Alejandro Nadal
La Jornada
Hay muchas clases de 
industrias. Existen las que son capaces de transformar toda una 
economía. Y después están las que permiten construir imperios.
Entre las primeras se encuentra, por supuesto, la industria 
automotriz, que transformó la matriz industrial de los países 
productores y hasta el espacio urbano. Pero entre las segundas se 
encuentra la industria naval.
A mediados del siglo XIX, Inglaterra ocupaba una posición de 
indiscutible liderazgo en materia de construcción naval. Sus astilleros y
 diques secos sobre la ribera del río Clyde invadieron el mercado 
mundial de barcos. Eric Hobsbawn, en su magistral libro Industria e Imperio,
 explica cómo hasta llegaron a imponer las normas sobre producción naval
 en todo el planeta. El predominio de Reino Unido en esta industria duró
 todo un siglo. El imperio británico fue el hermano gemelo de esta 
hegemonía en la industria naval.
Japón arrebató a Reino Unido el liderazgo en la construcción naval en
 los años de la década de los 50. A principios del siglo XX la industria
 siderúrgica nipona alcanzó estándares mundiales y la industria naval 
pudo beneficiarse de sus adelantos y productividad. Para el Imperio del 
Sol Naciente la construcción naval era emblemática en su carrera para 
alcanzar y superar a las potencias occidentales. El conglomerado 
Mitsubishi llegó a convertirse en el primer productor de barcos del 
mundo. Esa empresa también fabricó el avión de combate Zero, la aeronave
 que más se produjo en toda la Segunda Guerra Mundial. Ese conflicto 
bélico retrasó el ascenso japonés, pero no lo pudo detener.
Pero un nuevo gigante apareció en Asia, y Japón perdió el liderazgo 
en la construcción naval. En la década de los años 70, Corea del Sur se 
convirtió en el líder mundial en materia de producción de barcos. A 
mediados de los años 70 sus gigantescos astilleros en Ulsan eran los de 
mayor capacidad en el mundo para procesar placa de acero. Sus grandes 
roladoras podían dar forma a las inmensas placas y producir cualquier 
tipo de barco.
La preeminencia coreana se fue agotando y dejó de existir en 2005. 
Ese año China consagró a la industria naval como prioridad estratégica. 
El objetivo explícito de su décimo primer plan quinquenal (2006-2010) 
era el de convertir a la industria naval china en el líder mundial para 
2020.
La industria china ya se había desarrollado en múltiples direcciones y
 el despliegue de la construcción naval también tenía como objetivo 
utilizar la enorme capacidad instalada ociosa de la industria acerera. 
Hasta el año 2004 China mantuvo unos 17 diques secos en operación. Pero 
en 2005 comenzó un ambicioso programa de inversiones que le permitió 
contar en 2012 con más de 124 diques secos de gran capacidad. La 
producción de barcos de todo tipo aumentó de manera espectacular: 
cargueros a granel y de contenedores, buques tanque y buques para 
transportar gas natural o licuado (LPG).
Entre los años 2000 y 2010 la parcela del mercado mundial de barcos 
controlada por China pasó de 25 a 50 por ciento, para beneplácito de las
 autoridades en Pekín. Pero entre 2005 y 2015 el exceso de capacidad de 
la flota naviera (de carga) mundial se duplicó (pasando de 600 a mil 200
 millones de toneladas). Es como si en 2005, 23 por ciento de la flota 
existente hubiera sido redundante.
Los aranceles impuestos por Washington en su guerra comercial con 
Pekín no podrán corregir esta situación. La expansión del sector de 
construcción naval se llevó a cabo con fuertes subsidios del gobierno, y
 aunque eso es bien conocido el mecanismo de solución de controversias 
de la OMC no es un canal adecuado para frenar esa política de China. 
Toma demasiado tiempo y los resultados son más bien débiles para 
industrias del tamaño de la construcción naval. Además, hoy la industria
 naval china depende más de esquemas de financiamiento que de subsidios 
del gobierno. Y si bien muchos bancos son controlados por el Estado, 
demostrar que sus créditos son subsidiados es todavía más complicado.
En 2018 la empresa china Cosco se convirtió en la tercera empresa naviera en el mundo. El proyecto geoestratégico de la nueva 
Ruta marítima de la seda(que complementa el componente terrestre de esa iniciativa) permitirá asegurar las rutas marítimas a través de las cuales China adquiere 70 por ciento de sus importaciones de energéticos. El nuevo imperio busca por todos los medios consolidar las bases de su expansión futura.
La industria naval china puede frenarse por una recesión mundial que 
deprima el comercio y la demanda de barcos a escala global. Pero aun en 
ese caso, China puede recurrir a la expansión de su flota militar y así 
mantener ocupados sus astilleros y monumentales diques secos. No estará 
produciendo mercancías, con lo cual su rendimiento no se podrá medir en 
términos de ganancias y parcelas de mercado. Pero estará generando 
empleos, lo que es una de las preocupaciones clave de Pekín. Quizás lo 
más importante es que estará apuntalando la expansión militar naval del 
nuevo imperio.
Twitter: @anadaloficial
 

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