Falsedades de nuestro tiempo (1)
Las
principales publicaciones financieras han engañado a sus suscriptores,
políticos e inversores sobre las crisis emergentes y las derrotas
militares lo que ha precipitado catastróficas pérdidas políticas y
económicas.
El ejemplo más indignante de ello lo proporciona el Financial Times (FT), una publicación ampliamente leída por las élites financiera y empresarial.
En
este artículo comenzaremos resumiendo la coyuntura general en la que se
produce la transformación de FT, que ha pasado de ser un proveedor
relativamente objetivo de información mundial a ser un propagador de
guerras y de políticas económicas fallidas.
En la segunda parte
del mismo, nos acercaremos a varios estudios de caso que ilustran sobre
el giro espectacular sufrido por un periódico empresarial prudente
convertido en feroz defensor de las actuaciones militares, que ha
abandonado los análisis basados en la investigación de programas
económicos para convertirse en ideólogo de la inversión especulativa mas
nefasta.
El deterioro de calidad de sus reportajes se ve
acompañado por la degradación del lenguaje. Los conceptos se
distorsionan, se vacía a los significados de su sentido cognitivo y el
vitriolo cubre crímenes y fechorías.
Concluiremos examinando cómo
y por qué los análisis de los medios de comunicación “respetables” han
afectado a los ciudadanos y a los inversores por sus consecuencias
políticas y su influencia sobre los mercados.
Contexto político y económico
El declive del Financial Times
no puede aislarse de las transformaciones políticas y económicas en las
que de produce su publicación y circulación. El FT celebró la
desaparición de la Unión Soviética, el saqueo de la economía rusa
durante los años noventa y la declaración estadounidense de un mundo
unipolar como un gran éxito de los “valores occidentales”. La anexión de
la Europa oriental y de los estados bálticos y balcánicos por parte de
EE.UU. y la UE provocó una enorme corrupción y el deterioro de las
narrativas periodísticas.
FT acogió encantado las violaciones del
acuerdo firmado por Reagan y Gorbachov y los avances de la OTAN hacia
las fronteras rusas. La militarización de la política exterior
estadounidense vino acompañada por la conversión de FT en un intérprete
militar de lo que denominó “la transición a la democracia”.
El
lenguaje de los reportajes del FT combinaba la retórica democrática con
la aceptación de prácticas militares. Esto se convirtió en el sello
distintivo de todas las futuras informaciones y editoriales. Las
políticas militaristas del FT se extendieron de Europa a Oriente
Próximo, el Cáucaso, África septentrional y los estados del Golfo. El
otrora prestigioso diario se pasó a la prensa amarillista al considerar
las invasiones militares y el derrocamiento de los adversarios políticos
como “transición a la democracia” y creación de “sociedades abiertas”.
El
apoyo unánime de las publicaciones liberales y de derechas al
imperialismo occidental impedía cualquier comprensión de los enormes
costes políticos y económicos resultantes.
Para protegerse de sus
debilidades ideológicas más notorias, FT incluyó “cláusulas de seguro”
que le cubrieran de posibles consecuencias autoritarias catastróficas.
Aconsejarona los dirigentes políticos, por ejemplo, que promovieran
intervenciones militares y, de paso, “transiciones democráticas”.
Cuando
fue evidente que las intervenciones de EE.UU. y la OTAN no acababan
bien, sino que eran el inicio de insurgencias prolongadas, o cuando los
clientes occidentales se convertían en tiranos corruptos, el Financial Times
se limitaba a aclarar que no era eso lo que proponían al hablar de
“transición democrática”: esa no era su versión del “libre mercado y las
elecciones libres”.
La militarización del Financial Times
La
militarización del FT le llevó a acoger de buen grado una definición
militarista de la realidad política. Los costes humanos y especialmente
los económicos, la pérdida de mercados, de inversiones y de recursos
quedaban subordinados al resultado militar de las “guerras contra el
terrorismo” y al “autoritarismo ruso”.
Todos y cada uno de los
reportajes y editoriales favorables a la intervención militar occidental
en los últimos veinte años provocaron pérdidas económicas a gran escala
y a largo plazo.
Financial Times apoyó la invasión de
Estados Unidos a Irak que puso fin a importantes acuerdos petroleros
multimillonarios (la campaña “petróleo por alimentos”) aprobados por el
presidente Saddam Hussein. La subsiguiente ocupación estadounidense
impidió un posterior renacimiento de la industria petrolera. El régimen
clientelar nombrado por Estados Unidos expolió los gigantescos programas
de reconstrucción (valorados en miles de millones de dólares) pagados
por los contribuyentes de EE.UU. y la UE y privó a los iraquíes de sus
necesidades más básicas.
Las milicias insurgentes, entre ellas la
del Estado Islámico (ISIS), ganaron control sobre la mitad del país e
impidieron la llegada de nuevas inversiones.
Estados Unidos y el
FT respaldaron los resultados de elecciones amañadas organizadas por los
regímenes clientelares occidentales y saquearon los ingresos
procedentes del petróleo, provocando la ira de poblaciones carentes de
electricidad, agua potable y otras necesidades básicas.
La
guerra, ocupación y control de Iraq apoyados por FT fueron un desastre
injustificable. El apoyo de FT a las invasiones de Afganistán, Libia,
Siria y Yemen tuvo consecuencias similares.
Por ejemplo, el Financial Times
propagó la historia de que los talibanes estaban proporcionando refugio
a Bin Laden para su planificación del atentado terrorista del 11-S. En
realidad, los dirigentes afganos ofrecieron entregar a Estados Unidos al
sospechoso cuando se les proporcionaran pruebas de la acusación.
Washington rechazó el ofrecimiento, invadió Kabul y FT se unió al coro
que apoyaba la llamada “guerra contra el terror” que dio paso a una
guerra inacabable que ha costado ya 1 billón de dólares.
Libia
firmó un desarme y un acuerdo petrolero multimillonario con Estados
Unidos en 2003. En 2011, Estados Unidos y sus aliados occidentales
bombardearon Libia, asesinaron a Gadafi, destruyeron por completo la
sociedad civil y socavaron los acuerdos petroleros de la UE y EE.UU. El
FT respaldó la guerra pero denunció el resultado, recurriendo así a una
artimaña que ya nos resulta familiar: la promoción de invasiones
militares para luego, una vez realizadas, criticar el desastre económico
causado.
En otro caso, el FT lideró la embestida mediática a
favor de la guerra por delegación contra Siria: se ensañó contra su
legítimo gobierno y alabó el trabajo de terroristas mercenarios, a los
que denominaba “rebeldes” y “militantes”, un término cuestionable para
operativos financiados por Estados Unidos y la UE.
Como resultado
de las guerras occidentales en Libia, Afganistán Siria e Irak, millones
de personas han huido de sus países para buscar asilo en Europa. FT
denominó al holocausto imperial “los dilemas de Europa” y lamentó el
ascenso de partidos contrarios a la inmigración, pero nunca asumió
responsabilidad alguna por las guerras que han obligado a millones de
personas a buscar refugio en Occidente.
Los columnistas del FT
parlotean sobre los “valores occidentales” y critican a la “extrema
derecha”, pero olvidan denunciar a Israel por la masacre cotidiana de
palestinos. En vez de eso, los lectores reciben una dosis de artículos
elogiosos y superficiales sin ninguna mención al poder de influencia
sionista en la política exterior estadounidense.
Financial Times: Sanciones, complots y crisis: Rusia, China e Irán
El Financial Times, como todas
las prestigiosas publicaciones propagandísticas, ha tenido un papel
destacado en los conflictos de Estados Unidos con Rusia, China e Irán.
Durante
años, los escribas de la cuadra de FT han descubierto (o inventado)
múltiples “crisis” en la economía china, que siempre parecía al borde de
la catastrofe. Sin embargo, durante todo ese tiempo la economía china
creció a un ritmo cuatro veces superior a la de Estados Unidos; haciendo
caso omiso de sus críticos, China se ha dedicado a construir un sistema
de infraestructuras global en lugar de enfrascarse en múltiples guerras
con el apoyo de periodistas belicistas.
Cuando China innova, FT
prefiere dar la matraca con el robo tecnológico e ignorar el declive
económico de Estados Unidos. Se jacta de escribir “sin miedo y sin
sesgo”, lo que quiere decir que opta por servir voluntariamente a las
potencias imperiales.
Cuando Estados Unidos sanciona a China, FT
dice que Washington está corrigiendo sus políticas estatistas abusivas.
Como China no instala bases militares en el extranjero para igualar las
800 que tiene EE.UU. en los cinco continentes, el FT ha inventado lo que
denomina “colonialismo de la deuda”, aparentemente para describir los
proyectos de infraestructuras a gran escala financiados por Pekín.
La
lógica perversa del FT se hace extensiva a Rusia. Para encubrir el
golpe de Estado en Ucrania, financiado por EE.UU., la publicación
convirtió al movimiento separatista del Donbass en una apropiación de
tierras rusa. Del mismo modo, una elección libre en Crimea se describe
como una anexión del Kremlin. FT proporciona a los imperios occidentales
en decadencia el lenguaje que necesitan.
Rusia, democrática e
independiente, libre del pillaje occidental y de injerencias electorales
extranjeras es catalogada como “autoritaria”; la seguridad social que
sirve para reducir las desigualdades se desvaloriza como “populismo”...
vinculado a la extrema derecha. Sin ninguna prueba ni verificación
independiente, fabrica complots “putinescos” sobre venenos en Inglaterra
y conspiraciones de Bashar el-Assad con gas venenoso en Siria.
Conclusión
El Financial Times
ha optado por adoptar una línea editorial militarista que ha llevado a
una serie de guerras económicamente desastrosas. El respaldo del FT a
las sanciones ha costado a las compañías petroleras miles de millones de
dólares, euros y libras. Dichas sanciones han destruido las redes
globales.
El FT ha adoptado una postura ideológica que amenaza
las cadenas de suministro entre Occidente, China, Irán y Rusia. El FT
escribe en muchas lenguas pero ha omitido a sus lectores su
responsabilidad parcial por los mercados que están bajo asedio.
No cabe duda de que es necesario replantearse el nombre y el propósito del Financial Times.
Un periodista cercano a los editores sugiere que debería cambiar su
nombre por el de “Military Times”, la voz de un imperio en decadencia.
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