El
 dinero es una creación original del ser humano. Una buena idea que 
empezó tomando la forma de elementos naturales escasos, como sal y 
conchas de mar, y continuó con metales de difícil extracción y 
elaboración. Oro y plata fueron los preferidos por ser más escasos y 
valorados en el mercado de la ostentación (orfebrería de lujo). Algunas 
formas de dinero han desaparecido, como las conchas de mar, mientras que
 otras no terminan de desaparecer, como el oro.
El dinero que 
predomina durante la era contemporánea es el dinero fiduciario, cuyo 
valor está basado en la fe (fidus, en latín), porque no tiene valor 
intrínseco. El dinero fiduciario moderno tiene dos formas fundamentales,
 papel billete y dinero electrónico. El dinero electrónico toma la forma
 de bits que registran los depósitos bancarios de las personas, y el 
papel billete es un tipo de dinero que tampoco termina de desaparecer.
El
 dinero en billetes implica grandes costos a una sociedad. Es el 
recipiente favorito para guardar dinero proveniente de la economía 
informal e ilegal, porque garantiza el anonimato y no deja rastro de las
 operaciones. También facilita la evasión tributaria, la corrupción y la
 fuga de capitales que tanto afectan al desarrollo latinoamericano. La 
eliminación del dinero papel es un gran objetivo de la política 
económica por los beneficios sociales generados al reducir estos males 
sociales.
La proporción del papel billete sobre el total de dinero
 es mucho más baja de lo que se supone habitualmente. En 2015 
representaba un 5% del total de dinero (M2) en Chile, en Brasil un 8%, 
en Argentina un 23%, en México 31%, en Perú un 26% y en Colombia 16%. 
Los registros son muy dispares, reflejando diferencias estructurales en 
cuanto a cultura tributaria, delincuencia, informalidad, bancarización y
 hábitos de pagos de las familias. En efecto, la demanda de dinero papel
 muestra una relación positiva con la economía sumergida, aunque la 
relación no es muy precisa. Sin embargo, la economía sumergida tiene dos
 componentes: 1) la economía informal, que básicamente incluye 
actividades que evaden o eluden impuestos, como el cuentapropismo, y 2) 
la economía ilegal que incluye actividades ilícitas como la trata de 
personas, la corrupción y el tráfico de armas y estupefacientes, entre 
otras. La información disponible para 4 países de la región nos permite 
ver que la relación entre la demanda de dinero en efectivo y estas 
actividades ilícitas no sólo es positiva, sino que es muy ajustada, 
sugiriendo que estas actividades son la principal fuente de demanda de 
dinero papel en la región.
A
 pesar de los aportes significativos de la tecnología de medios de pago,
 en muchos países la demanda de dinero en efectivo está aumentando. 
Europa, EE.UU. y Japón no son la excepción y, de acuerdo a 
especialistas, esto se debe al crecimiento de las actividades sumergidas
 y a la demanda exterior de las divisas en el caso del euro y el dólar. 
En Latinoamérica también podemos percibir el mismo proceso. Si bien en 
algunos países la proporción de dinero en efectivo sobre dinero total 
desciende, como en Perú (desde 29% al 26% entre 2014 y 2017) en otros 
aumenta significativamente. En México la proporción del dinero billete 
sobre el total de dinero se duplicó desde el 15% hasta el 31% del total 
de dinero, entre los años 2000 y 2015. En Colombia, los registros han 
aumentado desde valores entre 10% y 12% entre los ‘80 y mediados de los 
‘90 hasta un 16% en 2018.
Muchos países vienen realizando grandes 
avances promoviendo el uso del dinero electrónico. En algunos, como 
Suecia, son el fruto espontáneo de las preferencias de la sociedad para 
cobrar y pagar en moneda electrónica, combinado con los incentivos que 
brinda el Estado. En este país, las personas prefieren no llevar consigo
 billetes y las empresas prefieren no cobrar en billetes. En gran parte 
esto se debe a que los costos de manipulación de los billetes son muy 
altos y aumentan con el volumen de efectivo manejado debido a los 
problemas de seguridad implicados. Así, eliminar la manipulación de 
efectivo contribuye a mejorar la competitividad sistémica de los países 
y, también por este motivo, se entiende que sea una razón de Estado. 
Muchos países estimulan activamente el uso del dinero electrónico en 
cualquiera de sus formas, brindando incentivos tributarios (como la 
devolución de parte del IVA) o de coacciones (poniendo un techo a las 
transacciones que pueden realizarse en efectivo). En otros países la 
demanda de dinero en efectivo es muy baja como consecuencia de la 
inflación que desvaloriza el valor de las especies monetarias. En estos 
sitios, la demanda de dinero efectivo es sustituida por la demanda de 
dinero electrónico o de dinero extranjero.
Sin embargo, el dinero 
papel se resiste a desaparecer. En parte, esto se debe a que es más 
seguro e inmediato. Una transacción se cancela con el pasamanos del 
billete, mientras que la transacción electrónica no es instantánea e 
involucra el uso de algún dispositivo electrónico para comunicarse con 
la base de datos donde se contabilizan las transacciones. Los lectores 
de tarjetas (POS/Punto de venta) requieren una conexión telefónica y el 
dispositivo electrónico de lectura y comunicación, al igual que las 
tecnologías de biopagos y de proximidad (NFC). La tecnología de pagos a 
través de códigos QR es muy rápida pero, igualmente, requiere conexión a
 la red a través de wifi o datos celulares. Mi favorita es la tecnología
 USSD o SIM toolkit porque solo requiere del acceso a la señal de 
telefonía celular y no requieren el uso de teléfonos inteligentes ni 
datos, ni wifi, por lo que es la tecnología más inclusiva disponible.
De
 todos modos, la tecnología aún no parece ser capaz de sustituir 
completamente los atributos del dinero en efectivo, especialmente el 
anonimato y la velocidad transaccional. Keynes, que vivió en una época 
sin dinero electrónico, argumentaba que uno de los motivos para demandar
 dinero es el motivo “precaución”. Las comunidades que viven en zonas 
sísmicas, por ejemplo, siempre preferirán contar con un stock de dinero 
en efectivo porque puede representar la diferencia entre la vida y la 
muerte tras un sismo de magnitud que genere un apagón eléctrico y de 
comunicaciones. Si hubiese nacido en nuestros días, hubiese sido más 
específico y diría que es un motivo para demandar dinero “en papel”.
Mientras
 no exista un sustituto tecnológico mejor, es difícil esperar que el 
dinero papel sea sustituido en su totalidad. Intentarlo podría generar 
consecuencias indeseadas, por ejemplo, que el dinero en papel tenga un 
precio diferente al del dinero electrónico, como está sucediendo en toda
 la región, donde el pago en dinero efectivo recibe mejores descuentos o
 menores recargos que el pago con dinero electrónico, o como en 
Venezuela, donde la escasez de efectivo hace que en algunas 
transacciones los precios lleguen a duplicarse o triplicarse si se paga 
con dinero electrónico.
La preferencia por el dinero billete 
también resulta favorecida por algunas prácticas tributarias que 
resultan contrapuestas al objetivo de eliminar el dinero papel. El 
impuesto a las transferencias electrónicas que aplica varios países, 
entre ellos Colombia, penaliza el uso de esta forma de dinero. La 
reticencia a utilizar dinero electrónico quizás se explique, sobre todo,
 porque representa una base imponible colosal sobre la cual, cuando la 
sustitución sea perfecta, cualquier Gobierno podrá recaudar.
No 
cabe hacerse muchas ilusiones en América Latina. La magnitud de la 
economía ilegal y sumergida (evasión, en especial) hará esperable que, a
 pesar de todos los incentivos que se coloquen para utilizar el dinero 
electrónico y de todas las trabas que se apliquen al dinero en efectivo,
 la demanda de dinero en papel continúe.
Lo peor del asunto para 
nuestro caso, es que aun si nuestros países hiciesen esfuerzos para 
desalentar el uso de los billetes, la demanda de dinero papel se 
trasladará y pasará a demandar dinero papel emitido por el extranjero. 
Los países emisores de divisas internacionales, de acuerdo al Fondo 
Monetario Internacional (FMI), son cinco: EE.UU., Japón, la Zona Euro, 
el Reino Unido y China. Los primeros cuatro emiten superbilletes, de 
grandes denominaciones, como el de 100 USD, el de 100 libras esterlinas 
(equivale a 130 USD), el de 10.000 yenes (equivale a 90 USD) y los 
superbilletes de 500 euros (equivalentes a 570 USD). Como muestra 
Kenneth Rogoff,[2] la existencia de
 estos billetes de grandes denominaciones facilita el uso intensivo del 
dólar fuera de EE.UU. y su uso en actividades ilícitas. Por el 
contrario, China, cuyo billete de mayor denominación es de apenas unos 
15 dólares, parece ser el único que, por el momento, no pretende lucrar 
usando el Renminbi para aprovecharse de la demanda de divisas con los 
fines mencionados. Por lo dicho, la eliminación del dinero papel tiene 
que ser una estrategia coordinada internacionalmente. Sin embargo, 
¿quién puede esperar que tal coordinación se logre si los principales 
emisores de divisas son los principales beneficiarios del negocio?
[2] Rogoff, K (2016). Reduzcamos el papel moneda. Ed. Deusto.
 

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