 Las
 entrevistas de Lula con los medios brasileños e internacionales 
consolidan la versión de que se trata de una condena sin pruebas, de una 
persecución política al ex presidente brasileño y de que él  es un preso 
político. No solo eso, también que la historia política de Brasil fue 
distorsionada por la decisión de impedir que Lula fuera candidato a la 
presidencia de Brasil, elección en la cual, según todas las encuestas, 
Lula sería elegido presidente del país en primera vuelta. Asimismo, que 
el candidato lanzado por Lula, Fernando Haddad, habría triunfado, si no 
fuera la monstruosa campaña de fake news, con escandalosas mentiras propagadas por robots.
Las
 entrevistas de Lula con los medios brasileños e internacionales 
consolidan la versión de que se trata de una condena sin pruebas, de una 
persecución política al ex presidente brasileño y de que él  es un preso 
político. No solo eso, también que la historia política de Brasil fue 
distorsionada por la decisión de impedir que Lula fuera candidato a la 
presidencia de Brasil, elección en la cual, según todas las encuestas, 
Lula sería elegido presidente del país en primera vuelta. Asimismo, que 
el candidato lanzado por Lula, Fernando Haddad, habría triunfado, si no 
fuera la monstruosa campaña de fake news, con escandalosas mentiras propagadas por robots.
Desde
 el golpe sin razones constitucionales  en contra de Dilma Rousseff, 
reelegida presidenta de Brasil en 2014, se fue poniendo en práctica la 
guerra híbrida, el nuevo tipo de golpe, la estrategia actual de la 
derecha  a escala internacional, basada en la guerra de la leyes, en la
 judicialización de la política y en la persecución política de líderes 
democráticos. Una guerra que tuvo continuidad en la prisión y el 
impedimento ilegales de la candidatura de Lula y desembarco en la farsa 
de la elección de Bolsonaro.
La justicia para Lula no es 
solo reparar las injusticias que se cometen en contra de él.  Es 
denunciar la farsa de la Lava Jato –reiteradamente comprobadas por las 
revelaciones hechas por Intercept Brasil-, desenmascarar su falso 
combate en contra de la corrupción, procesar, acusar y condenar a los 
que la pusieron en práctica, al servicio de la ruptura de la democracia,
 de la destrucción del patrimonio público brasileño en favor de los 
intereses de EEUU, la liquidación de las políticas sociales de los 
gobiernos del PT y de los derechos de los trabajadores.
Como
 resultado de la Lava Jato, Brasil tiene el gobierno más desprestigiado 
de su historia en el plano internacional, el presidente más ridiculizado
 dentro y fuera del país, el que más declaraciones ridículas 
realiza todos los días y más desprestigia el cargo que tiene, mientras promueve 
la recesión y mantiene a 14 millones de personas en el desempleo.
Mientras
 tanto, la imagen de Lula solo crece dentro y fuera de Brasil. Incluso 
gente que se había dejado llevar por las acusaciones de corrupción que 
habrían involucrado a Lula, ahora se dan cuenta, informados de las 
condiciones jurídicas y políticas de su condena, de que Lula es 
absolutamente inocente, que no hay un centavo indebido en sus cuentas, 
que su proceso es político. Que él fue condenado no por pruebas, sino 
por convicciones. No hay derecho que no se apoye en pruebas.
Lula
 reafirma, por todo ello, que solo saldrá de la prisión con su inocencia
 reconocida. No acepta acogerse a ningún otro mecanismo, ni siquiera la 
prisión domiciliaria, a la que tendría derecho a partir de octubre. 
Porque significaría reconocer la condena y apelar para la prisión 
domiciliaria a que tiene derecho un condenado después de cumplir 1/6 de 
la pena. Lula no reconoce la condena. Solo acepta salir absolutamente 
inocente.
Posibilidad que se no se veía por donde podría 
ocurrir. Hasta que las revelaciones de Intercept desmienten uno de los 
más grandes absurdos judiciales de Brasil: que el Supremo Tribunal 
Federal haya declarado, en reiteradas veces, que el juez Sergio Moro no 
tendría potestad para juzgar a Lula. Después de denuncias 
circunstanciadas en la dirección contraria, las conversaciones de Moro 
confirman fehacientemente como él y los otros jueces de la Lava Jato han
 actuado de forma mancomunada políticamente, incluso falsificando datos,
 para condenar a Lula sin pruebas, como una operación de carácter 
político.
El clima se vuele insoportable para el STF, que 
no puede mantener la supuesta aptitud de Moro. Pasa que, si acaso el STF
 agarra coraje y declara a Moro no apto, simplemente anula todos los 
procesos que él ha comandado en contra de Lula, que saldría libre. Hay 
dos decisiones a tomar en las próximas semanas o meses sobre este tema.
Mientras
 tanto, el gobierno se desgasta cada vez más, pelea de manera cada vez 
más dura con los mismos medios, vacila en ir o no ir a dar el discurso 
inaugural en la Asamblea General de Naciones Unidas, con el riesgo de 
manifestaciones de repudio dentro y fuera de la ONU, y deja el país sin 
gobierno, preocupándose más en obtener los votos para que su hijo pueda 
ser embajador en EEUU y maniobrar para que los otros dos hijos puedan 
escapar de los procesos por corrupción.
Este es el Brasil 
en el que quien debiera estar presidiendo el país, está preso, a pesar 
de ser inocente, mientras que quien está en la presidencia debiera estar
 preso.
 
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