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Director
CELAG. Doctor en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona
(España). Postdoctorado en la Université Laval (Québec, Canadá).
Estabilidad,
confianza, certidumbre y eficiencia son las cuatro promesas más
repetidas por cualquier proyecto neoliberal. ¿Se cumplen? ¿Es un
gobierno neoliberal capaz de dar estabilidad a un país? ¿Saben cómo
generar confianza y certidumbre? ¿Logran tener economías eficientes?
Veamos qué sucede en Latinoamérica. Empecemos por Argentina.
Crear un buen eslogan es siempre más
fácil que estabilizar la economía de un país en un ambiente de fuerte
restricción externa. El macrismo se desgasta a mucha más velocidad de lo
previsible porque demuestra que no sabe gobernar ni gestionar. En algo
menos de tres años consiguió que el país esté patas arriba. La economía
no va, se mire por donde se mire.
La inflación apunta este año, 2018, a
estar por encima del 40% según las últimas estimaciones oficiales, a
pesar de que la tenían calculada en el 15% a fines del año pasado. La
economía se contraerá por encima del 2%, aunque habían pronosticado que
crecería por encima del 3%. La liberalización cambiaria provocó una
devaluación que no tiene fin: en este tiempo lo llevaron de 10 pesos
hasta casi 40, y veremos cómo acaba. La inversión extranjera jamás
llegó. Se prometieron dólares que era imposible de producirlos en casa, y
sólo han podido ser obtenidos parcialmente, con una deuda eterna con el
mundo. El Fondo Monetario Internacional pide más ajuste: más recortes
sociales, menos salarios, provocando así que la demanda interna pierda
toda su fuerza como motor económico. La tasa de interés va por el 60%:
espaldarazo ideal para que la economía financiarizada acabe con la
economía real. La industria se desmorona. La balanza comercial es cada
día más deficitaria tras la liberalización de las importaciones.
El cuadro macroeconómico del
neoliberalismo en Argentina no resiste a ningún test de equilibrio ni
eficiencia. Mauricio Macri y Cambiemos trajeron consigo justamente lo
contrario de aquello que siempre promete: incertidumbre y desconfianza.
La inestabilidad no sólo es económica, también lo es política y social.
Las protestas crecen y se extienden a casi todos los sectores gremiales.
La marcha de las mujeres demostró también la incapacidad del Gobierno
para entender que está surgiendo otra nueva mayoría que refleja un
sentido común cada vez más protagónico en la sociedad argentina. Tampoco
les funciona el oído; se alejaron de todo lo que pasa en la calle. El
timbreo como apuesta publicitaria está bien, pero no les sirve para que
la ciudadanía resuelva sus problemas. Están atrapados en sus propios
anuncios mientras que la inestabilidad afecta a la gente.
Pero no es únicamente en Argentina donde
neoliberalismo e inestabilidad se dan la mano. Brasil es otro buen
ejemplo de ello. Con elecciones a la vista y un presidente no electo
desde hace años, este país presenta un largo etcétera de sucesos que
conforman un panorama ciertamente inestable. Su economía no crece. El
real se devalúa. El país se ha militarizado para frenar protestas. Y
Naciones Unidas desautoriza que se impida a Lula ser candidato a
presidente.
Otro caso es el de Perú, que aunque su
macroeconomía es estable, el sistema político y judicial hace aguas por
todas partes. Posee un presidente no electo tras el caso de corrupción
que sacó a Kuczynski de su condición. Tiene a otros tantos ex
presidentes también en la cárcel o prófugos por haberse enriquecido
ilegalmente. El sistema judicial está completamente podrido. El actual
fiscal general está con múltiples casos en su contra. La mayoría de la
ciudadanía no cree en sus instituciones.
Es fácil seguir dando ejemplos de países
que bajo la gestión neoliberal no saben generar ni confianza ni
certidumbre. Colombia es otro país con una economía real raquítica,
desindustrializada progresivamente, con productividad muy baja, sin
demanda interna que logre generar crecimiento sostenido, y con
indicadores sociales más propios de países en guerra. Y con un conflicto
cada vez más difícil de resolver por la llegada de Iván Duque a la
presidencia. Y, mientras tanto, las muertes de líderes sociales
continúan. Chile es otro destino no tan ideal como lo presentan. Con una
economía que no despega, y en medio de continuos paros nacionales por
parte de una gran diversidad de sectores, el país tampoco muestra un
marco de estabilidad. Y no olvidar a México, cuyo neoliberalismo ha
hecho que la economía siga estancada, con alta inflación, fuertemente
endeudado, con un sector petrolero venido a menos luego de las últimas
reformas, y con pobreza y desigualdad de carácter estructural que,
además de ser injustas, suponen un freno a cualquier intento de
reactivación económica.
Se mire por donde se mire, el
neoliberalismo no sabe gobernar, ni siquiera bajo sus propias premisas.
Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Si las agencias de
calificación de riesgo hicieran bien su trabajo, desde criterios
estrictamente ortodoxos, les daría a todos ellos una nota muy negativa.
La verdadera experticia del
neoliberalismo es comunicar lo que no sabe hacer. Ni estabiliza; ni da
certeza ni confianza; y tampoco logra consolidar economías eficientes.
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