En Nicaragua, el
diálogo como instrumento democrático de convivencia y reconciliación
como proceso restaurativo, inscritos en una práctica de cultura de paz,
han sido parte sustantiva del devenir sociopolítico del Sandinismo en
todos los tiempos. Augusto C. Sandino, en el primer tercio del siglo XX,
luego de la expulsión de las tropas interventoras estadounidenses que
llegaron al país como consecuencia del llamado de agentes que siempre
han visto en el extranjero la solución a nuestros asuntos (práctica
recurrente en estos sujetos) firma una serie de acuerdos como un paso
esencial en la búsqueda de la reconciliación y, de esta forma, hacer
efectiva esa cultura de paz. Antes de que Sandino concibiera la cultura
del diálogo y la paz como factor imprescindible para el avance en la
sociedad nicaragüense, los partidos tradicionales y los segmentos
oligárquicos, habían establecido la violencia, confrontación y
polarización como principios reinantes para dirimir los acontecimientos.
Sandino, rompe este diseño.
Lo cierto es que, a lo largo del
acontecer histórico del Sandinismo, el diálogo en todos los niveles, ha
estado presente como mecanismo primario en la búsqueda de consenso.
Asimismo, la reconciliación ha sido una actividad humana altamente
valorada y puesta en desarrollo por este movimiento sociopolítico.
Después del triunfo de la Revolución, la reconciliación se volcó hacia
la búsqueda del bienestar de todos. Síntesis y reflejo de un proceso
reconstructor. Camino para consolidar la paz en esta época. No obstante,
para estos tiempos, Nicaragua volvió a ser blanco del asedio y la
división promovida por agentes internos que invocaron, una vez más, la
intromisión extranjera.
Es asunto sobradamente conocido que, en
los años ochenta del siglo pasado, los Estados Unidos sumió a Nicaragua,
en otra cruenta guerra que costó 50,000 muertos. Este conflicto
promovido, financiado, asesorado y respaldado por los Estados Unidos
consiguió, en su momento, polarizar a la sociedad nicaragüense. No
obstante, esta misma sociedad y, en particular el Sandinismo, una vez
finalizada la conflagración, suscitó un movimiento dialogante,
integrador, reparador, reconciliador con visión holística, colectiva,
que al final dio como fruto, más de una década de paz, estabilidad que
llevaron a Nicaragua, bajo la conducción del Gobierno Sandinista
presidido por el Comandante Daniel Ortega y la Poeta Rosario Murillo, a
partir del 2007, a convertirse en un modelo de crecimiento y justa
redistribución en la región.
Es así como llegamos al día de hoy,
en el que actividades humanas primarias como diálogo y reconciliación
vitales, ya lo hemos dicho, para la consolidación de una cultura de paz,
retornan con fuerza en el desarrollo histórico-social del momento en
Nicaragua. De esta forma, lo que se está presentando y consolidando,
actualmente, una vez superado el intento de ruptura del orden
constitucional, por medio de la violencia, otra vez financiado,
promovido por los Estados Unidos y, en el que se pretendió
instrumentalizar esa voluntad de diálogo inherente al Gobierno
Sandinista de la que venimos hablando, es la re-habilitación,
reforzamiento de un mecanismo democrático ya instaurado y cuyos
resultados están a la vista. Nos referimos al diálogo que debe llevar a
reconciliarnos y fortalecer la paz.
Por ello es que cuando el
Sandinismo habla de diálogo restaurador, reparador desde/con el pueblo,
entre las familias, comunidades, localidades, los agentes interesados en
mantener la narrativa violenta del intento de golpe, bajo el formato de
guerra híbrida (esto lo hemos explicado profundamente en otros
escritos) no lo comprenden. No conciben, cómo personas que, se vieron
enfrentadas, bajo el efecto de lo teorizado a modo de “giro emocional”,
consigan, mediante el diálogo sano, directo, llegar a un entendimiento
propio. Es importante señalar que fue este mismo proceso dialógico,
en/desde el seno del pueblo, el que consiguió la reconciliación después
de la ya mencionada guerra sufrida en la primera etapa de la Revolución.
Este hecho situó a Nicaragua como un ejemplo de
reconciliación. La ubicó como una sociedad que maduraba paulatinamente
en sus procesos y, a partir del 2007, empezó a consolidar su
organización institucional mediante una Revolución democrática que ha
hecho posible no sólo la reducción de la pobreza, sino el mejoramiento
estructural de las familias nicaragüenses, reconocido, por un sinnúmero
de organismos que evalúan estos avances.
En suma, Nicaragua
desarrolla en estos momentos un diálogo altamente válido como
instrumento de conversación y entendimiento en el mejor de todos los
niveles: el de la gente en sus comunidades. Es este un diálogo franco,
con toda su carga de autenticidad, cuyo objetivo es servir de
instrumento facilitador para conseguir la acción de mover a la sociedad
nicaragüense hacia la recuperación de la concordia.
Este
vertiginoso recorrido de sucesos que ensayamos, siguiendo huellas,
recurriendo a síntesis, persigue la idea de dar a conocer que, esas
actividades humanas tan esenciales que desembocan en la paz, han sido
siempre puestas en práctica por el Sandinismo en procura de alcanzar una
democracia efectiva, tal como le llamaba el propio Sandino a su
proyecto de país.
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