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| El demente belicista que dirige el Consejo de Seguridad Nacional en Washington siempre ha batallado por cargarse todos los acuerdos importantes de nuestro nuclearizado mundo | 
¿Se acuerdan de Sheldon
 Adelson? El multimillonario de los casinos y padrino de Netanyahu 
quería abrir en 2012 el “Eurovegas” en Barcelona. Tras la explosión de 
la burbuja inmobiliaria, Artur Mas se entrevistó con él en la ciudad 
condal en un intento de apuntalar la economía política convergente 
posterior al 3% y con ella lo que llamaba el “eje Massachusetts-Barcelona-Tel Aviv”. Aquella genial jugada queda para la patética historia del “procés”, pero de lo que hoy se trata es de algo serio: de los “Altos de Trump”.
 El Informed Comment
 de Juan Cole dice que Adelson, quinta fortuna de Estados Unidos, fue 
quien presionó a Donald Trump para colocar en un alto cargo al criminal 
demente John Bolton. Se trata de empujar a Estados Unidos a una guerra 
con Irán que cubra el flanco oriental de la expansión israelí proclamada
 por Netanyahu: anexionarse Cisjordania. “Irán es el único país que 
continua oponiéndose activamente a la lenta limpieza étnica de los 
territorios palestinos ocupados, y Adelson y su cachorro Netanyahu 
buscaban un gran matón para romperle las piernas a Irán”, dice el portal
 de Cole. Ese matón es Trump, y Netanyahu ya le ha honrado estos días 
bautizando como “Ramat Trump” (Altos de Trump) uno de los 33 
asentamientos judíos de los altos del Golán arrebatados a Siria en 1967,
 oficialmente anexionados por Israel en 1981 y que Trump reconoció como 
israelíes, contra todo derecho internacional, el pasado 25 de mayo.
Decir
 que Bolton es un criminal demente no es un capricho retórico. El hombre
 que el millonario Adelson colocó al frente del Consejo de Seguridad 
Nacional, es un loco belicista empeñado en cargarse todos los acuerdos 
de nuestro mundo nuclear. Comenzó con el acuerdo antimisiles balísticos 
(ABM, en inglés) alcanzado en 1972 por Nixon y Brezhnev. Batalló con 
éxito contra el acuerdo entre Clinton y los norcoreanos, y ha sido 
puntal de la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán de 
2015 firmado por Obama. Últimamente se ha cargado el acuerdo sobre 
fuerzas nucleares intermedias (tácticas) INF firmado por Reagan y 
Gorbachov, lo que incrementa el riesgo de una guerra nuclear en Europa, y
 ayudado por su colega Mike Pompeo apunta claramente contra el acuerdo 
sobre armas nucleares estratégicas (START) que debería ser renovado con 
Rusia en 2021. Bolton es el tipo que el pasado abril proclamó en 
Florida, “para que todos lo oigan”, que “la doctrina Monroe está viva y 
en forma”. Corrigiendo así la afirmación de 2013 del presidente Obama 
ante la Organización de Estados Americanos de que “la era de la doctrina
 Monroe ha pasado”. Pues bien, este personaje junto con Pompeo es quien 
está pilotando lo que la web israelí Maariv Online anuncia como “asalto táctico” contra Irán, es decir una guerra.
Este
 asalto ya tuvo su ruptura diplomática con la retirada unilateral del 
acuerdo nuclear de 2015 que estaba bien encarrilado, según la ONU y 
todos los demás firmantes, y está lanzando estos días los habituales 
pretextos de guerra en forma de sabotajes en puertos del Golfo Pérsico 
(14 de mayo) y extraños ataques a petroleros como el del 13 de junio, 
que coincidieron con la visita del primer ministro japonés Shinzo Abe a 
Teherán, de la misma forma en que aquel atentado químico de Siria 
coincidió con la llegada a Damasco de una delegación de la ONU para 
supervisar la destrucción del arsenal químico de Bashar el-Assad. Todo 
con un gran perfume a incidente del Golfo de Tonkín.
Según Nathalie Tocci ,
 la consejera jefa de la desvalida representante de la Unión Europea 
para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, el 
pilotaje de Bolton de la extrema presión ejercida sobre Irán indica que 
Trump no controla la situación. “Quizás debería cambiar a su consejero 
de seguridad nacional”, que le empuja hacia un insensato cambio de 
régimen en Irán que se sume a los desastres de la guerra interminable 
iniciada por Washington tras el 11-S y que en 18 años ha producido 
varios millones de muertos, de refugiados y un sinfín de problemas.
Que
 los militares toreen a los presidentes en Estados Unidos es algo que ya
 vimos en Siria, cuando bombardearon instalaciones rusas para reventar 
acuerdos de cooperación militar alcanzados por John Kerry con Moscú, tal
 como explicó el propio secretario de Estado al abandonar el cargo. Si 
sucedió con Obama, ¿por qué no con Trump?
La denuncia de Bolton 
de que Irán ha incrementado su presión militar en Irak y Siria, ha sido 
desmentida por el jefe militar británico en Irak, Chris Ghika: “no ha 
habido un aumento en la amenaza proveniente de las fuerzas apoyadas por 
Irán en Siria e Irak”, dijo para desesperación de los americanos. 
Paralelamente, 76 generales y embajadores retirados publicaron una carta
 a Trump en la que se dice que, “la guerra con Irán ya sea consciente o 
por error de cálculo, tendrá repercusiones dramáticas en un Oriente 
Medio ya desestabilizado y arrastrará a Estados Unidos a otro conflicto 
armado con un inmenso coste financiero, humano y geopolítico”.
Sea
 como sea, la voluntad de los halcones de la Casa Blanca por cambiar el 
régimen en Irán, no es una línea del gusto de muchos jefes militares de 
Estados Unidos, que, cómo los generales y embajadores retirados, auguran
 más caos como resultado. Su argumento es que los verdaderos adversarios
 no son países como Irán, cuya capacidad militar es escasa, sino Rusia y
 China, países que aprovecharon el caos de estos 18 años para modernizar
 sus fuerzas, con miras a “erosionar de forma significativa la ventaja 
americana en tecnología moderna”, en palabras del entonces Secretario de
 Defensa, Jim Mattis, partidario de reorientar el esfuerzo hacia la 
competición entre grandes potencias en lugar de concentrarse en el 
llamado “terrorismo”.
Según el analista Michael T. Klare, actualmente hay en Estados Unidos dos proyectos de guerra, el de Bolton y el de la Marina
 y los 750.000 millones de dólares del presupuesto previsto para el año 
que viene están comprometidos con el segundo proyecto. El Pentágono se 
inclina más hacia la doctrina enunciada en marzo por el actual 
secretario de defensa interino Patrick Shanahan. “Disuadir o derrotar la
 agresión de una gran potencia es un desafío fundamentalmente diferente 
que los conflictos regionales implicando a estados gamberros y 
organizaciones extremistas violentas que hemos afrontado en los últimos 
25 años”, dice Shanahan. De todo esto, Klare, deduce que habrá fuertes 
reticencias del Pentágono a la “guerra de Bolton”, por considerar que 
distrae el esfuerzo del principal escenario: un pulso en el Mar de China
 Meridional, donde las tensiones ya revisten carácter semanal, el proyecto de la Marina.
El
 objetivo militar chino es convencer a los militares americanos que en 
un conflicto regional y limitado allá, las fuerzas aeronavales de 
Estados Unidos saldrían perdiendo y que por tanto es preferible no 
intentarlo. El de los americanos es destruir la capacidad china en los 
sistemas de armas conocidos como A2/AD (Anti Access/Area Denial), la 
versión moderna de una muralla china de misiles y recursos electrónicos y
 espaciales para cegar al adversario, hundir sus barcos, derribar sus 
aviones e impedir su agresión.
Quizá sea esta división de opiniones y proyectos dentro del establishment
 de la desgraciada guerra eterna de Estados Unidos, el único dato 
positivo de esta dramática hora cuando los tambores de guerra redoblan 
alrededor de Irán.
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