Entrevista a Ángela Robledo, excandidata a vicepresidenta y actual representante en la Cámara por Colombia Humana
Contexto
Contexto dialogó con la
 excandidata a vicepresidenta y actual representante en la Cámara por 
Colombia Humana, quien analizó la grave situación de los líderes 
sociales en su país. Diversos estudios indican que, desde la firma del 
Acuerdo de Paz, son más de cuatrocientos los referentes asesinados. 
“Detrás de estos crímenes de líderes y lideresas hay grandes intereses 
económicos.”
 Esta semana se supo que otro líder social fue asesinado 
en Colombia. En lo que va de 2019 ya suman veinte, y desde la firma del 
Acuerdo de Paz entre el gobierno y las FARC-EP la cifra supera los 
cuatrocientos.
Esta semana se supo que otro líder social fue asesinado 
en Colombia. En lo que va de 2019 ya suman veinte, y desde la firma del 
Acuerdo de Paz entre el gobierno y las FARC-EP la cifra supera los 
cuatrocientos. 
 Para entender la terrible realidad que viven el pueblo colombiano y sus referentes, Contexto
 dialogó con Ángela María Robledo, intelectual, académica, dirigente 
política, miembro de la Cámara de Representantes y excandidata a la 
vicepresidencia en la fórmula con Gustavo Petro por el partido Colombia 
Humana (expresión política que disputó el balotaje y obtuvo más de ocho 
millones de votos en las elecciones de 2018). 
 La dirigente 
analizó las motivaciones detrás de los asesinatos, la inacción del 
gobierno de Iván Duque frente a estos hechos, la negativa a reconocer 
una sistematicidad tras estos crímenes y la necesidad de profundizar los
 caminos para la paz a fin de garantizar la vida de los líderes y 
lideresas de Colombia. 
 ¿Por qué los líderes sociales, dirigentes políticos y defensores de derechos humanos están bajo este asedio en Colombia? 
 En
 Colombia, durante décadas, no sólo los líderes sociales, sino todos 
quienes hemos estado más cerca de las propuestas de la izquierda hemos 
cargado con una enorme estigmatización respecto a la legitimidad de 
nuestras exigencias y nuestras luchas. 
 Sabíamos que el proceso 
de paz iba a permitir visibilizar muchísimos liderazgos que se estaban 
produciendo en los territorios a raíz de este tránsito tenue, precario y
 frágil, pero al fin y al cabo tránsito de la guerra a la paz. 
 
Se visibilizaron los liderazgos de personas que luchaban en defensa del 
agua, contra la minería ilegal, en defensa de los derechos de las 
mujeres, y todos resueltamente decididos a apoyar el proceso de paz. 
 Según estudios de Indepaz (Instituto de Estudios para el Desarrollo y 
la Paz), que es una de las organizaciones de la sociedad civil que hace 
seguimiento del asesinato de líderes y lideresas, luego de la firma del 
Acuerdo de Paz se han asesinado más de cuatrocientos líderes y 
lideresas. Sólo en lo que va de este año ya van veinte asesinados. 
 Quienes han sido asesinados son defensores de la tierra, del agua, del 
proceso de paz y reclamantes de tierras. Todo esto es el efecto de una 
estigmatización en un país que tiene una democracia frágil, y de que el 
proceso de paz ha visibilizado estos liderazgos. 
 Como no tenemos
 el monopolio de las armas, como el proceso con los paramilitares no 
significó un desarme sino una desmovilización, hoy, de manera 
contundente y clara, en la Colombia profunda los líderes y lideresas 
están bajo fuego. 
 “Algunos de esos líderes y lideresas 
defendieron a capa y espada el proceso de paz, el ‘Sí’ al plebiscito, y 
hoy en sus territorios eso les ha significado la muerte” 
 ¿Se trata de un plan sistemático de exterminio? 
Desde
 hace dos años, Iván Cepeda y Alirio Uribe, dos parlamentarios del Polo 
Democrático, y yo como feminista y pacifista, venimos pidiéndole a la 
Fiscalía General de la Nación y al gobierno nacional que explore una 
hipótesis de sistematicidad respecto de los asesinatos de líderes y 
lideresas. Si bien la situación actual muestra un patrón diferente al 
ocurrido con el exterminio de la UP (Unión Patriótica), donde el mayor 
responsable fue el Estado colombiano, y en este caso habría distintos 
patrones y, quizás, distintas razones, sí existe, como dice el profesor 
Francisco Sanín, una sistematicidad de contexto. Nuestra solicitud nunca
 fue acogida. 
 Hace sólo quince días, Néstor Humberto Martínez, 
un fiscal que tenemos bajo sospecha por sus vínculos con los poderosos y
 los dueños de este país, admitió que podía haber patrones de 
sistematicidad en esto que realmente consideramos un exterminio. 
 También recientemente se dio a conocer un estudio realizado por cerca 
de diez organizaciones de Justicia, la Universidad Nacional, la Comisión
 Colombiana de Juristas, que documenta un conjunto de patrones que 
permitirían confirmar que los asesinatos de líderes y lideresas son 
sistemáticos. 
 ¿Qué intereses están en juego detrás de estos crímenes? 
El
 último ministro de Defensa de Juan Manuel Santos dijo que estos 
crímenes de líderes y lideresas correspondían a ‘líos de faldas y de 
linderos’, y, como dije anteriormente, la Fiscalía se ha negado a 
investigar como crímenes de lesa humanidad. Lo cierto es que detrás de 
estos crímenes hay grandes intereses económicos. Colombia es uno de los 
países de la región que tiene una de las mayores concentraciones de la 
tierra. Esa es una de las causas objetivas del conflicto. A raíz del 
proceso de paz se han constituido grupos armados antirrestitución de 
tierras que se han dedicado a atacar –directa o indirectamente– a 
quienes defienden los procesos de restitución de la tierra. 
 
También la ilegalidad en el ejercicio de la minería y la deforestación 
esconden grandes intereses económicos en Colombia. Dos de los grandes 
problemas que hoy comienzan a hacerse visibles en nuestro país. 
 
Algunos de esos líderes y lideresas defendieron a capa y espada el 
proceso de paz, el ‘Sí’ al plebiscito, y hoy en sus territorios eso les 
ha significado la muerte. 
 ¿Cómo evalúa usted la postura del 
gobierno de Iván Duque frente a un tema tan preocupante y que no parece 
tener límites como este? 
Frente a los asesinatos de 
líderes y lideresas, defensores de derechos humanos, el gobierno de Iván
 Duque tiene una posición ambigua y ambivalente. Parece que, en su 
narrativa más blanda, condenara esos crímenes, sin embargo desechó toda 
la arquitectura institucional que era fruto del tercer punto del acuerdo
 gobierno-FARC, que generaba garantías de seguridad no sólo para los 
excombatientes, sino también para los líderes y las lideresas, porque 
han estado también estigmatizados por sus luchas y reivindicaciones en 
los territorios colombianos. 
 Duque acaba de crear un “Plan de 
acción oportuna”, que convoca a la institucionalidad, pero ha puesto 
como responsable para coordinar el trabajo con el Ejército y la Policía a
 un exgeneral de la república que estuvo acusado de “falsos positivos”, 
es decir que fue cómplice de las ejecuciones extrajudiciales, el general
 en retiro Barrera. Fruto de la presión de las organizaciones sociales y
 de un debate que hicimos en el Congreso, a este general se le quitó esa
 tarea que iba a significar coordinar en los territorios la protección 
de líderes y lideresas. 
 Iván Duque no ha mostrado una voluntad 
firme de condena a los asesinatos. Tampoco ha mostrado una voluntad 
clara de mantener y proteger el proceso de paz, lo que genera un enorme 
riesgo para los que habitan en los territorios de la Colombia profunda. 
Nosotros sostenemos que se defiende la vida defendiendo la paz. 
 ¿Qué se debe hacer para poner un freno a este desangramiento social en Colombia? 
Desde
 el Congreso de la República hemos establecido dos rutas. Una ruta 
nacional, que va desde debates del control político con la concurrencia 
del Ministerio de Defensa, el Ministerio del Interior, el consejero para
 Defensa de los Derechos Humanos, la Defensoría del Pueblo, la 
Procuraduría General de la Nación y la misma Fiscalía General de la 
Nación, exigiéndole que adelante de manera acuciosa y eficiente la 
investigación porque es muy alta la impunidad respecto de los asesinatos
 de líderes y lideresas. También hay una ruta internacional en la que 
hemos buscado activar el sistema de Naciones Unidas, la Comisión 
Interamericana de Derechos Humanos y, si es necesario, la Corte Penal 
Internacional. 
 Esta es la tarea que hacemos desde el Congreso de
 la República, pero es en los territorios, promoviendo medidas de 
protección colectiva, no individuales, reconociendo procesos de 
protección de la vida, como la guardia indígena, la guardia cimarrona, 
la guardia campesina, como se puede desarrollar una estrategia mucho más
 protectora de quienes allí habitan. 
 Además, insistimos en que 
la mejor forma de proteger la vida de los líderes y lideresas es 
protegiendo el proceso de paz, y ojalá, cuando se den las condiciones, 
continuar la negociación con el ELN, porque creemos que una paz completa
 es la mejor forma de proteger la vida. 
 En el resto de la 
región los medios hegemónicos callan lo que sucede con los líderes 
sociales en Colombia. ¿Cómo están actuando los medios allí?, ¿cuál es y 
cuál debería ser su rol? 
Como ocurre en tantos lugares 
del mundo, los grandes medios de comunicación están en manos de los 
grandes poderes económicos, muchas veces emparentados con los grandes 
poderes políticos. Sin embargo, es tan evidente lo que está ocurriendo 
en el país, lo que ha ocurrido en los últimos meses es tan ostensible, 
que resulta imposible no visibilizarlo. 
 Desde hace algunos 
meses, algunos grandes medios han empezado a darle visibilidad a lo que 
está ocurriendo en los territorios, pero todavía lo hacen de manera 
anecdótica, falta una investigación más estructural que le dé a este 
país elementos para comprender qué es lo que hay detrás de estos 
asesinatos de líderes y lideresas sociales, defensores de derechos 
humanos, y entender que no son hechos aislados. 
 En la reciente 
visita del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones 
Unidas, a través de Michel Forst, que estuvo en diciembre de 2018, dejó 
una serie de recomendaciones respecto de lo que el país debe hacer y 
remarcó especialmente el riesgo de la estigmatización, que en Colombia 
continúa, respecto de la tarea de defensores y defensoras de derechos 
humanos. 
 
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