Página 12
Nunca el destino de una
 persona se ha identificado, de forma tan estrecha, con el destino de 
Brasil. Ya no basta con la trayectoria de vida de Lula, con el apellido 
Silva, pequeño pobre del interior del nordeste brasileño, expulsado por 
la sequía hacia el sur, lustrabotas, que llega a ser obrero. No basta 
con que Lula se haya vuelto el mejor presidente de la historia del país,
 que dejó el gobierno con 74% de apoyo. No basta con todo eso, ahora 
Lula refleja la situación misma de Brasil.
Todos sabíamos que del 
destino de Lula dependería el destino de Brasil. Que Lula libre 
significaría su candidatura a presidente, su victoria en primera vuelta y
 de nuevo presidente del país. La derecha también lo sabia. De ahí que 
inventó un proceso sin ningún fundamento, y quitó la presunción 
constitucional de inocencia, lo ha metido en la cárcel, le ha negado el 
hábeas corpus, le ha quitado el derecho a participar de las elecciones, 
hasta de dar entrevistas y declaraciones públicas, para que alguien de 
la (extrema) derecha fuera elegido en su lugar.
Lula vive una 
situación similar a la Brasil y del pueblo brasileño, de lo que él tiene
 plena conciencia y lo dice. Sin respaldo alguno del Poder Judicial, con
 un nuevo proceso y una nueva condena en camino, obligado a tener que 
sufrir que el juez que ha fabricado todo ello se vuelva ministro de 
justicia, Lula se siente tan desamparado como el pueblo brasileño.
Los
 brasileños sufren, en grado máximo, la falta de protección de sus 
derechos, de su empleo formal, de su salario mínimamente digno, de su 
escuela pública, de su servicio público de salud. Sufren tener que 
convivir con un gobierno que le quita el servicio de médicos cubanos, 
que se entrega absolutamente a las manos de Estados Unidos, que tiene 
ministros que dan vergüenza a los brasileños y hacen el ridículo.
El
 presidente electo escoge lo peor de cada sector para componer su 
gobierno, no le importa ni las advertencias de China o de Rusia sobre 
los efectos económicos adversos que las posiciones de Brasil tendrá con 
socios importantes, como esos países, además de todo el mundo árabe. 
Como ha prestado un servicio inestimable a los grandes empresarios, a 
los medios, de impedir la victoria electoral del PT, se siente con el 
derecho de decir y de hacer lo que le dé la gana, como si no dependiera 
de nadie. Como si administrara una hacienda, sin contrapesos. Por ello 
hace anuncios y después recula, lo que más ha hecho hasta ahora. 
Nadie
 tiene idea de lo que será Brasil en manos de gente así. Como nadie 
tiene idea de lo que será el destino de Lula en manos de gente así. Lula
 fue interrogado días atrás por la jueza sustituta de Moro, nombrada por
 él, que ha reproducido su misma prepotencia. Gente sin ninguna 
calificación se siente orgullosa de practicar la arbitrariedad en contra
 del líder político brasileño más importante, que cuenta con el apoyo 
mayoritario del pueblo.
Pero, ¿qué es esto frente al poder de 
judicialización de la política, que se ha reivindicado sin límites el 
Poder Judicial brasileño, algunos activamente, otros por el silencio 
cobarde y miedoso? No hay limites para ello. Han cambiado la historia de
 Brasil, expropiando del pueblo brasileño el derecho de decidir sus 
destinos bajo el liderazgo de Lula.
Es una situación nueva. La 
izquierda tiene que enfrentar ese escollo hacia la democratización del 
Poder Judicial. Además de enfrentar campañas electorales fundadas en 
noticias falsas y en su propagación por millones de robots. Son nuevos 
desafíos, pero hay que enfrentarlos, porque el ensanchamiento de los 
espacios democráticos es la única vía de la izquierda.
De eso 
depende el regreso de los gobiernos progresistas en Latinoamérica, 
porque está claro que la situación de Lula prefigura la de Cristina, de 
Rafael Correa, de Petro. En Brasil, el destino de Lula está 
indisolublemente ligado al destino del país. Lula preso, condenado, sin 
ningún tipo de respaldo jurídico, vive una situación similar a la del 
pueblo brasileño. Su lucha de resistencia es similar a la lucha de todos
 los brasileños.
 

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