Panamá
En menos de un mes de 
gobierno, Cortizo y su equipo económico tomaron dos drásticas medidas 
que parecen contradictorias: vendieron bonos soberanos por más de B/. 
2000 millones, que se suman a la deuda pública que sobrepasa los 25,000 
millones; decretaron la llamada Austeridad con Eficiencia, por la cual 
le cortaron al presupuesto estatal de 2019, B/. 1,483.7 millones.
 
Pese a que anunciaron con bombos y platillos la emisión de bonos, que 
pronto les daría la liquidez que dicen que faltaba, el recorte 
presupuestario fue drástico en dos rubros que ya vienen muy 
deteriorados, y que son los que más afectan a las familias pobres: salud
 y educación públicas. 
 
 Al presupuesto de la Caja de Seguro Social le recortaron nada menos que B/. 279.7 millones, y al MINSA B/ 127.9 millones. En un momento de quejas generalizadas por falta de insumos, medicinas y mora quirúrgica. Al MEDUCA le tumbaron de un golpe B/. 85 millones de balboas, 50 millones en servicios personales y el resto en inversión.
 Cuando cada día hay protestas de padres por escuelas en mal estado. A 
las universidades públicas también les afectó la tijera. 
 Aquí 
es donde cualquiera con sentido común se pregunta si, ante una crisis 
fiscal, lo primero que hay que hacer es afectar los servicios públicos 
que reciben los sectores más pobres de la sociedad. Máxime que ya se 
anuncian “revisiones” y recortes a otros programas sociales, como la 
beca universal. 
 Si se conoce algo de este país, se sabe que aquí hay sectores empresariales que históricamente han hecho parte del llamado “Club de los Exonerados”. Por ejemplo, la
 industria marítima, que representa el 33.5% del producto interno bruto 
(PIB), unos 25 mil 780 millones de dólares anuales, su tributación 
totaliza $603.4 millones, apenas un 2.3% de todo el capital que mueven. 
  
 Por
 el contrario, un docente universitario paga en promedio de impuesto 
sobre la renta el 7.35% de su salario y el 8.6% si se incluye el seguro 
educativo. 
 En 2015, el gobierno de Varela alegó un 
déficit, según el cual el “impuesto sobre la renta de las empresas” 
había bajado 27.3% de lo presupuestado y 15.3% respecto al año anterior,
 la suma total que se debió recaudar era B/. 884.2 millones, esto 
significa que, respecto a una economía estimada en B/. 76 mil 925 
millones para ese año, las empresas solo pagan de impuesto sobre la 
renta empresarial apenas el 1.1% del PIB. 
 Un experto como el Sr. Publio Cortés afirma que “ciertos contribuyentes de alto nivel económico, se benefician de la opacidad de los refugios fiscales…”,
 además que utilizan gastos ficticios para declarar mucho menos de lo 
que se debe pagar en impuestos (La Estrella, 3/5/16). Donde quiera que 
se mire, los mejores negocios del país, o están exonerados o tributan 
muy poco. 
 Así que debemos exigir que el gobierno deje de atacar fiscalmente, con recortes o impuestos, a los asalariados y a los más pobres,
 que se deje de recortar los servicios y programas sociales. A quienes 
hay que dejar de subsidiar son a las grandes empresas extranjeras y 
nacionales que se benefician de nuestra posición geográfica. Exijamos
 una reforma fiscal progresiva en la que los que más ganan paguen más, y
 no al revés, que es lo que está pasando en Panamá.
 
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