 Acaba de concluir la 
cumbre del G7, que reúne a los dirigentes políticos de algunos de los 
países más poderosos del planeta (Alemania, Francia, Canada, Estados 
Unidos, Italia, Japón y Reino Unido), que junto a representantes de 
otras instituciones y algunos invitados, entre los que figuraba Pedro 
Sánchez, se han encontrado en Biarritz en estos días. El eslogan de la 
agenda económica es “Trabajando por un capitalismo más justo”. Puede 
parecer un sarcasmo, y lo es, pero cuando ya es habitual utilizar la 
propaganda sin escrúpulos, nada sorprende, todo vale, incluso las 
mentiras más obscenas.
Acaba de concluir la 
cumbre del G7, que reúne a los dirigentes políticos de algunos de los 
países más poderosos del planeta (Alemania, Francia, Canada, Estados 
Unidos, Italia, Japón y Reino Unido), que junto a representantes de 
otras instituciones y algunos invitados, entre los que figuraba Pedro 
Sánchez, se han encontrado en Biarritz en estos días. El eslogan de la 
agenda económica es “Trabajando por un capitalismo más justo”. Puede 
parecer un sarcasmo, y lo es, pero cuando ya es habitual utilizar la 
propaganda sin escrúpulos, nada sorprende, todo vale, incluso las 
mentiras más obscenas.
 Dicen trabajar por un capitalismo más 
equitativo, quienes desde sus responsabilidades políticas están 
contribuyendo a que la desigualdad haya alcanzado las mayores cotas de 
la historia reciente. Y han trabajado, por llamar de alguna manera a lo 
que hacen, rodeados de lujo y de comodidades que sólo están al alcance 
de unos pocos privilegiados. Eso sí, protegidos por miles de policías y 
militares de la justificada indignación de los manifestantes. 
 
Trump y compañía, y los que se han ocupado de concretar la agenda 
económica, a lo suyo: pomposas declaraciones y pronunciamientos 
genéricos, sin ningún compromiso concreto, ¿para qué aterrizar en los 
problemas de la gente?. En definitiva, aparentar que estas cumbres son 
útiles y, quizá lo más importante, lanzar el mensaje de que los reunidos
 en Biarritz y la clase política que representan participan de un 
consenso: parecer preocupados por la desigualdad, que se esfuerzan en 
corregir. 
 Mentira, todo lo contrario. Ellos, que dicen querer 
buscar en estos encuentros soluciones a la inequidad, pertenecen a una 
elite que se ha enriquecido sin el menor escrúpulo con la misma; que no 
sólo ha hecho caja con la crisis, sino que antes del crack financiero 
formaba parte de un entramado oligárquico que ha concentrado una parte 
creciente de la renta, la riqueza y el poder. 
 Las políticas que
 llevan a cabo estos “campeones de la equidad” en sus respectivos 
países, y que trasladan a las instituciones internacionales donde, por 
cierto, gozan de una posición dominante, apuntan justamente en la 
dirección de una inequidad creciente, enquistada, sistémica. 
 
Cabe marear la perdiz con el tema, como hacen quienes no tienen otro 
objetivo que preservar y fortalecer el actual estado de cosas, pero la 
reducción de la desigualdad pasa, entre otras cosas, por aplicar una 
política tributaria decididamente progresiva y eliminar los paraísos 
fiscales, reducir los privilegios y las prebendas de las empresas 
transnacionales, elevar sustancialmente el salario mínimo y garantizar 
una prestación por desempleo digna, revertir las políticas austeritarias
 y aumentar el gasto social público, crear las condiciones para que los 
trabajadores puedan ejercer los derechos civiles y sindicales dentro de 
las empresas, elevar las retribuciones de los asalariados y limitar las 
de las elites empresariales, activar un plan de emergencia que abra un 
horizonte de sostenibilidad en el planeta y detener el cambio climático,
 comprometerse con una decidida política de equidad de género y proteger
 los derechos y las condiciones de vida de las personas migrantes. 
 Lo anterior no pretende ser una relación exhaustiva de objetivos a 
alcanzar por una política orientada hacia la igualdad. Pero si quiere 
marcar una línea divisoria entre los que hablan y los que hacen, entre 
los que defienden los intereses de los de arriba y los que estamos 
convencidos de que ha llegado el momento de caminar hacia un mundo más 
justo, equitativo y solidario. Nada espero de los que se han reunido en 
Biarritz, no me interesa su postureo. El verdadero punto de interés no 
estaba allí, sino en la cumbre alternativa y en las manifestaciones que 
han tenido lugar en Hendaia e Irún. El mensaje es claro, hay 
alternativas y hay una urgente necesidad de que la ciudadanía se 
movilice para poner en su sitio a los de arriba. 
 Fernando Luengo, economista y miembro del círculo de Chamberí de Podemos, @fluengoe. https://fernandoluengo.wordpress.com 
 
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