António Guterres*
Decenas de miles de jóvenes 
salieron a la calle la semana pasada en muchas ciudades alredor del 
mundo para transmitir un mensaje claro a los dirigentes mundiales: 
actúen ya para salvar nuestro planeta y nuestro futuro de la emergencia 
del clima.
Esos estudiantes han comprendido algo que muchas personas mayores 
parecen no captar: nos estamos jugando la vida en una carrera 
contrarreloj y vamos perdiendo. La oportunidad se está desvaneciendo; el
 tiempo es un lujo que ya no podemos permitirnos y retrasar la acción 
respecto al cambio climático es casi tan peligroso como negar que 
existe.
Mi generación no ha sabido reaccionar ante el enorme desafío del 
cambio climático y la gente joven lo siente profundamente; no les faltan
 motivos para enojarse.
A pesar de llevar años hablando del problema, las emisiones mundiales
 están alcanzando niveles récord y no muestran signos de haber tocado 
techo. Hoy tenemos la concentración de dióxido de carbono en la 
atmósfera más alta en tres millones de años. Los pasados cuatro años 
fueron los cuatro años más calurosos desde que se llevan registros, y 
las temperaturas invernales en el Ártico han aumentado en 3ºC desde 
1990. El nivel del mar está subiendo, los arrecifes de coral mueren y 
empezamos a ver repercusiones del cambio climático que pueden poner en 
peligro la salud mediante la contaminación atmosférica, las olas de 
calor y los riesgos para la seguridad alimentaria.
Por fortuna tenemos el Acuerdo de París, un contexto normativo 
visionario, viable y con visión de futuro donde se expone qué hacer 
exactamente para frenar las perturbaciones del clima e invertir sus 
efectos. Pero el acuerdo en sí es papel mojado si no va acompañado de 
medidas ambiciosas.
Por eso este año voy a reunir a los líderes mundiales en la Cumbre 
sobre la Acción Climática. Hago un llamado a todos los dirigentes para 
que vengan a Nueva York en septiembre con planes concretos y realistas a
 fin de mejorar sus contribuciones determinadas a escala nacional para 
2020, en consonancia con el objetivo de reducir las emisiones de gases 
de efecto invernadero en 45 por ciento en el próximo decenio y de que 
sean nulas para 2050.
La cumbre congregará a los gobiernos, el sector privado, la sociedad 
civil, las administraciones locales y otras organizaciones 
internacionales para preparar soluciones ambiciosas en seis áreas: las 
energías renovables, la reducción de las emisiones, la infraestructura 
sostenible, la agricultura sostenible y la gestión sostenible de bosques
 y océanos, la resistencia a los efectos del cambio climático y la 
inversión en la economía verde.
El análisis más reciente muestra que, si actuamos ahora, podemos 
reducir las emisiones de carbono en 12 años y limitar el calentamiento 
global a 1.5°C. Pero si no cambiamos de rumbo, las consecuencias son 
imprevisibles.
Aunque la acción climática es indispensable para combatir una amenaza
 existencial, también tiene un costo. Los planes de acción no deben 
dejar un saldo de ganadores y perdedores o acentuar la desigualdad 
económica, deben ser justos y crear nuevas oportunidades para quienes 
salgan perjudicados, en el contexto de una transición justa.
Tenemos de nuestra parte a las empresas. Las soluciones aceleradas al
 cambio climático pueden reforzar nuestras economías y crear empleo, y a
 la vez conseguir un aire más limpio, preservar los hábitats naturales y
 la diversidad biológica, y proteger el medioambiente.
Con las nuevas tecnologías y soluciones de ingeniería ya se está 
produciendo energía a un costo más bajo que en la economía de los 
combustibles fósiles. La energía solar y la eólica terrestre son ahora 
las fuentes más baratas de nueva energía mayorista en prácticamente 
todas las grandes economías. Pero tenemos que poner en marcha un cambio 
radical.
Para ello hay que dejar de conceder subsidios a los combustibles 
fósiles y la agricultura de emisiones elevadas y optar por energías 
renovables, vehículos eléctricos y prácticas que respeten el clima. Hay 
que fijar unos precios del carbono que reflejen el costo real de las 
emisiones, desde el riesgo climático hasta los peligros que entraña para
 la salud la contaminación atmosférica. También hay que acelerar el 
ritmo de cierre de las centrales de carbón y sustituir esos empleos por 
alternativas más saludables para que la transformación sea justa, 
inclusiva y rentable.
Esta propuesta está cobrando impulso: la gente está atenta y hay una 
nueva determinación de cumplir la promesa del Acuerdo de París. La 
Cumbre sobre el Clima debe ser el punto de partida para construir el 
futuro que necesitamos.
Para terminar, tengo un mensaje para los chicos y las chicas que se 
manifestaron ayer. Sé que la gente joven puede cambiar el mundo y que, 
de hecho, lo cambia.
Hoy, muchos jóvenes piensan en el futuro con ansiedad y temor, y yo 
comprendo vuestras inquietudes y vuestro enfado. Pero sé que la 
humanidad es capaz de conseguir grandes logros. Vuestras voces me dan 
esperanza.
Cuanto más percibo vuestro compromiso y activismo, más confianza 
tengo en que vamos a ganar. Juntos, con vuestra ayuda y gracias a 
vuestro esfuerzo, podemos y debemos superar esta amenaza y crear un 
mundo más limpio, seguro y ecológico para todos.
* Secretario general de la Organización de las Naciones Unidas
 

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