El 15 de septiembre de 
1821, las provincias de Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y 
Chiapas, firmaron el Acta de Independencia con relación a la Corona 
española. Desde entonces, estas nuevas repúblicas, con excepción de 
Chiapas que pasó a formar parte de México, celebran ya casi dos siglos 
de fiestas patrias, sin mayor independencia significativa.
Hace 197 
años atrás, las condiciones de vida de las poblaciones indígenas, en las
 nacientes repúblicas, eran considerablemente mejores que las actuales. 
La población indígena, en cada uno de estos países, representaba una 
mayoría demográfica absoluta.
La estructura de la propiedad y 
tenencia de la tierra, era más favorable para los pueblos y comunidades 
indígenas, producto de los títulos reales, emitidos por la Corona, 
durante la Colonia. Hasta que las revoluciones liberales, durante la 
segunda mitad del siglo XIX, despojó dichas tierras para entregarlos a 
los “emprendedores” mestizos y extranjeros.
Específicamente en 
los casos de Guatemala, Nicaragua, Honduras y Chiapas (según información
 del Archivos Centroamericano), la mayor parte de las tierras 
cultivables registradas estaban bajo categoría de tierras comunales de 
pueblos indígenas.
En amplios bolsones territoriales, como en el 
caso del norte de Honduras, Guatemala o Nicaragua, los pueblos misquito,
 pech, tawaka, maya q’echí, etc., disfrutaban de sus territorios amplios
 sin la perniciosa presencia de los estados republicanos. Bosques 
frondosos, abundantes fuentes de agua limpia, fértiles tierras, etc., se
 constituían en medios y fuentes de vida.
197 años después de la 
“independencia” criolla para criollos, los pueblos indígenas se 
encuentran en una situación, no sólo de subordinación o de esclavitud, 
sino de un recargado y violento despojo permanente, por parte de los 
estados criollos. Colonialismo interno, diría el mexicano Vasconcelos.
En
 estos casi dos siglos de colonialismo interno, en países, como 
Honduras, El Salvador y Costa Rica, la población indígena, prácticamente
 casi desapareció. Culturalmente, apenas el promedio del 10% de la 
población se reconoce como indígena en estos países. Aunque 
genéticamente estos países continúan siendo más indígenas que mestizos, 
muy a pesar de las sostenidas políticas públicas de eugenesia aplicada 
desde los estados.
El común denominador de los pueblos indígenas,
 en estos estados criollos casi bicentenarios es: miseria 
socioeconómica, desnutrición infantil que alcanza incluso al 80% de 
niños indígenas menores de cinco años de edad. Analfabetismo que abarca 
casi al 50 o 60% de las poblaciones. 
Del poco porcentaje de 
indígenas universitarios, casi en su totalidad, fueron obligados a 
renunciar a su identidad a cambio del título universitario, o a cambio 
de algún espacio laboral, o incluso a cambio de la cualidad de 
ciudadanía.
Mecanismos de casi dos siglos de dominación como: el 
sistema educativo, adoctrinamiento religioso, adoctrinamiento cultural, 
adoctrinamiento político, el culturalismo, etc., emprendidos desde los 
estados, han calado en lo más profundo de las estructuras psicológicas 
individuales y colectivas de los pueblos.
Quizás por esto último,
 incluso teniendo a su favor los convenios y declaraciones 
internacionales sobre los derechos de los pueblos indígenas, desde 
finales del pasado siglo, los pueblos no han logrado transitar de los 
derechos culturalistas hacia el ejercicio de los derechos políticos y 
económicos (territorios, autonomías, consentimiento, etc.)
Pero, 
este proceso casi bicentenario de dominación integral sobre los pueblos,
 también abonó procesos de resistencias y reconstituciones crecientes de
 las identidades indígenas en diversos grados. En especial en la etapa 
neoliberal. Evidenciando, de esta manera, los rotundos fracasos de las 
políticas eugenésicas o de mestizajes promovidas desde los estados 
nacionales.
El presente siglo que transcurre, no será más la 
continuación de la impoluta hegemonía del Estado nación, sino la 
emergencia cada vez más creciente de la posibilidad del Estado 
plurinacional, con autonomías indígenas. Pero, este proceso será 
simétrico a la transición del confort del culturalismo hacia el 
ejercicio de derechos político económico por parte de los pueblos.
 
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