no pueden volver a nuestro país. Tenemos mucha agua entre nuestro país y ellos”.
Bueno, eso no sólo fue extraño, sino que sencillamente es el lenguaje
 del manicomio. Fue una verdadera motivación para los sobrevivientes del
 Isis.
Si fue como 
ver una película, entonces, claro, tenía que venir con el toque hollywoodesco de Trump.
Y, por supuesto, Trump nos dijo que Al Bagdadi “murió como un perro, 
como un cobarde… llorando, gimiendo y gritando”. Bueno, puede ser. Más 
bien parece la forma en que mueren los niños. Sus tres hijos, para ser 
precisos. Es un poco difícil imaginar a Al Bagdadi gritando y llorando 
en su túnel 
sin salidamientras tanteaba para detonar su cinturón suicida (prueba, desde luego, de que siempre supo que Estados Unidos iría por él). En cuanto a que el mundo
es ahora un lugar mucho más seguro, bueno, habrá que esperar. Estos cultos islamitas tienen por lo regular un líder en crisálida esperando tomar el lugar del difunto. O una versión todavía peor de su propia cruel institución.
Como de costumbre, tendremos también que esperar unos días más para 
saber cuántos otros inocentes fueron abatidos en esta incursión. Sugerir
 que todos eran miembros del Isis tiene también algo de hollywoodesco.
Tengamos algo por seguro: la historia original del ataque a Al 
Bagdadi va a cambiar. Nos enteraremos de otras cosas. ¿Hubo 
involucramiento israelí? ¿Cuánta ayuda dieron los rusos? ¿O los sirios? 
¿O los kurdos? ¿O tal vez el mismo Isis, si ya estaba cansado de su 
abyecto liderazgo? O fue sólo algún tipo interesado en los 25 millones 
de dólares de recompensa…
Pero, por el momento, Trump tiene un halo refulgente a los ojos de 
sus partidarios republicanos. Si su ejército –y recuerden, dado el apoyo
 de los militares a Trump, probablemente es 
suejército– puede acabar con el terrorista más buscado del mundo, ¿entonces qué es esta tontería del juicio político que preparan sus enemigos internos demócratas? ¿Cómo se puede comparar abatir a Al Bagdadi y hacer un mundo más seguro con esas ridiculeces sobre Ucrania?
Y Trump pudo observarlo casi todo en vivo, así como Obama presenció 
la muerte de Osama. Bueno, en una era en que se puede transmitir por 
Internet la muerte de inocentes, por lo menos ahora pescaron a los 
chicos malos.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
 
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