CELAG
La creación del Foro
 para el Progreso de América del Sur (PROSUR) fue anunciada por Iván 
Duque el 14 de enero, 11 días antes de que comenzara la ofensiva contra 
Venezuela. Pero no fue hasta el pasado 22 de marzo cuando se llevó a 
cabo la cumbre en Santiago de Chile que se institucionalizó la nueva 
instancia internacional cuyo objetivo es ser la alternativa a la UNASUR.
La
 Declaración Presidencial sobre la Renovación y el Fortalecimiento de la
 Integración de América del Sur, también conocida como Declaración de 
Santiago, que crea PROSUR, fue firmada por los presidentes de Argentina,
 Mauricio Macri; Brasil, Jair Bolsonaro; Chile, Sebastián Piñera, 
Colombia; Iván Duque; Ecuador, Lenín Moreno; Paraguay, Mario Abdo 
Benítez, y Perú, Martín Vizcarra; a quienes se sumó el embajador de 
Guyana en Chile, George Talbot. De los países firmantes, Chile sostendrá
 la Presidencia pro tempore durante los próximos 12 meses y, luego, será
 Paraguay el país que la ostentará.
Si bien no estuvieron 
representados por sus presidentes, Bolivia, Surinam y Uruguay 
participaron como observadores en las conversaciones que dieron lugar a 
la Declaración, aunque se abstuvieron de rubricar el acta. Al respecto, 
el vicecanciller de Uruguay, Ariel Bergamino mencionó: “no concebimos 
ningún ámbito de integración con exclusiones de ningún tipo; un ámbito 
de integración con exclusiones no integra, es contrario a su propia 
naturaleza”.[1]
Los fundadores del recién nacido foro provienen 
del Grupo de Lima y, como tal, heredan el objetivo de continuar 
impulsando una política de bloques en la región, que buscan 
institucionalizar a través de esta nueva instancia, y que, en 
definitiva, sigue la línea intervencionista que se viene promoviendo 
desde la Casa Blanca y que ha sido alentada en los meses pasados por los
 gobiernos de la derecha regional.
Así, el foro deja fuera a 
Venezuela bajo el supuesto de que el actual Gobierno no ostenta los 
requisitos esenciales[2] para participar del mismo, si bien 
–paradójicamente– invita a participar al autoproclamado presidente 
interino de Venezuela, Juan Guaidó (quien finalmente no fue a la 
cumbre). Esto hace evidente que, contrario a lo que se indica en su acta
 de constitución,[3] la propuesta refleja una identidad ideológica 
excluyente que busca ahondar las diferencias entre los países 
suramericanos.
Después de abandonar en bloque la UNASUR –una 
decisión que fue discutida en el marco de la VIII Cumbre de las 
Américas, celebrada en Lima entre el 13 y 14 de abril– los países del 
Grupo de Lima desarrollaron todo un andamiaje discursivo orientado a 
defenestrar la labor de este organismo, calificándolo de ineficaz en su 
función de coordinación intergubernamental. Por ello, la creación de 
PROSUR se erige bajo el presupuesto de la “infectividad” de la UNASUR 
para continuar siendo espacio de diálogo en la región. Sin embargo, en 
su argumentario, los creadores de la PROSUR obvian los logros de la 
UNASUR como garante, desde 2011[4], de la integración, diálogo y 
solidaridad regional, lejos de la geopolítica estadounidense, entre 
otros:
- Controlar las amenazas a la democracia en varios países de la región. Destacan las misiones electorales y cooperación técnica entre organismos electorales haciendo respetar la voluntad de los pueblos de la región.
- Dirimir la tensión entre la Colombia y Venezuela, durante los gobiernos de Álvaro Uribe y Hugo Chávez.
- Construir progresivamente de una visión compartida en materia de defensa regional.
- Crear un centro regional de solución de controversias en materia de inversiones y libre movilidad humana en la región. Potenciar el desarrollo en materia de integración energética, ferroviaria y de telecomunicaciones.
- Buscar consensos en el marco del Consejo Sudamericano de Lucha contra el Problema Mundial de las Drogas, logrando una posición regional ante la Conferencia de Naciones Unidas sobre drogas en el 2016 (UNGASS).
- Implementar proyectos para la puesta en marcha de un banco de precios de medicamentos y el mapeo de las capacidades regionales para la producción de medicinas.
- Desarrollar un sistema de Información Geográfica, como herramienta de georreferenciación para orientar la planificación y la gestión de la integración física en Suramérica, a través de información digital estandarizada a nivel continental.
- Crear la Agenda de Proyectos Prioritarios de Infraestructura (API).[5]
Consecuencias inmediatas
En
 tanto el avance de PROSUR va en detrimento de UNASUR, cabe mencionar 
algunas implicaciones inmediatas que podría tener la desactivación del 
organismo creado hace más de una década y que han sido identificadas por
 su exsecretario general, Ernesto Samper:[6]
- El trámite de retiro de algunos países de la UNASUR se encuentra regulado y se deben respetar los tiempos pactados para adelantar el proceso, honrar los compromisos financieros pendientes y cumplir las normas constitucionales de cada Estado, que obligan a someter a los órganos legislativos a la denuncia del Tratado Constitutivo de UNASUR para poder concretar el abandono de la entidad.
- El retiro de UNASUR supone el abandono de derechos como los permisos temporales de trabajo que hoy benefician a más de tres millones de trabajadores, la utilización de los documentos nacionales de identidad, como pasaportes, o los descuentos de valor de medicinas y vacunas, obtenidos por el Instituto Suramericano de Gobierno en Salud, ISAGS.
- La salida de la UNASUR implica la renuncia al trabajo concertado y acumulado durante más de diez años y se traduce en las agendas sectoriales en materia electoral, de salud, educación, infraestructura, lucha contra el crimen organizado, cultura y defensa.
Cambios en la geopolítica regional
La
 creación de PROSUR instala una mayor crisis de institucionalidad 
internacional en la región. Con una OEA que carece de legitimidad, la 
mayoría de los países que integran PROSUR abandonaron UNASUR, mientras 
CELAC ha quedado, por el momento, debilitada.
El Grupo de Lima, 
sin consenso y prácticamente desaparecido, da paso a PROSUR, el cual 
tampoco tiene consenso, y su principal objetivo, declarado por Duque, es
 sacar a Nicolás Maduro de Venezuela, pero respetando la soberanía de 
las naciones sudamericanas.[7] Argentina, Chile, Colombia, Brasil, 
Ecuador, Perú y Paraguay han modificado sus relaciones en los últimos 
años (salvo Colombia que tiene una relación histórica estrecha con EE. 
UU.), acercándose más a las directrices de EE. UU. en esquemas de 
seguridad, lucha contra el narcotráfico y acuerdos bilaterales.
La
 mayoría de los países que integran PROSUR tiene también en común una 
crisis de legitimidad en sus respectivos países.[8] Viendo en conjunto 
el panorama regional, PROSUR puede entenderse en varios sentidos: 
reordenamiento geopolítico de la región, con gobiernos de derecha 
desactivando un proyecto de integración como UNASUR. Venezuela en este 
sentido, no sólo es un país estratégico por sus recursos naturales como 
petróleo, gas, oro y coltán, sino que es un país que propuso una 
geopolítica distinta a la de EE. UU., con esquemas de integración más 
allá de lo comercial, y es pieza clave en la estrategia estadounidense 
de convertir a la región en un espacio ideal para las inversiones de sus
 empresas, pero también para poner un alto a la presencia china[9] y 
rusa en la región.
En este sentido, aunque a priori la 
intención de PROSUR es ser un organismo flexible con una estructura 
liviana y no costosa,[10] no descarta la creación de una estructura 
burocrática, la cual intente revitalizar al ALCA como esquema de 
integración sudamericana que vuelva a mirar más al Norte, concretamente,
 a los intereses empresariales estadounidenses.
En definitiva, 
PROSUR es un tipo distinto de integración que va más allá de un simple 
foro; implica un reordenamiento geopolítico de la región y de largo 
alcance en temas de infraestructura, exportación de recursos 
estratégicos, apertura energética, acuerdos de libre comercio e 
inversión y seguridad. En este sentido, es clave que EE. UU. ya cuente 
con acuerdos comerciales bilaterales con varios de los miembros de 
PROSUR.
No obstante, también hay que destacar que, en la medida 
en que no es un foro de alto nivel y que no cuenta ni con el trabajo 
conjunto de los gobiernos y de las diplomacias de los distintos países 
de la región[11], carece de bases tan sólidas como las de UNASUR. 
Además, replica la falta de consenso que llevó al Grupo de Lima a 
apagarse paulatinamente, toda vez que no logró conseguir el apoyo de 
México, Uruguay, y tampoco de Bolivia.
En este sentido, el 
crecimiento de PROSUR podría ser bastante limitado, en tanto que Panamá y
 México son miembros observadores de la UNASUR, y uno de los presidentes
 más poderosos de la región, Andrés Manuel López Obrador, desconoce el 
avance intervencionista que se ha iniciado en contra de Venezuela de la 
mano del Grupo de Lima.
Por otra parte, la Comunidad del Caribe 
(CARICOM) ha mantenido una posición independiente sobre Venezuela, 
influenciada por la preocupación ante una posible intervención militar 
externa. Por ello sería difícil que se sumara a las prerrogativas de 
PROSUR, abiertamente hostiles a Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Finalmente,
 detrás de la creación de PROSUR está el último intento del Gobierno 
estadounidense de avanzar en el programa imperialista, vía la 
destrucción de las instituciones integradoras de bloques regionales que 
no le son afines. Un objetivo que queda formulado en la Doctrina Monroe 
(1823) y su sucedáneo, el Panamericanismo (1885-1889), y que con ahínco 
intenta rescatar el presidente Donald Trump, avanzando en una carrera 
incansable por lograr aquello que William H. Taft enunció en 1912: 
apropiarse del hemisferio en virtud de su supuesta superioridad.[12]
Notas: 
[2]
 “5. Que los requisitos esenciales para participar en este espacio serán
 la plena vigencia de la democracia, de los respectivos órdenes 
constitucionales, el respeto del principio de separación de los Poderes 
del Estado, y la promoción, protección, respeto y garantía de los 
derechos humanos y las libertades fundamentales, así como la soberanía e
 integridad territorial de los Estados, con respeto al derecho 
internacional”.
[3] “1. Nuestra voluntad de construir y 
consolidar un espacio regional de coordinación y cooperación, sin 
exclusiones, para avanzar hacia una integración más efectiva que nos 
permita contribuir al crecimiento, progreso y desarrollo de los países 
de América del Sur”.
[4] Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR)
 se creó en 2008 y comenzó a funcionar en 2011, conformada por 11 de los
 12 países que conforman la región.
[10]
 “3. Que este espacio deberá ser implementado gradualmente, tener una 
estructura flexible, liviana, no costosa, con reglas de funcionamiento 
claras y con un mecanismo ágil de toma de decisiones que permita avanzar
 a Suramérica en entendimientos y programas concretos de integración en 
función de los intereses comunes de los Estados y de acuerdo a sus 
propias realidades nacionales”.
[11] https://www.pagina12.com.ar/182631-prosur-un-error-estrategico-que-costara-reparar
[12]
 “The day is not far distant when three Stars and Stripes at three 
equidistant points will mark our territory: one at the North Pole, 
another at the Panama Canal, and the third at the South Pole. The whole 
hemisphere will be ours in fact as, by virtue of our superiority of 
race, it already is ours morally” Jenny Pearce, Under the Eagle, Boston: South End Press, 1982, p.17.
 

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