Controversia medioambiental en Centroamérica
El periódico de Aragón
| Arrecian las protestas en Honduras tres años después del asesinato de la activista ecologista | 
Ceremonia de homenaje a Berta Cáceres ante la tumba de la activista hondureña. CARLOS CASTRO 
 Podría haber pasado desapercibido internacionalmente como tantos otros,
 pero el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca en el río Gualcarque 
(noroeste de Honduras) dio la vuelta al mundo. Por la oposición de la 
comunidad afectada de Río Blanco y por el asesinato, el 2 de marzo del 
2016, de la defensora del medio ambiente Berta Cáceres, quien un año 
antes había recibido el prestigioso Premio Goldman, conocido como el 
Nobel verde.  
 Tres años después del crimen y uno desde que el 
proyecto quedó paralizado por la retirada de los financiadores europeos,
 las heridas y el conflicto siguen abiertos. La familia Cáceres todavía 
reclama justicia y la comunidad ha registrado al menos 22 ataques desde 
entonces. El último se produjo el pasado 16 de julio. La Coordinadora 
del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras 
(COPINH) denunció que un grupo de personas había destruido la cosecha 
sembrada en tierras afectadas por el proyecto.  
 Mientras baja 
hacia sus aguas, sorteando ramas y piedras, Rosalina Domínguez cuenta 
que «el Gualcarque es sagrado porque mantiene un montón de vidas». Su 
comunidad se sustenta con la siembra de frijoles, plátano, aguacate, 
caña y sobre todo maíz que irriga el río. «Si no hubiéramos luchado, se 
habría privatizado», explica Domínguez. Ahora los barracones del centro 
de operaciones que instaló la empresa hondureña DESA están abandonados y
 lo único que el viento agita son los papeles con los registros que los 
guardias de seguridad arrojaron tras el portón. Aun así, la posibilidad 
de que se reactive el proyecto no ha cesado. Tampoco las amenazas. El 
pasado mes de mayo, la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos 
alertó de que hombres armados advirtieron a Domínguez de que la matarían
 «de la misma manera que a la señora Berta».  
 Todavía perdura el
 sabor agridulce que dejó la sentencia dictada en el 2018 por el 
asesinato de Cáceres. Siete hombres fueron declarados culpables -tres 
sicarios y otros cuatro vinculados a DESA y al Ejército hondureño- y un 
octavo detenido, el presidente ejecutivo de la empresa, David Castillo, 
está pendiente de juicio.  
 Los responsables  
 Pero
 la familia y el COPINH reclaman que también se juzgue como autores 
intelectuales a los principales accionistas de la mercantil. «Para 
nosotros los máximos responsables son algunos miembros de la familia 
Atala Zablah», dice Berta Zúñiga, hija de Berta Cáceres y nueva 
coordinadora de la organización: «Ellos forman parte de la oligarquía 
nacional que apoyó el golpe de Estado del 2009 que permitió la concesión
 de decenas de proyectos hidroeléctricos y de extracción de recursos 
naturales en el país».  
 Muchas de las 47 concesiones que se 
dieron en Honduras entonces chocaron con la oposición de las 
comunidades. Pero ninguna lucha inspiró tanto como la de Berta Cáceres y
 el COPINH en Río Blanco. «Pensaron que matando a Berta matarían la 
lucha, pero Berta fue una semilla que se multiplicó», según afirma 
Miriam Miranda, coordinadora general de la Organización Fraternal Negra 
Hondureña (OFRANEH). Miranda ha recogido el legado de 27 años de vida y 
defensa de los derechos de los pueblos indígenas compartidos con 
Cáceres, convirtiéndose en la actualidad en una de los máximos 
referentes de la lucha de los movimientos sociales contra la presidencia
 de Juan Orlando Hernández.  
 Honduras es un polvorín en la 
actualidad. En los últimos seis meses, además de acrecentarse la 
oposición a megaproyectos mineros y la consecuente persecución a líderes
 comunitarios, como en el caso de Guapinol (cerca de la costa caribeña),
 las protestas contra la privatización de la salud y la sanidad han 
arreciado en Tegucigalpa.  
 A pesar de que el conflicto ya ha 
hecho mella en la zona, Rosalina Domínguez, Chico Sánchez, Edmunda 
González, Cornelia Domínguez, Paulina Gómez, Pascual Gómez... siguen 
resistiendo. «Antes, todas las comunidades convivíamos labrando la 
tierra. Hoy hay desconfianzas», reconoce Domínguez. Y lamenta que una de
 las comunidades vecinas que inicialmente se oponía al proyecto acabó 
cediendo ante las promesas de la empresa de construir carreteras y 
mejorar las instalaciones en una escuela.  
 Precisamente, la hija
 de Cáceres identifica el intento de «comprar las comunidades» como una 
de las estrategias utilizadas por las empresas para implementar 
megaproyectos. «Siguen el mismo patrón en todo el país: crean conflictos
 intercomunitarios, criminalizan y estigmatizan a la comunidad, 
judicializan, amenazan a las familias y, si estas no desisten, 
asesinan», denuncia Zúñiga.  
 123 personas asesinadas  
 De acuerdo con distintas organizaciones internacionales, Honduras es 
uno de los países más peligrosos del mundo para los defensores del medio
 ambiente. Según la organización Global Witness, desde el 2010 más de 
123 ecologistas han sido asesinados. Entre ellos, Berta. Rosalina 
Domínguez lamenta que «desde que la mataron, ya no vienen tantas 
comisiones de solidaridad». Dispuesta a asumir todos los riesgos, tiene 
claro que no van a retroceder. Se lo debe a Berta Cáceres: «Cada vez que
 voy al río, siento que ella anda por ahí. Una siente la energía que 
ella nos da para hablar, para todo, para no tener miedo». 
 
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